VALÈNCIA. No es posible disociar la trama de la primera temporada de True Detective de la zona costera y rural del sur de Luisiana. Del mismo modo que Breaking Bad evoca los paisajes de Albuquerque. La localización es en ambas un personaje más de una dimensión atmosférica. Así sucede con la Albufera en la nueva serie de Álex Pina y Esther Martínez Lobato: El embarcadero. Este thriller emocional de los creadores de Vis a Vis y La casa de papel busca contrastar la València cosmopolita con el parque natural situado a 10 kilómetros de la ciudad.
La nueva producción original de Movistar+, en colaboración con Vancouver Media y Atresmedia Studios, relata un triángulo amoroso formado por tres personajes interpretados por Álvaro Morte, Verónica Sánchez e Irene Arcos.
“La serie habla de la vida en la ciudad, de la domesticación, de las normas sociales y de los prejuicios que sepultan al ser salvaje que todos tenemos dentro”, expone Pina.
El protagonista vive enamorado de dos mujeres que encarnan polos opuestos. Su mujer es arquitecta, profesión racionalista que casa con la urbe posmoderna en la que habita. Su amante es puro instinto y libertad, y su existencia tranquila transcurre entre juncos y campos de arroz.
“Las exclusas conectan con el simbolismo que daba Lorca al agua: si fluye, es vida, si se estanca, muerte. De ahí la encrucijada en la que vive mi personaje”, rescata Morte, quien ya ha trabajado para el tándem creativo en el papel de El profesor de la primera serie española premiada con un Emmy, La casa de papel.
Aquellos veranos en motocicleta
En las secuencias rodadas en la Albufera resuenan los ecos de un verano anacrónico. Ahí están las motos, la naturaleza sin artificios y hasta el Citroën Dyane para rememorar en el espectador adulto las postales de su infancia.
“Nuestras referencias son muy freakies. Por un lado nos hemos inspirado en la parte iniciática protagonizada por niños en la película It (Andy Muschietti, 2017) y por otra, en la sensación de América profunda y espacio salvaje de Fargo. De hecho, para la banda sonora, hemos pedido a músicos del género country que reinterpretasen los grandes éxitos de la música popular española”, anticipa Pina.
La infidelidad y sus prejuicios
La dupla creativa tiene por norma el más difícil todavía. Lo suyo no es el acomodamiento. De ahí que para El embarcadero se hayan retado a cambiar el foco moral sobre la infidelidad. “La casa de papel fue la historia nunca contada, porque antes no se había detallado un atraco en formato de ficción seriada. En cambio, el adulterio se ha abordado de todas las maneras posibles. La historia no puede ser más vieja”, plantea Martínez Lobato.
La línea lateral que han buscado a la hora de afrontar el relato ha sido eliminar los escrúpulos morales del espectador. En un escenario de bajas pasiones, culpa, engaños y reproches resulta descabellado anticipar que tras la muerte del hombre que han amado, amante y esposa conformen un tándem enriquecedor, como así sucede en esta serie dividida en dos temporadas.
“Casi todos los personajes en sus respectivas tramas afrontan el debate interno entre hacer lo que sienten de manera genuina o lo que se supone que tienen que hacer. Cuando la esposa descubre la vida oculta de su marido el día de su funeral, el primer impulso es de empatía y curiosidad, en lugar del odio y el sentimiento de haber sido engañada y odiar. Pero a su alrededor hay personajes que intentan abocarla a la ira y el rencor”, detalla la coguionista.
A partir de los mimbres de un amor compartido, la ficción planea al espectador las grandes preguntas de la vida: la amistad, la maternidad, la muerte… Y una cuestión definitiva que pasa por recelos ancestrales: "El prejuicio hacia quien engaña a su pareja es universal, pero voy a poner un ejemplo: imagínate que tienes dos hijos y te obligan a elegir entre ambos. Si el amor es genuino, ¿por qué hay que elegir? ¿No se puede amar a dos personas? ¿No nos hallamos ante una convención cultural?".
Adictos al flashback
Tanto en Vis a Vis como en La casa de papel, la pareja de creadores ha ahondado en el recurso de mirar atrás en la vida de sus personajes. En El embarcadero vuelven a hacer uso del flashback, pero con una ambición inédita, la de apuntalar las sensaciones de los protagonistas.
“Siempre estamos trabajando con la fragmentación temporal, porque nos da unas posibilidades narrativas tremendas. Pero en este caso el montaje no responde a un orden cronológico, sino emocional”, describe Álex Pina.
El espectador es el responsable de ordenar el puzzle que la serie le entrega. Los tiempos se cambian constantemente y hay planos incorporados con intención estética. Como una declaración de amor entre arrozales o la asunción del duelo en un bosque.
Como expone su cocreador, “en una serie con otros parámetros morales, estos recursos líricos probablemente indignarían a la audiencia pero aquí intentamos que se emocione y se conmueva desde la encrucijada en la que se encuentra”.