A punto de volver a España, a punto de dejar Kenya por un tiempo, analizo el placer que supone viajar. Viajar es un placer pero también cumple otras funciones. Una función social importante. A veces supone una importante cura de humildad
Hay muchas maneras de viajar y muchas actitudes a la hora de viajar. Pero cuando aprendes a viajar con una perspectiva más humana, de crecimiento y de enriquecimiento personal y social, el viaje se convierte en un aprendizaje y en toda una experiencia. Pero para ello, hay que viajar, viajar y viajar. Recorrer miles de kilómetros, salir de nuestro entorno y aprender a fluir. Ahí empieza el verdadero viaje, ahí descubres el placer de viajar.
Y es que cuando sales de tu entorno aprendes a dimensionar y relativizar lo que es nuestra propia vida. Estás más receptivo que de costumbre y uno llega a ser capaz de apreciar detalles, descubrir el verdadero valor de las cosas y discernir aquello que merece la pena.
Cuando sales de tu entorno compruebas que hay otras maneras de entender la vida, hay vidas muy distintas a la que uno vive. Viajar es una experiencia que muchos deberían experimentar para aprender a ser más respetuoso, comprensivo y dialogante. Esta es la función social a la que me refiero.
Por ello recomiendo viajar, siempre que se pueda. Y salir de las comodidades y de las costumbres que entendemos y asumimos como únicas. Y cuánto más alejado de nuestra realidad y más contraste haya en el destino que visitemos, más aprenderemos. De hecho hay países que incentivan con ayudas sociales y económicas reales a que sus jóvenes salgan de sus países y viajen, que vivan otras experiencias. Porque viajar a veces supone un esfuerzo, y no sólo económico.
"En los viajes siempre conoces gente peculiar, con vidas diferentes y que en un momento determinado arriesgaron y cambiaron su destino, valientes de la vida"
Viajar debería entenderse como una obligación. Y quien no pueda viajar físicamente puede viajar con la lectura y descubrir por otros canales estas otras vidas, estas otras maneras de ser y otras maneras de hacer.
Ocurre cuando viajas, te das cuenta que no eres nadie. Es cuando conoces a gente que hace cosas diferentes a la que estamos acostumbrados a ver a nuestro alrededor, en nuestro día a día. Cuando conoces a gente que te fascina, que te atrapa y que te pone en tu sitio. Cuando conoces a gente que te enseña, de la que aprendes y que te traslada a otros mundos, a otras culturas y a otros universos
Cuando uno viaja, sea como sea, es cuando conocemos a personas que nos llaman especialmente la atención, porque se alejan de estos roles básicos y vidas comunes a la que vivimos. Y en los viajes siempre conoces gente peculiar, con vidas diferentes y que en un momento determinado arriesgaron y cambiaron su destino. Son "valientes de la vida" que superaron sus miedos, los vencieron y consiguieron salir de esa maquinaria que no les satisfacía o que simplemente quisieron vivir otras vidas.
Pues en todo este tiempo que llevo viajando por la vida me he encontrado de todo. Viajeros de todo tipo, con todo tipo de actitudes, talantes, posición, con dinero y sin dinero que cambian sus vidas o inventan trabajos de todo tipo para seguir su ruta, seguir su camino. Podría enumerar infinitos, cada uno con sus mochilas cargadas de historias, pero me quedo con algunos para esta ocasión.
Recuerdo especialmente aquel australiano que conocí en Zanzibar que llevaba un par de años recorriendo el mundo por carretera o por mar. Nunca cogía aviones. Y vivía de lo que podía, con su guitarra en mano y buena capacidad como relaciones públicas, se buscaba la vida. Y ahí seguirá, con su blog, recorriendo el mundo y aprendiendo de la vida.
Me llama la atención, aunque no me sorprende, conocer a ese empleado de banca que decidió salirse del sistema, dejar el banco, venirse a Lamu, empezar su nueva vida y formar una preciosa familia; o esa arquitecta que deja su vida en España hace siete años por estrés y encuentra en Lamu el paraíso que necesita para su salud, o ese chico que viene a una boda en Lamu y termina construyendo uno de ellos proyectos vitales y que ha dado vida a la isla, Anidan, o la del arquitecto madrileño que ha construido las mejores casas swahilis en la isla o la medico andaluza que vino a realizar una prácticas en pediatría y lleva ya 5 años salvando vidas con una bonita familia medio lamunia, medio española.
"Me llama la atención, aunque no me sorprende, conocer a ese empleado de banca que SE SALE del sistema y vIENE a Lamu"
También en Lamu sorprende el caso de una australiana, gran conocedora de África y de su arte, que sigue eligiendo Lamu para vivir desde hace 40 años, o el caso de un austriaco que tras estar toda su vida entre Uruguay y Egipto, y ser un viajero incansable, decide escoger Lamu para retirarse y montarse un hotelito. Es el caso también de una directora de cine italiana que lleva diez años en Lamu viviendo la vida que quiere con su hijo; el de una holandesa que monta el centro de yoga más importante de Lamu o su compatriota que viene a esos retiros para una semana, han pasado ya dos años y medio y aquí sigue con un marido y una hija en Shela.
O el caso, entre otros muchos, del clon del actor Omar Sharif que vive a caballo entre Lamu y Europa con una elegancia arrolladora y un estilazo de morirse. Y de tantos y tantos personajes que uno se encuentra en esta isla. La productora de cine estadounidense que tiene una mansión en medio de la nada con todo lujo de detalles, o el dueño de una de las marcas de coche más importante del mundo que ha estampado el sello de su marca en los adoquines que rodean su humilde morada.
Recuerdo a esos tres amigos argentinos que llevan tres años recorriendo mundo y que viajando por la vida deciden venir a conocer el proyecto ONE DAY YES de Lamu y a los meses se plantan en Lamu sin fecha de salida. O esa pareja de recién casados que viven en Congo y que recién descubren que van a ser papás y deciden venir a Lamu a festejarlo. O las amistades que se dejan aconsejar, vienen a visitarte y se quedan fascinadas. Y así sucesivamente.
Hay más lugares en el planeta idóneos para cambiar de vidas pero yo me quedo con Lamu. Unos se quedan y otros se van pero todos pasan por Lamu. Y es que Lamu se presta a ello. Lamu podría ser cualquier pueblo de veraneo. La vida es tan sencilla como la vida que conocemos de los pueblos. Eso sí, 50 años atrás. Se compra al día y se vive al día. Y uno llega a vivir la intensidad de los amores del verano en todos los sentidos. Salir a pasear por el paseo, o seafront, cuando cae la tarde es uno de los placeres de vivir en esta isla.
Lamu sorprende sin querer sorprender. Su vida es maravillosa si buscamos la sencillez y la vida tranquila, la vida del "Pole-Pole". Solo hace falta sentarse en la plaza del pueblo y ver la vida pasar. Es ese momento en que te invade la sensación de estar en un teatro, cuando se levanta el telón y empiezan a desfilar actores y actrices de todo tipo en un contexto lleno de encanto y digno de representar.
Pero Lamu es más que su gente y sus paisajes, sus islas, sus mezquitas y su calma. Lamu es su espíritu y su energía al mismo tiempo. Lamu es hogar y es el lugar ideal para visitar solo, porque nunca te sientes solo. Lamu es el lugar con el que sueñan quienes deciden cambiar sus vidas.
La semana que viene... ¡Más!
Parajes pintados de ocres y rojos, cascadas de aguas cristalinas y un pueblo congelado en el tiempo son los atractivos de este paraje cántabro