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LAS SERIES Y LA VIDA  

‘El gran fondo’, la comedia noruega que no esperábamos

27/03/2021 - 

VALÈNCIA. Resulta que en los años 70 Noruega descubrió petróleo y gas en el Mar del Norte, lo que le convirtió en un país muy rico. Para gestionar las riquezas obtenidas de la explotación de los yacimientos y que revirtieran en el bienestar social, en 1990 el gobierno creó el Statens pensjonsfond Utland o Fondo Estatal de Pensiones, llamado coloquialmente Fondo del Petróleo (Oljefondet), que invierte en los mercados financieros internacionales, pero según determinadas normas éticas impuestas por el gobierno. Por ejemplo, no invierte en empresas armamentísticas, tabaqueras o las que incumplan con algunos principios de sostenibilidad. Así, han logrado generar riqueza por más de 600.000 millones de euros y convertirse en el mayor fondo soberano del mundo. Entre sus misiones, asegurar las pensiones y la atención médica gratuita.

No, no hace falta que miren la cabecera, no se han equivocado de sección y no estamos en la de economía. Esto es Culturplaza y es una columna sobre series de televisión, pero es que esta información es necesaria para entender de qué va la serie de la que vengo a hablar y su alcance. El gran fondo (Filmin), es una comedia de ocho capítulos de unos 22 minutos creada por Harald Zwart, que cuenta el día a día de la oficina que se encarga del Fondo.

Comienza cuando al director de inversiones, un bróker que juega peligrosamente con los límites, le colocan una responsable de ética que cree profundamente en lo público y su defensa. Por encima de ellos, una CEO un poco ensimismada, que no quiere problemas ni tener que tomar decisiones. Lo que pasa es que los problemas y las decisiones son inevitables cuando chocan la socialdemocracia y el capitalismo, la protección de lo público y la más descarnada expresión de la búsqueda del beneficio económico. Y eso es lo que cuenta esta entretenida producción noruega. 

El gran fondo parte de un planteamiento similar al de las series de oficina, como The Office o Parks and Recreation, donde el microcosmos laboral es el protagonista. Pero como aquí el cosmos es micro, pero sus efectos y el trabajo que en él se desarrolla son macro y de alcance mundial, vemos secuencias en otros países y aparecen mafiosos rusos, representantes de gobiernos extranjeros e impagables injerencias de la embajada USA, encarnada en la gran Marcia Gay Harden.

A muy buen ritmo y con mucha ironía, la serie desvela las presiones de las grandes empresas y de otros gobiernos, los tejemanejes internos de la propia administración, la corrupción y la connivencia de los representantes públicos con los intereses privados y la frivolidad con que se gestionan fondos públicos, además de los muchos retos éticos que hay que librar cuando se manejan cifras astronómicas.

El protagonista, Per Grepp (Thomas Gullestad) tiende a olvidar que está manejando dinero público y se comporta como si fuera el protagonista de El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013), jugando al vendo-compro-subo-bajo y sintiendo las descargas de adrenalina. Pero la representante de la ética, Kathrine (Kathrine Thorborg Johansen), tampoco se salva de las pullas, vinculadas a la ingenuidad con la que a veces analiza las situaciones y a la pureza o el postureo que conllevan sus actuaciones y las del comité de ética. La interacción de ambos, personajes bien definidos e interpretados, centra la serie con dinamismo y química, sin olvidarse de la importancia de los secundarios y episódicos, algunos verdaderamente notables, como la jefa máxima, la pareja de representantes suecos o el empresario ruso.

‘El gran fondo’

Como ven, mucho cachondeo a costa de un elemento vital para el bienestar de la población noruega y también para el prestigio de la nación, del que también se ríen lo suyo. Hay mucha coña con el mito noruego, y escandinavo en general, acerca del paraíso socialdemócrata que, en nuestro imaginario, conforman estos países: la perfecta sociedad del bienestar, el orden social, la moral del trabajo y la disciplina, etc. Estamos acostumbradas a los thrillers nórdicos, tan abundantes y con tanta personalidad que, prácticamente, son un subgénero. Nos traen algo así como la otra cara del paraíso, la aparición de lo siniestro, las fuerzas oscuras que operan bajo el confort. Pero no es habitual ver ese mundo en clave de comedia. No porque no las produzcan por aquellas tierras, sino porque aquí no nos suelen llegar.

Lo bueno es que el interés de El gran fondo no está solo en que sea una rareza para nuestros ojos, sino en que es una serie que vale la pena. Bien escrita e interpretada, la sátira es divertida y tiene mucha miga. Y ya que los thrillers nórdicos están ejerciendo una influencia más que notoria en nuestra producción (no hay más que pensar en La caza. Monteperdido y La caza. Tramuntana, El sabor de las margaritas o Kosta, entre unas cuantas más), sería estupendo que comedias europeas tan críticas con el poder y con los símbolos de la nación como esta, o como la belga Parliament (Filmin), crearan también un poquito de escuela, para que Vota Juan y Vamos Juan (que no nos cansamos de reivindicar y recomendar) no estuvieran tan solas en esa mirada ácida y burlona sobre los que mandan.

‘El gran fondo’

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