VALÈNCIA. Tres libros de mismo tamaño y personalidad asoman por la biblioteca, son los tres primeros títulos de El ladrón de calcetines, una microeditorial nacida de la inquietud del diseñador y docente Nacho Casanova, que ha establecido un marco para el desarrollo de su colección de manera muy personal y, por tanto, singular.
Casanova es bien conocido en el mundo del fanzine y la ilustración, pero, desde hace un año y medio, dio el salto a la edición: “yo desarrollo trabajos de diseño editorial y encuadernación, además de la docencia. También he hecho muchos tebeos. Pero hace un año y medio, me vinieron las ganas de publicar libros. Primero, la idea que me vino fue la de hacer libros tirando a normales, pero al final me decanté por editar libros raros”, explica el responsable.
¿Y por qué son libros raros? Pues en primer lugar, porque han nacido de una cercanía personal con el autor. En este caso, de los tres libros, el primero es una obra del propio Casanova, y el otro han sido encargos a Carlos Ortín y Antonio Soto, amigos del editor, que han sacado a relucir obras o textos que escondían en un rincón de su espacio creativo: “La línea de publicación está marcada por la cercanía, ahora que lo dices, y eso permite poder entrar en la intimidad de la gente que publicamos y, por otra parte, que su publicación sirva casi de portfolio para ello. No queremos editar nada que entre en conflicto con otros proyectos que tuvieran”.
En noviembre de 2021, Casanova se autoeditó Pequeños Naufragios, una serie de ilustraciones poéticas que él mismo realizó. En mayo de este año fue el turno de Sinvivir, una colección de relatos cortos ficcionados pero protagonizados por un personaje homónimo a su autor que reposaban en un blog de Antonio Soto, y que se publicaron en compañía de ilustraciones también de Casanova. Este mes, han publicado El amigo de Kafka, que recoge ilustraciones singulares e inéditas de Carlos Ortín, “narradas” (es decir, con un texto elaborado posteriormente, y no al revés, como es habitual) por Alfons Aladreta, otro de los grandes nombres del fanzine desde hace décadas.
El modus operandi también quiere ser diferencial. Y se trata en realidad de dos ámbitos diferentes. En primer lugar, el de la propia naturaleza de la microeditorial: comparte formalismos con el fanzine (es decir, 0), hace una tirada de 200 ejemplares que distribuye entre una tienda online y algunas físicas de confianza, no reimprime, funciona con el boca-a-oreja y a través de presentaciones, edita a gente amiga (valenciana), y no tiene la mayor intención de hacerse grande ni de aumentar el ritmo de un libro cada seis meses. “Yo sé de hacer libros bonitos, no de hacer negocios”, sentencia Casanova.
En segundo lugar están, en efecto, los libros bonitos. “Desde el origen del proyecto empecé a pensar que quería un libro que fuera en formato rígido, y que diera la sensación al lector que era singulares, que estaban manipulados individualmente, sin llegar a ser un libro de artista. Me gusta el libro de artista, pero tiene un aura demasiado rígida y frágil, y lo interesante es que un libro se pueda manipular y toquetear”. De tanto querer que se toqueteen, todos están encuadernados en tela, a mismo tamaño cuadrado (15,5x15,5 cm), sin tinta y con las letras en un golpe seco.
Y en todos los libros, la contrpaortada incluye un “regalo” único. En el primer libro, una de las ilustraciones de Casanova; en el segundo, Antonio Soto compró en rastros recuerdos ajenos que transformó en propio para continuar la farsa de los relatos de Sinvivir; en el tercero, Ortín y Casanova han diseñado una serie de sellos con una moneda propia.
Todo forma parte del gran mantra de la editorial: “Solo editaremos libros de los que estemos perdidamente enamorados”. Y el público, responde. “Hay veces que los libros se venden de cinco en cinco porque la gente hace acopio para regalar. No buscamos un público amplio, y aunque 200 ejemplares no se venden solo a conocidos; tanto Ortín como Soto como yo tenemos cierto nombre en la escena”, concluye Casanova.