VALÈNCIA. La relación histórica entre arte contemporáneo -o, mejor dicho, sus instituciones- y cultura popular ha sido más bien compleja. Una relación marcada por los muros, barreras cada vez más agrietadas que ahora plantean una reflexión sin complejos sobre el espacio, tanto físico y social. En este sentido, el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) ha querido tumbar una nueva barrera con la cultura popular con Cardiograma, un proyecto expositivo de la artista Lola Lasurt que parte de las Fallas para plantear una reflexión mayor sobre el estado de la democracia. Este supone, además, el primer proyecto comisariado por Nuria Enguita desde que accediera a la dirección del museo, una primera muestra que subraya la relación del centro con el territorio.
El proyecto, que se podrá ver hasta el 19 de septiembre, tiene como punto de partida la visita de Lasurt al Museu del Gremi Artesà de Fallers de València y el encuentro con un ninot indultado de nombre Democracia, obra del artista fallero José Azpeitia. El proyecto propone el traslado de este ninot al museo, una figura que, estéticamente, se aleja de las representaciones festivas o burlescas propias de las Fallas, un ninot que muestra a una mujer joven aparentemente dormida, una imagen robusta para la se ha realizado una nueva peana en forma de óvalo que protege a esa Democracia pensante, un proyecto realizado en colaboración con la escuela del Grau Superior de Formació Professional d’Artista Faller i Construcció d’Escenografies.
Las imágenes rescatadas de mascletás o cordás dan forma a un proyecto expositivo que pone el foco en una sociedad que, quizá ahora más que nunca, debe repensar hacia dónde camina. Sobre esto, hablamos con Lola Lasurt.
-¿Cuál es el punto de partida de Cardiograma?
-En este caso entendemos el sistema como una persona, como un ente con vida que crece y pasa por distintos periodos. Al que, ahora más que nunca, tenemos que cuidar. Las Fallas las entiendo como este diagnóstico del médico, un diagnóstico anual. Aunque hay muchas teorías sobre su origen, al final remite a esa necesidad del pueblo de quemar lo malo. Es una vía de escape para que todo funcione de manera equilibrada. Es necesario, también, ese fuerte componente de sátira política, para establecer un equilibro social. Siempre en mi trabajo analizo el momento en el que nace la criatura democrática, la Transición. Yo nazco en 1983 y creo que para entender el momento actual es importante entender ese momento de tanta energía y renovación, algo que se vincula con las Fallas. Lo hago, eso sí, como historiadora amateur, haciendo un recorrido por la cultura popular de manera autodidacta. También esto es algo que me interesa, esa tensión entre cultura popular y arte contemporáneo, entender por qué están separados. En este sentido entiendo que el trabajo de artista fallero se equipara al de artista porque, además de la artesanía, está ese sentido crítico sobre el tema que trata.
-Habla de las Fallas como equilibrio de fuerzas, curioso en un momento en el que llevamos dos años sin esa vía de escape.
-Y esto es vital para el proyecto. Está todo en suspensión, no se pueden hacer estos eventos de masas, algo que forma gran parte de mi trabajo. Este momento de suspensión, sin embargo, es el ideal para repensar como proseguir. Una característica central en mi trabajo es esa mirada hacia atrás, el rescate de episodios pasados. Cada proyecto es un rescate porque creo que es algo útil para repensar el presente y esta suspensión crea el clima ideal para hacerlo. Creo que el sentido inicial de la fiesta, como el de la democracia, se ha ido perdiendo. Por eso tenemos esa necesidad de volver al inicio.
-Precisamente uno de los puntos de partida es ‘Democràcia’, ninot indultat de José Azpeitia Ureña, una figura vinculada a la escultura.
-De aquí parte el proyecto, de ese encuentro con la Democràcia de Azpeitia. Cuando me la encuentro parece que me la sirve en bandeja para hablar de lo que quiero hablar. Además me lleva a esa conexión con espacios que de fuera del museo. Me inquieta esa separación, siempre busco esas conexiones entre el museo de arte moderno con otro tipo de instituciones, con espacios no representados ahí. En este caso también son importantes lo vínculos con las personas, con Azpeitia, a quien quería entrevistar. Sin embargo, la misma noche que pedimos la pieza falleció el autor, no lo he podido ni conocer. No se sabe en qué año la hizo y esto también era muy importante, algo que activaba una conversación que nuca se produjo. Al final ha quedado como una incógnita qué representaba para él esa Democràcia.
-¿Y qué significa par ti?
-Es curioso porque entre tantos ninots festivos, esa pieza parecía una lápida. Es muy interesante porque está hecha con resina, por eso se piensa que es de finales de los ochenta, pero parece bronce. Representa a una mujer aparentemente dormida, algo que funciona como alegoría de lo que está pasando ahora. Me sirve también para especular, para preguntarnos qué aspecto daríamos a las democracia hoy mismo. La planteo como si fuera una persona viva que deberíamos cuidar. Todos, no solo los representantes políticos. Ponerla en el centro anima a eso, a cuidarla, genera esa empatía en el visitante.
La democracia está también en suspensión, no sabemos qué le pasa, y esta pieza invita a preguntarse qué hacemos, hacia dónde vamos. Es por esto que se crea este cardiograma abstracto sobre planchas de zinc, una suerte de friso en la que se proyectan disparos de los años 50 y 60, fuegos primitivos que he recuperado del Arxiu Fílmic del Institut Valencià de Cultura, que cuenta con un archivo maravilloso de vídeos domésticos, vídeos que explican la historia de otra manera. De alguna manera intento reanimar a esa criatura democrática con esos primeros disparos.
-Como artista no valenciana, ¿cuál es la posición que toma al trabajar un elemento como las Fallas?
-Es un espacio de privilegio en el sentido de que no tengo un vínculo emocional tan fuerte como tendría un valenciano. Esto es algo que me ha preocupado desde el principio. Cuando empecé a trabajar, mis proyectos eran pintura en torno a mi álbum familiar o un documental con los clientes del estanco de mi madre, cosas muy propias. Cuando empecé a a hacer proyectos para otros espacios no sabía si tenía sentido, pero el primero funcionó muy bien y creo que es por esto, porque venía de fuera. Cada proyecto es un excusa para investigar. Por esto creo que uso tantos espejos, porque necesito que ese tema vaya y vuelva. En este sentido, creo que, además del qué, es muy importante el cómo.
-Hablas además sobre la importancia de esa conexión entre el arte contemporáneo y la cultura popular.
-Es vital. Los artistas contemporáneo de cada época se han inspirado constantemente en el arte popular, de Miró a Picasso. De manera explícita o, muchas veces, sutil. Es una cuestión, también, de afectos. El arte siempre ha trabajado sobre la espiritualidad, por esos son atractivos estos rituales. Siempre nos ha atraído, aunque quizá de una manera no literal. En este caso una cosa importante es que he unido equipos de trabajo, el del IVAM y el Gremio de Artistas Falleros. Me molesta esta separación de arte contemporáneo con el arte popular, por eso lo intento unir. Hay que buscar estos canales de conexión, no tiene sentido que haya una separación.