El feminismo es un negocio boyante. Esta realidad no ha pasado desapercibida a profesionales avispadas que utilizan la defensa de los derechos de la mujer en su beneficio. Leticia Dolera, Gloria Lomana y Asia Argento son algunas de estas falsas feministas a las que sólo les mueve ganar dinero y poder
Este domingo se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. El objetivo era loable, y cualquier persona de bien lo comparte. Hay que combatir la violencia contra las mujeres pero también contra los niños, los ancianos y los pobres. La violencia ejercida contra los más débiles.
Los recientes actos contra la violencia machista cierran un año en el que el feminismo ha impuesto, con la ayuda de los medios, su agenda en la sociedad. Desde la huelga del 8 de marzo, que algunos consideran la última revolución en el calendario gregoriano, no se ha dejado de hablar de los derechos de las mujeres. Ni siquiera la exhumación de Franco o la liberación de los transexuales han hecho sombra al tema estrella.
Tanta unanimidad en torno a este asunto da que pensar, no porque uno esté en contra de la igualdad entre hombres y mujeres, sino porque cualquier crítica al movimiento feminista, por nimia que sea, te convierte en un apestado social. Lo moderno es hoy declararse más feminista que nadie, como esos hombres que imploran perdón por su condición masculina. Resultan patéticos al ser más papistas que el Papa. Se hacen llamar los “nuevos hombres”. Da un poco de pena verlos y escucharlos.
Aun compartiendo que muchas mujeres siguen estando discriminadas —no tanto las jóvenes como las adultas con cargas familiares—, siento repulsión por el feminismo talibán, que se ha impuesto al moderado. El primero considera la defensa de la mujer como la caza al hombre y siembra de minas el campo de entendimiento entre el sexo masculino y femenino. El feminismo razonable, aquel que defiende a las mujeres sin enfrentarlas a los varones, se ha quedado en minoría.
El feminismo radical, alentado y subvencionado por la izquierda institucional, ha sido muy hábil al situar la lucha de los derechos de la mujer en el centro del debate político y social. Cuenta con un amplio respaldo de mujeres que creen en esta causa de buena fe, pero eso no impide que la legítima defensa de la igualdad entre sexos sea manipulada para servir a fines espurios.
Al igual que los hombres que explotan causas nobles en su beneficio, algunas mujeres avispadas se han dado cuenta de que no pueden desaprovechar la ocasión que les brinda el feminismo y se han subido a este tren para ganar dinero y conquistar poder. Es una historia conocida: unos/as oportunistas se valen de los sentimientos sinceros de la gente para vivir como pachás. Son hipócritas porque sus comportamientos no se corresponden con sus discursos públicos.
El más reciente es el de la actriz Leticia Dolera, acusada por la actriz Aina Clotet de haberla despedido para el rodaje de una serie televisiva al enterarse de que estaba embarazada. Lodera se ha hecho de oro agitando la bandera del feminismo, sobre todo entre las más jóvenes. Le llueven los contratos y ha vendido como rosquillas su libro Morder la manzana, que debería haberse titulado Morder el anzuelo.
Otra actriz, en este caso la italiana Asia Argento, fue una de las promotoras del movimiento #MeToo y reveló, como tantas otras artistas, que había sufrido abusos por el productor baboso Harvey Weinstein. Lo que no contó es que le había metido mano a un menor de 17 años y le había pagado una millonada para que mantuviera cerrada la boca. La actriz ha optado por un perfil bajo tras conocerse el affaire con el chaval.
Pero también hay periodistas como Gloria Lomana, exdirectora de informativos de Antena 3. De cuando en cuando escribe unos artículos infumables en el viejo diario progresista. Sólo los lee su pareja, Josep Piqué, el hombre elegido por el adusto Aznar para comenzar en su día la demolición del PP en Cataluña. Lomana ha descubierto la fuerza del feminismo (y su atractivo económico) en la madurez. Así lo refleja en su libro El fin del miedo. Para miedo el que tenían antiguas compañeras a quedarse embarazadas porque a la señora Lomana no le gustaba que engordaran por tal circunstancia. La cámara las prefiere delgadas y esbeltas, como ella.
Lo moderno es hoy declararse más feminista que nadie, como esos hombres que imploran perdón por su condición femenina. Da pena verlos
Y cierro esta lista de falsas feministas con la ministra de Justicia, Dolores Delgado. En una de sus conversaciones achispadas con el excomisario Villarejo, confiesa que prefiere trabajar “en un tribunal de hombres, de tías no quiero”. Lo justifica porque, según ella, los varones son más transparentes que las mujeres. La ministra sigue perteneciendo a un Gobierno que se presenta como el más feminista de la historia.
Valgan estos cuatro ejemplos de mujeres que han abrazado el feminismo por oportunismo. En estos tiempos de capitalismo desbragado e inmisericorde hay que ponerse a cubierto como sea, porque caen chuzos de punta. Y la defensa de los derechos de la mujer es una excusa idónea para ganarse la vida. Como siempre, todo se reduce a una cuestión de dinero y poder. El feminismo es un negocio más y se alimenta de la buena voluntad de muchas mujeres. Por eso hay emprendedoras como Leticia Dolera, dispuestas a enriquecerse sin el más mínimo cargo de conciencia.
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