VALÈNCIA. Cuando esta semana se desveló el proyecto de presupuestos de 2024 de la Conselleria de Cultura y Deporte -los primeros diseñados por el gobierno del PP y Vox- no fueron pocos los que arquearon la ceja ante la bajada generalizada a las principales instituciones culturales. Hubo, sin embargo, una excepción: el Museu de Belles Arts de València (Mubav). La pinacoteca pasará a contar con 8,3 millones de euros frente a los 7,2 del presente curso, un significativo aumento que viene con la mirada puesta en el futuro. Así, la partida crece con el objetivo de ponerse en “mayor igualdad” con el resto de museos valencianos y pensando en los “siguientes objetivos” de la legislatura, siendo el principal el impulso a la esperada ley de autonomía del museo, un proyecto puesto sobre la mesa desde hace años pero que nunca se ha acabado de concretar. Así lo expresó la directora general de Patrimonio Cultural, Pilar Tébar, acompañada por el director del centro, Pablo González Tornel, durante la presentación de cuatro nuevos salas de colección permanente, una convocatoria que sirvió para poner negro sobre blanco la hoja de ruta que seguirá el museo en 2024... y más allá.
Otra de las cuestiones a tener en cuenta, de hecho, está íntimamente ligada a la presentación de las mencionadas salas, dedicadas al retrato y al paisaje en la pintura del siglo XIX y principios del XX. Estas se ubican en el nuevo edificio Pérez Castiel, sobre el que el museo ha estado actuando intensamente en los últimos meses con la inauguración de distintas salas permanentes vinculadas a este periodo histórico, como las dedicadas a Ignacio Pinazo o los Benlliure. El ritmo de apertura de salas ha sido frenético este 2023, pero, ¿hasta cuándo se puede mantener? “Para hacer más salas del XIX y XX necesitamos más espacios. Ya no puedo colonizar más de lo que está disponible”. Fue el propio director quien repitió en varias ocasiones ese mismo mensaje: al museo le falta espacio.
En este sentido, señaló la necesidad de pensar en ubicaciones que permitan ampliar el discurso del XIX y XX, al menos, con una sala dedicada al romanticismo y otra dedicada a la parte más contemporánea de la colección, aunque no se aterrizó el cómo. “Habrá que pensar en un espacio para mostrarlos”. Los cambios en el edificio pasan por tratar de encajar estos ‘paréntesis’ artísticos y, también, por completar el discurso ya aterrizado con obra de autores como Julio Romero de Torres, José Gutiérrez-Solana o Ángeles Santos, una ampliación que pasa sí o sí por abrir la cartera y comprar piezas para la colección. Desarrollar este "plan de adquisiciones" sería clave para completar un proyecto que aspira a contar la Historia del Arte más allá del ámbito local, un objetivo que parece contar con la complicidad del nuevo equipo de gobierno. "Los museos que no crecen, que no van rellenando sus lagunas, son fósiles", subrayó González Tornel. Precisamente la apertura de las nuevas salas permitirán al público ver por primera vez nuevas adquisiciones como Familia en el jardín, de Luis Graner, o Puerto de Cudillero de Enrique Martínez Cubells.
Con el discurso del edificio Pérez Castiel prácticamente remodelado, ahora la mirada está puesta en el edificio diseñado por Manuel Portaceli, una parte de la pinacoteca mucho más delicada, pues es la que cobija los grandes retablos, cuyo movimiento requiere de una inversión “millonaria” para la que están todavía pendientes del Ministerio de Cultura, que lleva años sin desatascar la cuestión. Está pendiente, de hecho, una reunión del nuevo equipo de gobierno valenciano con Madrid. La remodelación de la Sala de Retablos, que obligará al centro a cerrar durante un largo periodo de tiempo, tendrá que esperar, un proyecto que queda sujeto también a la licitación de la soñada nueva museografía, pendiente de la financiación del gobierno central. Mientras llega, sin embargo, la pinacoteca continuará ejecutando remodelaciones como las efectuadas hasta el momento, aunque ahora con un nuevo objetivo. Así, la 'misión' de cara a 2024, tal y como confirmó el director del museo, es llevar estas intervenciones al edificio de Manuel Portaceli, con un rediseño del discurso de algunas de sus salas, principalmente aquellas que ocupan el barroco.
