Soñamos Venecia, Verona y París. Como anhelamos Lisboa, Berlín o Viena. ¿Porqué? Porque sí. Porque no somos racistas de piel, pelos o lenguas. Nos gustan todas y todos. Nos priva viajar. En barco, en tren o en avión.
Cerrando los ojos, con las palabras o con los sabores de un plato humeante de lejanos aromas. Estamos vivos y hemos venido a disfrutar. Somos hedonistas. Mil veces dicho. Mil veces hablado. Así que alejamos fríos robots y nos quedamos con los sentimientos. Los de una copa de vino que nos toma de la mano para llevarnos de paseo mostrándonos paisajes, ciudades, países.
Pero nada de asustarse, que podemos ir de La Mancha a Austria pasando por Australia sin dejarnos el bolsillo en el camino. Hoy nos centramos en Europa. Cogemos carretera y manta y con diez euros en la buchaca ofrecemos un rico y bonito recorrido por éste nuestro continente. Sí, tan solo diez euros, porque se puede salir de España y conseguir algunos buenos vinos por ese precio. Vamos allá.
Empezamos en la prolífica Francia de donde nos traemos unas cuantas referencias de estupenda sencillez. Gentil Hugel 2015. (Famille Hugel) es un vino alsaciano que nos conquista con su cremosa y directa acidez. Seriecito y algo tímido nos mira con picardía mientras pone ante nosotros un plato de escargots de Bourgogne.
Paramos en el Loira. Allí oteamos parajes salpicados de cuentos de hadas que siempre tienen final feliz. Como el del Muscadet Sèvre & Maine 2015 Sur lie (Laurence Vinet). Cítrico, refrescante y pizpireto lo tomamos sobre un mantel de cuadros con una cazuela de mejillones a la crema.
Sin cambiar de zona nos ponemos una copa de Domaine de la Pépière Cuvée Granit 2014 (Domaine de la Pépière). Una tras otra, porque sus flores de camomila y su atrevida mineralidad nos entusiasman. Vamos ahora con un súper clásico, un lenguado meuniere.
Antes de abandonar el país galo, probamos un tinto, el Domaine Boisgrand 2011 (Chateau Ségur) de Haut-Médoc. Bosques umbríos y fauna saltarina. Un puñado de moras, tabaco y café. Es el momento de cortar una rebanada de pan de verdad y poner sobre ella una tajada de pâté de campagne.
Brincamos a la vecina Italia, tierra de peludas pécoras, expuesta elegancia y mucho piropo. Como los que se gana este Aurora Fiobbo 2012 (Fiobbo), un vino blanco de uva pecorino y dorado precioso. Fruta en su punto de madurez que llena de energía y se complementa con un carpaccio de buena vaca con bien de aceite de oliva y parmesano.
Pasamos ahora al tinto Bardolino 2016 (Poggio delle Grazie). Ligero y sabroso es de esos tragos que nos encantan porque se beben sin sentir otra cosa que agrado. Aromas de aceituna que nos inspiran un vitello tonnato, ese plato de ternera con mucha salsa de atún, anchoas y alcaparras.
Un camino de baldosas de luminoso gris nos lleva a Portugal. Ese acogedor abrazo nos dice que estamos casi en casa, así que nos ponemos cómodos y nos servimos el siguiente vino, un Muros Antigos 2016 (Anselmo Mendes). Uva loureiro de nariz vibrante y alocada. Perfumes de lima y mandarina que saltan de flor en flor y que de un chapuzón nos sumergen en una cataplana de marisco. Cosa más rica.
Un reguero de laureles y tomillos nos destapa el M.O.B. DAO 2014. Lote 3. (Moreira, Olazabal & Borges). Tinto de la variedad touriga nacional fragante y ágil que bebemos con un típico bacalao à brás, es decir, con huevo y patatas. Mira que nos gusta.
El viaje va llegando a su fin, pero antes dos últimas paradas: Alemania y Austria. No nos ponemos serios para probar este My Karp 2016 (Weingut Karp-Schreiber). Agradable y divertido evita complicaciones y acaricia el paladar tras un bocado picante. Por ejemplo de kimchi, esa col fermentada de Corea pariente lejana del tan germano chucrut.
Mientras, el austriaco Blaufrankisch 2015 (Claus Preisinger) despliega su atractivo naturi y nos envuelve en el ambiente de esas tiendas de la niñez mezcla de mueble, incienso y figuritas de cristal. “¿Te gusta? Mencanta”. Pues ya está. Y nos lo bebemos con una porción de käsdönnala, o cualquier quiche de nuestro agrado.
Hasta aquí hemos llegado y así nos despedimos. Con la copa en los labios y los mejores deseos de feliz otoño, Navidad y año nuevo. Y no, no es más que un hasta luego, que no pensamos irnos. Por ahora.