Doctor Collado es como el Central Park de Valencia. Si te quedas allí quieto el tiempo suficiente, seguramente verás pasar a todos los que viven en la ciudad. Pues ahí está el Kiosko, justo detrás de la Lonja
Puede que por eso lleve tanto tiempo funcionando, puede que la clientela, 50% autóctona, 50% guiri de youth hostel que le asegura esa ubicación, hayan mantenido la rueda girando. Se reconoce enseguida, porque tiene una terraza en la que casca el sol cosa mala, suele haber alguien pidiendo pasta con una guitarra, y en la fachada tienen la foto de un cheñor poniendo un tanque de cerveza.
Hay un cartel en la puerta que te avisa de que no tienen pago con tarjeta, porque el datáfono está averiado. Ese cartel lleva ahí más tiempo que el asfalto, así que o bien la pieza que le falta al datáfono la están forjando los elfos de Gondolin con mithril de las minas de Moria, o bien se cagan en arreglarlo por lo que sea. También te avisan de que tienen Bizum.
La terraza está llena, así que nos toca esperar un ratito buitreando las mesas a ver quién se levanta primero. Aproximadamente a los 10 minutos, una pareja con un carrito se siente culpable de vernos de pie mientras miran cómo se deshace el hielo de sus cafés vacíos y se piran. Esta es la oportunidad.
El camarero nos indica que podemos escanear el QR, y oh, sorpresa, todas las tapas tienen un suplemento de 50 céntimos si se sirven en la terraza. Las tapas son bastante corrientes, nada lo peta por encima de nada, así que investigamos un poco el apartado bocadillos, y además nos decidimos por unas croquetas de rabo de toro y unos caracoles.
Lo primero por supuesto son los bocatas, medios, en este caso. Un chivito y uno de puntilla, a tres pavetes cada uno. Son un poco más pequeños de lo que mi fantasía esperaba, son puntitas de pan. En el caso del chivito lleva jamón serrano, lomo, lechuga, tomate y mayonesa. No bacon, no huevo. Está correcto, pero se me queda pobruso. Poco bocata, poco mimo.
El de puntillas viene sin mayonesa, y también pues eso, puntilla entre pan, lo que promete. Sin un mal limoncito para chorritarlo. La soledad. El abandono.
Estamos con el último bocado y aparece el camarero con nuestras dos croquetas en un plato.
Vale, las croquetas.
A ver. ¿Cómo enfoco yo…?
Esto no es eufemizable. Las croquetas no estaban buenas.
Además de estar tibias, la textura era gomosa, muy mazacote. Ningún sabor a rabo de toro y en cambio mucho a bechamel y a algo tipo nuez moscada. El rebozado no era de pan rallado, era… no sé, otro tipo de movida… huevo con ¿Maicena? Le hice una foto al interior, porque tú en ese interior ya estás viendo que algo no mola.
Tengo algo más de fe en los caracoles, porque huelen bastante a hierbabuena. La ración es pequeñita, es un equipo de futbol sala de caracoles, pero parece que tiene algo más de enjundia.
Yeah, están desde luego mejor. Tienen un puntito picante, y un majadito con frutos secos. Están ricos y pedimos un poquito de pan para realizar el sucaggio, pero jamás llegó. La salsa es bastante salvable.
Pedimos la cuenta sin la sensación de que haya sido un almuerzaco. Las croquetas están en el plato con un bocado cada una, seguimos esperando el pan, y bueno...pues 18,50. Pues un abrazo.
No sé exactamente qué me falla, un poco todo. ¿Habremos pedido mal? Nada está demasiado bueno, el bar es muy antiguo y está en una ubicación que puede llevar a que te relajes. También puede que lleven demasiado tiempo haciendo lo mismo y estén un poco hasta el nabo. Creo que es como un funcionario que ha estado mucho tiempo currando de lo mismo, y ya sabe que no lo van a echar. Da lo mismo, realmente, porque hoy seguramente estará lleno otra vez.
Pues nada, goza de amplio aparcamiento.