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DISEÑO PARA EL PENSAMIENTO 

El diseño y la simplicidad de las cosas

Reflexionando desde la hamaca y terminando con una oda al diseño simple

7/08/2017 - 

VALÈNCIA. Con más de medio país de vacaciones, una cuarta parte que siempre está a medio gas y los cuatro gatos restantes bajo la frustración de topar con el techo de que España se paraliza en agosto (no es un mito), uno se disponía a escribir en tono relajado sobre diseño y la relativa importancia de todo esto, pero una hamaca mal diseñada me hace imposible envainar la espada de paladín del diseño. Tozudo que es uno.

Y es que es un tópico entre diseñador es lo de que las vacaciones no existen. No sólo por lo difícil de cogérselas, y que la mayoría somos desvalidos autónomos, sino por algo mucho más romántico, que es permanecer siempre ojo avizor, abiertos a la inspiración de cualquier elemento externo al proyecto como parte del proceso de diseño, o al acecho de cosas mal diseñadas que nos refuercen el discurso de lo importante de nuestra profesión. Y este es el caso de la incómoda tumbona que prometía ser plegable y portátil y que realmente nos hace sentir Mister Bean, las toallas que siempre se quedan cortas (costaba poco hacer un estándar un palmo mayor), la señalización veraniega rotulada con letras locas imposibles de entender, las complejas instrucciones de la vitrocerámica del apartamento, la ininteligible interfaz del nuevo ventilador que imposibilita su puesta en marcha o ese hasta ahora desconocido nuevo mando de la tele marca blanca con el que necesitaremos dos semanas de uso para entender el orden de sus sesenta botones. 

Parece que en verano lo perdonamos todo. Nos da igual ocho que ochenta por el hecho de estar de vacaciones, un período en el que menospreciamos el valor de nuestro tiempo libre y subimos el listón del mal gusto.

¿Por qué hacerlo fácil pudiéndolo hacer complicado?

Ese debe ser el mantra de un mal diseñador, probablemente dejado llevar por el horror vacui del papel en blanco o por no saber tomar decisiones. Y es que en el diseño hay que decidir, decidir bien fuerte, abrir mil caminos pero casarte con una idea o si no acabarás creando un Frankenstein.

El diseñador ha de posicionarse, y pensar cómo hacerlo de la forma más simple posible, aunque esto sea a veces lo más complicado. Sí, amigos, lo simple es complejo de conseguir, una paradoja que condicionará un buen diseño de uno mediocre. Aplicable a arquitectura, gastronomía o a los deportes. Y la creatividad es el ingrediente que ayuda a que todas estas cosas salgan cada vez menos complejas, útiles y usables.

Hace poco, leyendo sobre usabilidad y el diseño de la interfaz de YouTube di con una máxima que dice que cuando añades algo, pierdes algo. Me recordaba a aquella otra frase de que se debe diseñar con la goma de borrar.

Keep it simple vs make it nice

El diseño, como respuesta a distintas problemáticas (usos de las cosas en lo industrial o comunicación de mensajes en el mundo gráfico), debería dar siempre con soluciones simples, funcionales y armónicas, la mínima ergonomía o los elementos exactos para comunicar desde un cartel o el diseño de un logotipo. El ‘menos es más’ que apostilló el arquitecto y diseñador alemán Mies van der Rohe, tres palabras para resumir que la simplicidad, que no necesariamente el minimalismo, da buenos resultados. De hecho, volviendo a lo de diseñar con la goma de borrar, para un diseñador es más difícil quitar que poner, porque las soluciones claras con menos elementos funcionan mejor.

“Menos es más”
 Mies van der Rohe

Otro diseñador alemán, Dieter Rams, culmina su famoso decálogo con otra sentencia para tatuadores de diseñadores “el buen diseño es diseño en su mínima expresión”, e incide en que menos es mejor porque concentra la esencia de las cosas. Viva la pureza. Desde EstadosUnidos, el precursor del diseño gráfico contemporáneo Paul Rand afirmaba que el buen diseño es tan simple precisamente por ser a la vez tan complicado, y otro que sigue peleando por el diseño funcional y simple es el catalán Miguel Milá, quien asegura que los objetos que complican no le interesan. 

