VALÈNCIA. Las personas con trastorno mental han recibido históricamente un trato discriminatorio y en ocasiones deshumanizado. Y en la actualidad, aún continúa el estigma y aspectos negativos que inciden en aumentar la dificultad de integración social y que merman su mejoría funcional y de la calidad de vida. Palabras como inestabilidad emocional, fragilidad psicológica, irresponsabilidad, violencia o peligrosidad son los estereotipos más habituales que se utilizan como apellido cuando una persona padece alguna dificultad o una alteración en su estado de salud mental.
Estigmas que son vistos como algo permanente, crónico, cuando en realidad tienen un carácter episódico o puntual en la mayoría de personas que sufren algún trastorno mental. Por ejemplo, se considera que las personas con una enfermedad como la esquizofrenia son violentas, peligrosas o imprevisibles, pero está demostrado que la violencia no está asociada a la enfermedad mental, sino a ciertas personas, por lo que este aspecto se iguala tanto en población sana como personas con enfermedad mental. “Existen situaciones de crisis cuando tratamos a personas con patologia mental grave, aunque no es la generalidad. También puede existir cierto grado de inestabilidad en algunas personas con alteraciones mentales y cuando se descompensan clínicamente es necesario asesorar y acompañar, con el objetivo de recuperar el máximo equilibrio psicofísico encaminado a llevar una vida normalizada y plena”, explica el Dr. Augusto Zafra psiquiatra director de IVANE SALUD y responsable de la Unidad de Salud Mental y Psiquiatría Hospitalaria en el Hospital Vithas Nisa Valencia al Mar y de la Clínica de Desintoxicación y Patología Dual en el Hospital Vithas Nisa Aguas Vivas.
Ese estigma es una piedra que frena el proceso de recuperación de muchas personas que sufren enfermedad mental. Es como una segunda enfermedad, ya que influye negativamente en su autoestima, en la aceptación de la enfermedad o en la posibilidad de ponerse en tratamiento. “Sobre todo los estigmas en el entorno cercano, que es un factor limitante de recuperación. No estamos preparados para asumir que tenemos un familiar con un problema mental. La ausencia de comprensión y aceptación del entorno familiar puede malignizar el curso de la enfermedad”. El doctor Zafra pone el ejemplo de un niño hiperactivo no tratado o no diagnosticado. La no aceptación de esta circunstancia por parte de su familia, genera un estigma dentro del grupo de convivencia que se contamina al entorno mas cercano y que añaden dificultades para la normalización en su red social o a nivel académico y cada vez todo es más difícil: se le aparta de las clases, suspensos, se le cambia de colegio… “el sistema genera una inestabilidad, y conforme el menor va cumpliendo años, existe una adquisición de habilidades evolutivas cada vez más defectuales, que puede derivar en un adolescente inestable, impulsivo con problema de adicción a sustancias como forma de autotratamiento para tratar de focalizar su atención”.
Además ese estigma se extiende a cómo se ven ellos mismos y esas atribuciones negativas se incorporan como propias. “Con lo cual la recuperación se ralentiza e incluso pueden llegar a abortar la mejoría a cualquier abordaje terapéutico”. Y en muchos casos las personas con un trastorno mental dejan de hacer actividades sociales o de perseguir algún deseo por miedo al rechazo. Esos estereotipos que se asocian a las enfermedades mentales se consideran que afectan a la capacidad de decidir y a la capacidad de poder llevar a cabo una vida normal. Afecta a lo laboral, a conseguir una vivienda, un crédito, mantener relaciones personales… Y eso que, según la OMS, se estima que uno de cada cuatro ciudadanos tendrá durante su vida algún tipo de problema de salud mental.
Información y educación, claves para eliminar los estigmas
Para eliminar esos estereotipos negativos y difundir una imagen más ajustada a la realidad, el Doctor Zafra señala que hay dos caminos: la información y la educación. “Hay que abrir las puertas y explicar bien estas enfermedades, qué se está haciendo, y que los pacientes no tengan miedo a reconocer que tienen un problema de salud mental y hablen libremente de su enfermedad. Y por otro lado, hay que generar una normalización cultural en las personas desde la temprana edad, la educación es fundamental para quitar los prejuicios y generar un cambio social de la percepción que se tiene sobre la Salud Mental”.
El desconocimiento y la falta de información lleva a la sociedad, al paciente y a su entorno a perpetuar una serie de ideas erróneas sobre la enfermedad. Dos caminos en los que las asociaciones de enfermos mentales están trabajando intensamente para conseguir eliminar los estigmas y explicar que una enfermedad mental es una enfermedad más, según el doctor Zafra, considera necesario potenciar la labor de las asociaciones de pacientes y familiares para recibir más recursos que le permitan vencer el estigma existente.
Empoderamiento del paciente
A ello se une el trabajo que se realiza en Servicios Sanitarios de Salud Mental, como el existente en el Hospital Vithas Nisa Valencia al Mar, donde trabajan en el empoderamiento del paciente. El empoderamiento consiste en dotar de herramientas del paciente para combatir la enfermedad que tiene, mejorar su funcionamiento y disminuir el estigma y el marcaje social que hay. “Es acompañar a la persona a que decida tomar las riendas de su vida asumiendo que debe cuidarse de una enfermedad de la que no es culpable. Por eso, las lineas de actuación de los servicios de psiquiatría son de apertura respecto al tratamiento de la enfermedad mental trabajando desde la igualdad, la integración social y la máxima autonomía del paciente”.
Además, según manifiesta el dr. Zafra, hay que trabajar el compromiso de la relación entre el profesional y el paciente . “Todo funciona mejor cuando el paciente acepta, aunque sea una aceptación parcial y se compromete a mantener unos mínimos de salud en el abordaje terapéutico”. Para conseguir ese compromiso el paciente debe tener voz y voto, siendo necesario integrar a la familia como elementos principales del tratamiento, “un buen soporte familiar es garantía de un mejor pronóstico”. Como afirma el doctor Augusto Zafra, ya no se trabaja desde el ordeno y mando por parte del profesional. Ahora se comparten unos conocimientos y una experiencia de cuales son las mejores opciones terapéuticas y se informa de cada paso a dar en cada momento. Y hay que saber comunicarlo para que “la persona contemple la posibilidad de hacer lo que le es más adecuado en cada momento”. Sin ese compromiso, las posibilidades de curación se reducen.