VALÈNCIA. Los relatos de los museos se construyen a través de sus sonidos y, también, de sus silencios. Uno de los más evidentes, la falta de representación de artistas mujeres en colecciones y recorridos expositivos de todo el mundo, un vacío generalizado en el que, aunque a diferentes velocidades, muchas instituciones se están afanando por revertir. En esas está también el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), que desde hace años trabaja desde distintos flancos, la programación o la compra de obra, para enfrentarse a esa brecha que todavía pesa en la cultura, un camino que ahora mira a la historia de aquellas artistas que operaron en la España y Portugal del final de la dictadura y principio de la democracia.
Soledad Sevilla, Esther Ferrer o Ana Peters compartirán espacio con firmas como Graça Morais, Gracinda Candeias o Luísa Correia Pereira en El poder con que saltamos juntas. Mujeres artistas en España y Portugal entre la dictadura y la democracia, una gran exposición comisariada por Patricia Mayayo y Giulia Lamoni que abrirá sus puertas la próxima semana y que pretende indagar en los paralelismos entre ambos países en ese momento de represión y ruptura. El IVAM ofrece así una mirada artística y social al trabajo de las creadoras de ambos países en las décadas de 1960 y 1970, en el caso de España, en ese camino a la democracia tras una dictadura que había relegado a la mujer al rol único de esposa y madre y desprovista de muchos derechos legales
Aunque en ambos países surgieron iniciativas feministas tempranas de carácter clandestino, no fue hasta el inicio de la democracia cuando se desarrolló el feminismo de la segunda ola en la Península Ibérica. Esta transición –tanto en minúscula como en mayúscula- es en la que ahora posa la mirada el museo valenciano, un momento visto a través de los ojos de unas creadoras que partían de una posición “triplemente periférica”: en la sociedad y el arte de su país, por ser mujeres; en la escena artística internacional, por trabajar desde el sur de Europa; y en los relatos del feminismo hegemónico, por no ajustarse al modelo de “artistas feministas” establecido en el mundo anglosajón, relatan desde el museo.
Para muestra, un botón. Entre las artistas presentes, la exposición reúne piezas de la artista suizo-valenciana Lola Bosshard, una de las pioneras de la abstracción en España, cuya obra fue recuperada en el almacén de una peluquería de València, que posteriormente protagonizó una exposición en la galería José de la Mano. Este caso es el del tantas y tantas creadoras que han quedado en el olvido, cuyo eco va cobrando fuerza a medida que se trabaja sobre sus legados. En este sentido, cabe resaltar que entre las piezas seleccionadas no todas se ocuparon de reflexionar sobre la condición femenina, aunque una buena parte sí reflexionaban, de una manera más o menos explícita, sobre cuestiones como la división sexual del trabajo, los roles sociales, la maternidad, la domesticidad o la violencia sexual.
Como no podía ser de otra manera, en esta exposición se pone el foco en los hilos comunes que unen a las distintas artistas representadas, en gran medida en referencia al tiempo que habitaban y su dificultad para acceder a ciertos círculos, pero también en el gran abanico de propuestas que protagonizaron. Abstracción y arte normativo, realismo tradicional, pop art, conceptualismo o neodadaísmo. Pintura, fotografía, dibujo, collage o vídeo. Cuerpo, naturaleza o sexualidad. Estos son algunos de los estilos, formatos o categorías que quedan reflejados en la exposición, un abanico diverso que constata la necesidad de realizar un acercamiento que abarque lo global sin dejar de lado lo específico. O viceversa.
La exposición se construye gracias a la colaboración del museo con la Fundación Calouste Gulbenkian y forma parte del programa ‘Portugal/España: 50 años de cultura y democracia’ promovido por los Ministerios de Cultura y Asuntos Exteriores de ambos países, una muestra que se divide en nueve secciones que toman el nombre de un adverbio o preposición presentes en la lengua española y portuguesa. En este sentido, cada apartado se abre con una cita de las Nuevas cartas portuguesas de Maria Isabel Barreno, Maria Teresa Horta y Maria Velho da Costa, texto que inspira el propio título de esta exposición. El libro, que cuestiona de una forma compleja la condición de la mujer en la sociedad portuguesa de la época, fue publicado en 1972 y censurado por ser considerado pornográfico. Las autoras fueron procesadas y, finalmente, absueltas después de la Revolución de los Claveles que dio inicio a la democracia en Portugal.
El recorrido se completa con tres secciones tituladas Encuentros, que documentan algunos de los principales momentos de contacto entre las artistas españolas y portuguesas en estos años. A pesar de que tanto unas como otras tendieron a buscar sus referentes en centros artísticos como París, Londres o Nueva York, hubo una serie de intercambios interesantes entre ellas que han sido desdeñados, en general, como acontecimientos menores, pero que merece la pena recuperar desde el punto de vista de una historia que trascienda la dialéctica centro-periferia.