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¿El final en diferido de la carrera política de Mazón?

Foto: ROBER SOLSONA/EP
30/11/2024 - 

Hace poco más de un mes, el president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, tenía ante sí una carrera prometedora. Tras poco más de un año al frente de la Generalitat, Mazón había logrado deshacerse de Vox (no por devoción, sino porque Vox salió de todos los gobiernos autonómicos en los que estaba por directrices de Madrid). La oposición seguía en estado de shock por haber perdido las elecciones de 2023 sin que realmente pensaran que esto podía ocurrir (y menos aún con la claridad con la que perdieron). Mazón comenzaba a labrarse una imagen de dirigente simpático y "campechano", con una cercanía a la gente expresada mediante sus vídeos en redes sociales, en los que lo mismo se comía un "grillo" (terrorífico bollo de mayonesa y tomate que sirven en un bar de Alicante) que se ponía a correr para prepararse para una media maratón.

La Dana del 29 de octubre dio la medida de las limitaciones de Mazón. Y descubrió ante los ciudadanos, los que le habían votado y los que no, que sus limitaciones son muchas y en algunos aspectos con consecuencias gravísimas para ellos. Mazón demostró que, como tantos otros, es un político que sabe actuar (en el más escenográfico de los sentidos) a favor del viento, pero que se queda sin recursos cuando vienen mal dadas. Primero, por su desinterés frente a lo que se veía que, como mínimo, iba a ser un temporal grave. Con inundaciones en Utiel y Requena, con avisos de toda clase, con otras instituciones que sí tomaban medidas ante la Dana, Mazón desdeñó el peligro, no sólo potencial, sino muy real, que ya podía verse en dichas inundaciones, de diversas maneras: continuó su agenda como si tal cosa, riéndose de las instituciones que fueron más precavidas, como la Universidad de Valencia, y culminó su lamentable actuación con un vídeo, después borrado, que también sirvió para quitarle importancia a lo que ya se nos estaba echando encima.

Con esa despreocupación se fue a una absolutamente innecesaria comida para repartir la dirección de À Punt que se prolongó durante horas, y volvió a aparecer cinco horas después, cuando ya era tarde, y además para que tuvieran que explicarle lo que estaba pasando.

Lo que estaba pasando: más de 200 muertos. Miles de casas, negocios y espacios públicos comunes devastados. Cientos de miles de personas afectadas. Un desastre sin parangón en el que el presidente no estuvo, a pesar de que se le estuvo esperando horas y horas. Un balance que ningún dirigente político podría soñar con modificar en su inevitable conclusión: la enorme pérdida de confianza, tanto de sus compañeros de partido como de la sociedad civil en sus diversas esferas y naturalmente de los ciudadanos, en particular los más afectados por la Dana. Desde el 29 de octubre, la carrera política de Mazón ha quedado encallada, probablemente para siempre. Y no por mala suerte. Afrontar un desastre así constituye mala suerte para todos los implicados, como es lógico. Pero la actuación de unos y otros sirve para darnos la medida de su valor. En este caso, como político. Y ya ha quedado claro cuál es el valor de Carlos Mazón.

Desde aquel día aciago, Mazón ha seguido una carrera frenética por mantenerse. Por las razones que sean, pero que vistas sus prioridades (la imagen, el relato, llevar la iniciativa; vamos, lo mismo que hacía con sus vídeos de Instagram, pero ahora con cuestiones mucho más importantes) tienen mucho más que ver con su interés particular que con el de los ciudadanos.

No es el único que se ha dedicado a este tipo de jueguecitos con el relato en lugar de dedicarse a lo importante, que es gestionar lo mejor posible esta crisis; también muchos en el Gobierno central, en los ayuntamientos, etc., coquetearon y coquetean aún con este tipo de pulsiones tan nocivas, que contribuyen a la antipolítica porque en esencia también son antipolítica, pues convierten la política en una fabulación ridícula y que no aporta soluciones de ninguna clase, salvo para los que viven de la política. Pero, aunque muchos otros lo hagan, eso no exculpa a Mazón por hacerlo también, como el que más.

Y sobre Mazón pesará siempre, como una losa, el contraste entre el sufrimiento de las víctimas de la Dana y la actuación del president de la Generalitat ese día. Su imagen departiendo apaciblemente en "El Ventorro" mientras las inundaciones devastaban la provincia de Valencia le perseguirá siempre y es insostenible: personalmente me parece imposible que logre superarla. Porque, además, seguimos teniendo a un president que está al mando, pero no parece ejercer el mando con eficacia, hasta el punto de que ha buscado un vicepresidente militar para que le sirva de escudo (otra vez, la imagen) y en teoría se encargue él de la reconstrucción, con un comienzo tan poco prometedor como este: tras una semana, el vicepresidente Gan Pampols no se ha molestado en visitar ninguna de las localidades afectadas por la Dana; no ha trazado ni siquiera las líneas maestras de lo que sería su plan para la reconstrucción; y ha generado una primera polémica porque ha forzado la modificación del tope salarial de los consellers para que pudieran subirle el sueldo por encima de ellos y del propio Mazón.

Así que, otra vez, las medidas de Mazón pensadas para mejorar su imagen se le vuelven en contra, porque manifiestamente no sirven para una situación así y soliviantan a la gente cuando se ve que detrás de la imagen no hay nada, o bien una imagen mucho peor (como la del vicepresidente para la reconstrucción preocupado por su sueldo en lugar de por la mencionada reconstrucción). Mientras tanto, muchos alcaldes de las localidades afectadas, también del PP, están ejerciendo el auténtico liderazgo que sus ciudadanos necesitan; al menos, están ahí e intentan aportar soluciones. El presidente de la Diputación de Valencia, Vicente Mompó, muestra un talante cercano y sí que se molesta en acercarse por estas localidades, al igual que la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé. El ministro de Transportes, Óscar Puente, da explicaciones de lo que se hace desde su Ministerio y muestra un mínimo de interés y empatía por las personas de las localidades afectadas que, semanas después, continúan en una situación desoladora. Y eso también es hacer política.

Es el tipo de política que se espera y que se necesita. Hechos y empatía. La imagen, desprovista de lo anterior, no sirve para nada y es contraproducente. Si además se une a lo sucedido el 29 de octubre, es un intento fútil por lograr revertir lo irreversible. La carrera política de Carlos Mazón terminó ese día, y ahora estamos viviendo una extraña situación, en la que todo el mundo tiene más o menos claro que esta prórroga acabará con su dimisión o su renuncia, que no se ha dado aún porque él no quiere renunciar en el ya comentado intento por darle la vuelta a la situación; en su partido no se pueden permitir unas elecciones o un cambio incierto ahora; y en la oposición, que está en el gobierno en España, les viene muy bien que siga como útil pim-pam-pum. En cambio, a la ciudadanía no le conviene en absoluto, porque a estas alturas su incapacidad para gestionar el post-desastre es manifiesta. Pero aquí estamos, con triquiñuelas y "relato".

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