El futuro del museo pasa por el inicio de las actuaciones en las salas dedicadas al barroco o el impulso a la soñada Ley de autonomía. El presente, en cualquier caso, nos lleva a las cuatro nuevas salas que desde hoy se pueden visitar en el centro, una recomposición del relato en el que ha sido clave la donación realizada en 2004 por Pere Maria Orts Bosch, gracias a la que el Mubav se convierte en el “centro de referencia en arte del siglo XIX en València”. El retrato español del siglo XIX marca el inicio del recorrido, un retrato condicionado en un primer momento por la herencia académica pero más adelante afectado por un romanticismo que definió la producción de pintores como Leonardo Alenza, Antonio Gisbert, José Gutiérrez de la Vega o Antonio María Esquivel. Durante las últimas décadas del siglo XIX los pintores del realismo, para deshacerse del recuerdo del Antiguo Régimen, miraron a los grandes maestros del retrato español como Goya o Velázquez, pinturas que pusieron el foco en unos nuevos protagonistas que emergieron del mundo burgués. Este camino fue abierto en València por Francisco Domingo Marqués y continuado por pintores como Emilio Sala Francés, el “mejor retratista del territorio español”.
Durante el periodo de entresiglos, finales del XIX y principios del XX, Ignacio Pinazo fue el más incisivo de todos los retratistas, con una pincelada “amplia y segura” que dotó a sus retratos de una inmediatez inédita hasta el momento. La eclosión del modernismo llega representada en gran medida por firmas como Cecilio Pla, Francisco Pons Arnau o Manuel Benedito, que poblaron la ciudad de imágenes modernistas de una “sofisticada elegancia”. Tras el impasse del modernismo y el art déco, buena parte de la pintura española de los años veinte y treinta del siglo XX se decantó por un realismo moderno que, a partir de la Nueva Objetividad centroeuropea, devolvió su rotundidad a la figuración, explican desde el museo. Así, pintores como Josep Maria Marquès y Horacio Ferrer de Morgado practicaron una nueva monumentalidad clásica de las formas que hizo de la figuración una opción tan moderna como las vanguardias abstractas.
El siglo XIX comenzó con las experiencias románticas de Eugenio Lucas Velázquez, cuyos Picos de Europa sumergen al visitante en un espacio marcado por la sublimación del paisaje, escenas que empequeñecen al ser humano frente a una naturaleza imaginada. Más adelante, de la mano de firmas como Carlos de Haes, se consolida el realismo en este género pictórico, un acercamiento desde la calle y no tanto desde la imaginación del espacio habitado. Mención especial para Mariano Fortuny, el gran “renovador” de la pintura del XIX, del que se incluye La libélula, una pintura adquirida en 2023 por la Generalitat. Si “toda la modernidad española está en Fortuny”, destaca González Tornel, también se lleva muchas miradas el “inclasificable” Darío de Regoyos y sus impactantes piezas.
Tras el magisterio de Fortuny, fue Santiago Rusiñol quien hizo avanzar el género paisajístico hacia la modernidad, impregnando su pintura con la vanguardia de París y el modernismo de Ramón Casas. El tratamiento ordenado del paisaje desplegado por Rusiñol, así como el protagonismo de la luz en sus lienzos, fueron practicados en València por Genaro Palau, Joaquín Agrasot o Cecilio Pla. En cualquier caso, fue Joaquín Sorolla quien definió el paisaje valenciano de principios del siglo XX, una mirada que más adelante estaría marcada por la sobriedad geométrica tendente a la abstracción de Genaro Lahuerta o Francisco Lozano.
El Belles Arts lleva obras de Ribera al Petit Palais de París mientras que la Fundación Per Amor a l'Ar afianza su relación con el Thyssen