Reconozco que con el paso de los años he perdido cierto interés presencial en la fiesta fallera. A lo sumo, una vuelta por el circuito de las especiales, para ver a los escultores del fuego, y a las grúas en acción y poco más. Ni castillos ni mascletás. Intento huir de las aglomeraciones. Evitarlas. Sigo conectado a ella, a través de las publicaciones o de la prensa escrita. De este amalgama radiante de luz y color, de felicidad y belleza, de humor y crítica me apasiona la sátira. Devoto de los guiones. Es lo único, que quizás, me une al alma de esta ciudad, Las Fallas de San Josep.
No soy un erudito en el estudio de la fiesta pese a escribir y publicar un ensayo, Les Falles i el Bar Torino, gracias a la apuesta personal de Pepe Doménech y Jesús Costa de Spectrum Arts. Creo que he terminado un ciclo en esta primera etapa de mi vida. La de Mestalla me cuesta cerrarla. Por cierto aún quedan libros, creo, en edición castellana por si están interesados en la lectura.
Tras mi paso por el universo fallero a través de experiencias personales, heremerotecas, libros etc, me he dado cuenta que la enigmática figura de San Josep ha quedado relegada y relevada a un segundo plano, eclipsada por la escena central de la Ofrenda a la Virgen. Por cierto celebramos dos Josés, carpintero y obrero, el 19-M y el 1-M, porque la Santa Iglesia Católica lo decidió así. Sino, pregunten a los más veteranos del Cap i Casal, en el momento que Marcelino el tombolero (no quiere ser fallero) intentó cambiar las fechas en el calendario para evitar concurrir la lujuria y el desenfreno. Fiestas que se celebraban en los pabellones durante la Cuaresma y al clero no le hacía ni pizca de gracia. Seguiremos siendo pecadores, yo por los menos.
No soy opositor a que la peregrinación fallera a la Plaza de la Virgen se pierda por nada del mundo, es bella y pasional, por cierto, de reciente tradición, año 1945, de aquella España dictatorial, oscura y beata. Desfile oficial y organizado por el presidente de los presidentes, Luis Casanova Giner, aunque por edad e historia mi presidente fue Arturo, soy Tuzonista hasta que me muera. Si se dan una vuelta por detrás de la Basílica, Plaza de Junio Bruto, observarán una preciosa placa de cerámica conmemorando el 25 aniversario de la Ofrenda.
Lo que intento explicar hoy aquí, es la idea de resaltar la figura de San Josep, en la actualidad vinculada a la celebración de una eucaristía, y a la postre un pasacalle corto que organizan las comisiones.
San José es una figura hermética, sin apenas información de su vida y la Iglesia lo sabe. De lo que se trata es de visibilizar e incorporar a la fiesta una gran manifestación popular y fallera con trastos, palés, maderas, musical, pirotécnica, de perfil carnavalesca, con vítores a San Josep recorriendo toda la ciudad con final de etapa en el Puerto de València para pegarle fuego a los presentes. Purificarse.
Esta idea fruto de mi imaginación recuerdo habérsela contado a Pere Fuset, buen tipo, me parece, y me alegro de que esté de vuelta a la primera línea politica. No sé si la recordará, sino lo hago ahora. Pero es importante volver a escuchar por la calles ¡Viva San Josep! ¡Viva San Josep! … pues eso, buñuelos de calabaza, con azúcar, sacarina o lo que sea, pero buñuelos por favor, que la globalización no lo devore todo.
‘Una vez se quema, comienza la falla del próximo año’, dice la leyenda. Algunos de los artífices de los monumentos más icónicos sobre el espacio urbano cuentan qué hay de la resaca (emocional)