También se ha presentado una pieza hecha por el Laboratorio de Luz de la UPV y una serie de la artista Concha Rosa
VALÈNCIA. Ayer era día de gala en La Nau. Se presentaban tres exposiciones en el mismo acto (de hecho, hubo una que quedó fuera, para dar comienzo a las distintas actividades que desde el Vicerrectorado de Cultura de la Universitat de València tienen preparado para celebrar los 20 año del centro cultural (y por tanto, los 520 de la UV). Cada una de las muestras guarda sus singularidades y son el producto de la colaboración de La Nau con un organismo. Tres exposiciones, con tres catálogos, que intentan recoger en sus diferentes salas el talento y discursos que otras instituciones ya han conseguido.
En este sentido, la exposición principal, en tamaño y simbolismo, es Lluny de cànon. 23 ores del Museu de Vilafamés en la sala Acadèmia, que estará disponible para visitar desde hoy hasta el 5 de mayo. La muestra ha sido comisariada por la propia directora del museo, Rosalía Torrent, y José Miguel Molines Cano. Desde el MACVAC, que fue el primer museo de arte contemporáneo de la Comunitat, han hecho una selección intentando adaptar su colección (formada únicamente por donaciones y cesiones, nunca compras) a las necesidades del espacio, trayendo obras de gran formato como un José Sanleón de 4 metros de ancho y 2 de alto, o una pieza de Elena Asins, de proporciones similares. No hay un nexo de unión temático, ni discursivo, ni de formato, que una las diferentes obras de la muestra, sino que busca servir como una atracción y como oportunidad de oro de mostrar el valor del museo de Castellón en la capital de la Comunitat. En este sentido, la presentación por parte de Torrent se ha centrado en hablar de la historia atípica de la propuesta que cumple este año medio siglo de funcionamiento desde que Vicente Aguilera Cerni vio en el pueblo del interior una manera de conectar lo rural y la vanguardia.
Las otras dos propuestas, aunque menores en tamaño, no dejan de ser también muy interesantes. La Nau también ha querido ha dedicar un espacio a la universidad hermana, la Politècnica de València, que también está celebrando 50 años. El grupo Laboratorio de Luz, formado por gente de distinto departamento y vocación dentro de la universidad, lleva casi 30 años promoviendo acciones artísticas como parte de su investigación sobre la tecnología, la imagen y el hecho creativo. La propuesta que han trasladado a la sala Estudi General es una instalación audiovisual titulada Idea-Imatge y que intenta reflexionar sobre el propio espacio de La Nau, en una pantalla cilíndrica de 8 metros de diámetro y 2,5 metros de altura que proyecta tres piezas documentales: por una parte, una reconstrucción en 3D del mapa de València del Pare Tosca; por otra, un collage de imágenes que intentan explicar el contexto histórico en el que nació la UPV; y por último, un montaje con algunos de los documentos bibliográficos de la Universitat de València. Con todo esto, se propone abordar la instalación de una manera interactiva a través de un proyector móvil y una cámara que enfoca a la puerta y cuya proyección se hace una televisión con 25 segundos de retraso. A pesar de la aparente complejidad, una vez dentro de la obra, se trata de un dispositivo muy estimulante para el espectador. A pesar de ser solo una pieza, la profundidad y la complejidad de la pieza justifica de sobra el trabajo comisariado por Trinidad García, Pepa L. Poquet, Amparo Carbonell y Emilio Martínez.
Por último, en la sala de menor tamaño, la Oberta, Concha Rosa presenta su último trabajo, que esta semana está especialmente de actualidad. Self Made Woman es una serie de dibujos que la artista empezó a realizar en 2014 y que representan siempre a una mujer dibujándose a sí misma con un lápiz sobre su cuerpo desnudo. Esa metáfora que implica el hecho artística de dibujarse a sí misma dibujándose a sí misma se encauza en un discurso que quiere poner en el centro del debate el empoderamiento femenino y la reivindicación del cuerpo de la mujer en contra de los discursos con niegan lo primero y se apropian de lo segundo. Con simplicidad, pero con una potencia visual más que suficiente, Ros ha distribuido en la sala cuatro grandes dibujos de 2 metros que combina con algunas animaciones y cuatro partes a través de cuyas mirillas, aparecen otros tantos dibujos.