“Minimalismo no es la falta de algo, es sencillamente la perfecta cantidad de algo” 
 Nicholas Burroughs

 John Maeda, uno de los gurús del diseño enfocado al mundo digital, influyente antes de la moda de los influencers, asentaba en su best-seller Las Leyes de la Simplicidad (John Maeda, 2006), una serie de principios que han sido básicos en la cultura digital de la última década. Maeda intenta orientar a los diseñadores hacia cuál es la necesidad exacta de los usuarios para poder resolver un producto, por ejemplo, con el menor número de elementos. En uno de sus discursos estrella plantea que el diseño consiste en eliminar cosas obvias, y ahí es donde radica la dificultad, como, una vez más, en lo de diseñar con la goma de borrar. Por eso, en el fondo de todo esto, subyace el pensamiento crítico del diseñador, que sepa analizar y hacer las cosas de forma diferente a como se ha hecho hasta ahora, para poder solucionar problemas no resueltos hasta el momento.

La cosa no va tanto de hacerlo bonito como de que funcione. Un clip para coger papeles funciona, cumple su propósito y es una sola pieza a partir de un trozo de metal doblado. La forma sigue a la función, que dice el principio del diseño funcionalista del siglo pasado. Una visión totalmente enfrentada con la concepción y perversión del término que se tuvo en España tras la Transición, donde algo “de diseño” era frívolo, superfluo, caro e inútil. Un lastre que aún hay que seguir cargando.

 Los diseñadores detestamos que las cosas se simplifiquen en la subjetividad de si son bonitas o feas. A menudo se confunde al diseñador como el que debe hacer algo de apariencia agradable en el último eslabón de un proceso. Diseñar una silla o un cartel, como sinónimo de hacer un producto final bonito. Pero el (buen) diseño empieza antes, analizando y extrayendo conclusiones para, si hace falta, replantear cuestiones previas ala ejecución final, antes siquiera de cualquier boceto o hacer una raya de lápiz.La claridad de las ideas llevará al buen diseño. Ahí radica la simpleza.

Llenar una pantalla o una hoja en blanco de muchas cosas no supone mucho tiempo y ningún criterio. Diseñar implica metodología, análisis previo y tiempo en la producción. Por eso el que hace lo primero se llama pintamonas y al segundo se le conoce como diseñador. De hecho, el (buen) diseño tiene mucho más que ver con la lógica que con la imaginación, que decía Massimo Vignelli.

“Piensa más, diseña menos”
 Ellen Lupton

La vida simple

Compliquémonos para no tener que complicarles las cosas a los demás. Como diseñadores y como seres que vivimos en sociedad.

La vida simple es lo que tú quieras que sea. Lo que te hace sentir bien y te basta para vivir en su acepción más literal o los procesos complejos que te proporcionan soluciones simples (como perder tiempo en programar aplicaciones de flujos de trabajo, tareas, etc). Es la rutina, es un libro de Sylvain Tesson, es una serie de capítulos de Acapulco70 o es tu simplicidad diaria. La tuya.Para mí, la simplicidad de lo que va de agosto ha sido descubrir el pago desde el reloj, algo que para otro puede parecer una complicación. Pero en diseño hay una simplicidad universal, que implicará una solución basada en una cantidad exacta de elementos. Simplicidad a veces será resolver un cartel con los mínimos recursos. Otras veces serán muchos los elementos, pero si está bien diseñado, en ambos casos será el número justo de elementos

El buen diseño deberá proporcionarnos una vida simple. Una vida más fácil y feliz. Desde etiquetar el ketchup bocabajo para que lo pongamos de manera que el contenido se almacene en el lado de la tapa y no tener que luchar contra el envase hasta diseñar una señalización que nos impida perdernos en un edificio o ayude a localizar rápidamente una salida de emergencia. Por eso, además, el (buen) diseño puede salvar vidas.

Simplifiquemos.

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