Desafina su ronca garganta ya curtida de vino Carlón, era Carlos Gardel en 1930 cantando a las noches de tango de taberna argentina bañada por este vino nacido en el Baix Maestrat.
Llegamos a esta historia con los vinos de Celler Carlón, nueve socios fundadores y ninguno viticultor, ni enólogo que decidieron plantar viñedo en 2013 para rescatar la memoria de esta zona histórica. Revivir el vino Carlón, es la historia de un colectivo de estos benicarlandos que firmaron un compromiso con su tierra para labrar un legado que dejar a su descendencia. Sus vinos cumplen diez ediciones y el enólogo Rafael Bordalàs, originario de Gratallops, los cata con una sonrisa en los ojos como quien empieza a saborear el trabajo de tantos años.
El Carlón era tal que financió la travesía de Cristobal Colón, o eso podemos suponer si tenemos en cuenta la documentación histórica. Si Carlos Gardel dedicaba La última copa al champagne, desafinaba con vino Carlón y más tarde, Edmundo Rivero bebía con “pucherito de gallinita seca con una buena jarra de vino Carlón”. Tiramos del hilo y seguimos al enólogo que aterrizó a Celler del Vino Carló de Benicarló por su frikismo por la historia vitivinícola.
De los nueve socios, un coupage de perfiles de los que ninguno tenía nociones vinícolas, son siete los que se mantuvieron en el proyecto Domingo Roca; Eduardo Arin; Jose Manuel Galán; Alberto Grau; Jose Antonio Simo; Sergio Galán y Juanma Urquizu. Rafael Bordalàs llega a la historia de estos siete siguiendo la pista del tango de Gardel, parte de la segunda mitad del Carlón, el que viajó. “Entré al proyecto con la idea de recuperar esta zona histórica” comenta el que con 18 años fue el enólogo más joven en conseguir 95 puntos Parker. Ha trabjado en Napa Valley, Ribera del Duero, en la Rioja, Priorato, así hasta con trece bodegas hasta que decidió encaminar la bodega familiar B.G. como proyecto personal que combina con algunos proyectos como el de Renaixença.
La dimensión del Carlón era tal que salían 17 millones de litros entre el 1878 y el 80, pero “lo fuerte es que llegué y no quedaba ni una gota, ni una cepa vieja porque todo se arrancó para huerta”, Bordalàs se asombró al no tener ni una gota donde aferrarse. Hace siete años comenzó este camino a ciegas siguiendo las pistas documentales para descifrar lo que era este vino que antes de hacer las Américas conquistó paladares franceses.
Hacia el 1300, cuando la conquista de Jaume I se regalaron tierras de entre Peñíscola y Vinaròs a veinte de sus soldados; el libro de peajes recoge que los Templarios sacaban del puerto de Benicarló miel, aceite y vino del Maestrat; y Luís de Santángel, comendador de Benicarló, Peñíscola y Vinaròs le deja 1.140.000 maravedís procedentes del comercio a los Reyes Católicos para hacer la primera travesía a América. Y aunque no está documentado, la gente mayor afirma de toda la vida que el vino que se bebía en la Niña, la Pinta y la Santa María era Carlón. Las galeras de la guerra de Flandes también llevaban vino Carlón. Y el auge en la exportación supuso una ruptura en cómo se conocía y bebía este vino.
A finales del siglo XVII, firmas inglesas establecidas en Burdeos y creadoras del primer gran vino de mesa, el “New French Claret”, descubrieron las cualidades de los vinos del Baix Maestrat como excelente coupage para dar fuerza y color a los vinos de Burdeos, según Historie de la vigne du vin (Enjalbert, Henri. Paris, 1975).
Por su lado, Abdón Cifuentes Espinosa, abogado, docente, escritor y político del Partido Conservador, senador en tres periodos, entre 1888 y 1912: escribía: “Tampoco los vinos que se vendían en Chile con etiqueta de reputados Chateaux franceses, eran lo que pretendían ser. Durante mi viaje a Europa en 1870 visité una bodega en Montpellier con un poco de vino de Carlón de Cataluña, que es un vino grueso, otro tanto de agua, un poco de agua de campeche y no se que otro ingrediente se fabricaba toda clase de vinos franceses: chateau lafite, chateau larose, chateau margot etc. En presencia de tales fabricaciones pregunte si se expendían esos vinos en Francia, no me contestaron, sont pur les Ameriques”.
Es tal la demanda que del puerto de Vinaròs llegan a salir 17 millones de litros hacia el 1888. Esto requería de toda una plantación desde la costa y todo el interior: Alcossebre, Alcalá de Xivert, Sant Mateu, La Jana e incluso Ulldecona. En un momento de máxima exportación aparece la tintorera (Alicante Buschet). Los primeros estudios genéticos de esta variedad, que datan de 1878, demuestran que el Carlón histórico no podía ser de tintorera. Y el enólogo Rafael Bordalás, tiene claro que hay dos momentos distintos de Carlón, el de garnacha, vino de mucha graduación, denso y negro que lo utilizaban en travesías y que también vendían bajo su marca los mejores Chateaux franceses al rebajarlo con agua y, el posterior, con la tintorera de plantación joven, respuesta de una altísima demanda: negro, duro, verde y hay que ponerle soda que se exportaba a Argentina.
Llega la filoxera y el resto es historia. Pasaron muchos años de vacío desde 1910, se crea la huerta, nace la alcachofa de Benicarló y hasta 2013 no aparecen las primeras plantas de tintorera que se arrancaron unos años después (13ha) por recomendación de Bordalàs para plantar garnacha siguiendo la historia de nuestro vino. Valientes los socios por esta apuesta a futuro, valiente Bordalàs por decir las cosas como son. Este equipo leva diez años trabajando conjuntamente hasta que en esta añada han conseguido unos vinos con personalidad. Aunque no sabremos como sabe el vino Carlón, comienzan a ser una representación del dos zonas muy diferenciadas del Maestrat, el de costa y el de interior.
Juanma Urquizu es el identificador de viñedos, cuando sale en bicicleta los geolocaliza y así van recuperando y encontrando cepas viejas como la cariñena y la garnacha, coupage con un adn muy Carlón. La tierra costera está muy trabajada, pues se ha dedicado a huerta. Y, en el interior, se han ido encontrado viñedos antiguos como una finca vieja de más de cien años (por una foto de 1918 de un vuelo americano) toda de variedades blancas al lado de una rambla. Un mínimo de nueve variedades distintas tales como palomino, pedro ximenez, xarel·lo, doña blanca, merseguera, embolicaire, moscatell de grano grande y pequeño, garnacha, tortosí que utilizan para vinificar su blanco Carló con barrica. Trabajan para un proyecto de futuro: para sacar calidad y en una viticultura respetuosa, por parcelas y sin sulfitos, tanto es así que con palabras de Edu “me moriré y no veré la máxima esplendor del Carlón, mis hijas quizá sí”.