La historia de Marc Vigil, protagonizada por Pedro Alonso y Nacho Fresneda, trae a la ciudad una producción a la que no está acostumbrada
VALÈNCIA. Ayer se vivió una pequeña revolución en los alrededores de la cafetería de la Facultad de Magisterio en Tarongers. Los actores Pedro Alonso y Nacho Fresneda estaban plantados frente a las cámaras de televisión, intentando mantener la compostura mientras a su alrededor se empezaba a formar un nutrido grupo de estudiantes grabando con sus móviles la escena y llamando a familiares y amigos para decirles que estaban a pocos metros "del de La casa de papel y el del Ministerio del Tiempo". Los técnicos del rodaje hacían el papel de cordón de seguridad para que no invadieran a los periodistas y en cuanto se apagaron los focos, faltó tiempo para pedir fotografías hasta que alguna fuerza mayor les dejara. "El descanso de clase ha acabado hace cinco minutos, pero esto es más importante", decía una joven mientras grababa una historia para Instagram.
Esto es lo que provocó el rodaje de El silencio en el pantano, la película de Marc Vigil (El Ministerio del Tiempo, Vivir sin permiso), que utilizó el parking de la facultad para rodar una secuencia. Aprovechando la tarde poco ajetreada, el director se encontró con la prensa y junto a los actores Pedro Alonso y Nacho Fresneda, y el autor del libro en el que se basa el film, Juanjo Braulio. La historia que se está rodando estos días en la ciudad está ambientada (ya en su obra original) en València, y cuenta la doble historia de Q, un escritor de novela negra neurótico que es en realidad el autor de una serie de crímenes atroces, y por otra parte la desaparición de un exconseller de la Generalitat corrupto y relacionado con el tráfico de drogas.
La novela de Braulio fue la escogida por Vigil entre muchas otras propuestas que le pusieron encima de la mesa, pero no por ello fue la opción más fácil: "El personaje de Q en el libro solo habla con tres personas y hay una gran parte de monólogo interior. Adaptar la obra de Juanjo ha sido todo un reto", ha relatado el realizador. A pesar de esto, el escritor de la idea original, afirma que su novela es muy visual ("los escritores de una generación que hemos merendado viendo la televisión vemos siempre nuestras obras así, aunque no me esperaba en ningún caso que se pudiera convertir en una película") y asegura que se siente muy confiado con la adaptación, al menos con lo que ha podido ver de ella.
La implicación en el proyecto de Nacho Fresneda y Pedro Alonso también ha jugado un papel muy importante en esta producción. El primero ha seguido el proyecto casi desde sus inicios, formando parte activa del proceso creativo. El segundo, tras trabajar en El ministerio del tiempo con Vigil, le pidió -literalmente- "hacer cosas juntos todo lo que podamos antes de que la palme uno de nosotros", destacando así la gran conexión que siente con el director. De paso, recuerda para sí mismo que la propia naturaleza del personaje de Q no le ha dejado renunciar a esa parte neurótica de meterse en un papel, algo "a lo que me estaba acostumbrando a no hacer".
La estampa del tumulto creado en las afueras de la Facultad de Magisterio no es tan insólita por la emoción del alumnado buscando la foto para sus redes sociales como por la presencia de nombres de la talla de Alonso y Fresneda en la ciudad. Mucho más si a eso le sumamos que la producción está respaldada por marcas del prestigio de Netflix, RTVE o TV3. A pesar de que la trama se desarrolla en la capital y que el autor de la obra original es valenciano, ni À Punt ni ningún otro organismo o productora local ha puesto dinero en el film.
El equipo de El secreto del pantano ha descargado su artillería en la ciudad durante unas siete semanas en medio centenar de localizaciones: "es una producción compleja porque hay muchísimos personajes y lugares diferentes", cuenta Vigil. Así, la historia se cuenta desde la Albufera, pero también desde la Malvarrosa, el Palau de la Generalitat, el Cabanyal, el circuito de Fórmula 1, la Ciudad de las Artes y de las Ciencias o la universidad.
Este despliegue tiene pocos precedentes en València, aunque sí algunos, sobre todo recientemente. Es inminente el estreno del debut de Nacho Ruipérez, El desentierro, que desarrolla toda su trama en la Albufera y que también contó con un respaldo económico importante, además de diferenciarse por nutrirse de un importante equipo de cineastas locales. Por otra parte, la historia de Cien años de perdón de Daniel Calparsoro también se desarrolla en València, aunque rodó también en otros lugares de España como Las Palmas de Gran Canaria.
En este sentido, Nacho Fresneda, valenciano de nacimiento, ha destacado que la ciudad tiene un potencial fílmico muy interesante ("en 50 kilómetros a la redonda tienes el mar, la montaña, muchas horas de sol, la Albufera...") pero insinúa "a quién corresponda" que falta implicación para materializar todo estas posibilidades artísticas por explotar.
Marc Vigil viene del mundo de las series, en el que la expresión "hacerse un hueco" se le ha quedado más que pequeño. Recientemente ha estado implicado en la cuarta temporada de Vis a vis, pero su trabajo ha sido reconocida por crítica y público en otras producciones como El Ministerio del Tiempo, Águila Roja o Vivir sin permiso.
En este sentido, y más allá de la complejidad que supone adaptar la novela de Juanjo Braulio, el director ha notado claramente la diferencia de los lenguajes de las series y el cine: "aunque en los últimos tiempos han desaparecido figuras como la del realizador y los directores han podido adquirir más protagonismo e imponer su estilo, haciendo la televisión lo más cinematográfica posible, siguen siendo mundos distintos: en mi caso, he pasado de rodar en dos o tres semanas a hacerlo en siete", explica. Y añade: "A mi, además, cada vez me gustan las cosas más simples y trabajar en formato Cinemascope me permite que pasen más cosas en un mismo plano para que se note lo mínimo la mano del director".
Ese gusto por lo sencillo es lo que le ha llevado a tomar a Hitchcock como referente para esta producción en ese "hacer partícipe al espectador con la información que le llega. En El silencio en el pantano jugamos narrativamente contándole de una forma muy transparente cuáles son las amenazas a nuestro protagonista, algo que recuerdo -por ejemplo- en Psicosis".
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