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València a tota virolla

El significado de que solo se discuta si la Plaza de la Reina es un secarral

El alza de los termómetros deja al descubierto la divergencia a la hora de plantear la agenda pública. Mientras grandes avenidas de València se hornean, son espacios de exhibición quienes ocupan el centro informativo

26/08/2023 - 

VALÈNCIA. Una rápida búsqueda en Google, como forma de palpar la temperatura ambiente, depara que si se une ‘calor’ con ‘Plaza de la Reina’ los resultados son abundantes. Secarral, sombreado, sol… Es parte resultante de la refriega política, de la ancestral discusión urbana. Sin embargo, nada hay porque nada se dijo cuando se suma la ‘Avenida del Cid’ y el ‘calor’, la ‘Avenida de Campanar’ y el ‘calor’En general, cualquiera de los grandes ejes ardientes del verano valenciano, en cuyas avenidas llegan a concentrarse más de 5.000 personas. Vías que son pueblos: en la del Cid están empadronados 5.7310 vecinos, en la de Burjassot 4.839. 

El significado del diferente tratamiento al respecto de qué partes de la ciutat se pasa calor es un retrato hiperrealista del momento en la discusión pública. Un debate conquistado por el render, por los espacios paradigmáticos y por el enaltecimiento de contenidos que generen bien de dopamina. No como esas grandes moles ciudadanas donde vive tanta gente que se asa como en un horno.

Fuera de las noticias, entre la retahíla de testimonios anónimos, pueden leerse en la red ‘X’ comentario como que “caminar de mayo a octubre por Avenida Campanar es prácticamente suicida” (usuario Mario Valle), cruzando la Avenida del Cid, qué calor, creo que me voy a derretir” (usuaria María Plaza), “cómo odio tener que ir a la Avenida del Cid a estas horas!!!!!! Menudooo calor y solazo por dióh” (usuario Paula Gómez). Todo ello junto a instantáneas de esos viales que parecerían capturas de las ciudades de Mad Max.

Las cifras hace mucho tiempo que indican que dentro de esta València hay valencias que sufren especialmente las olas de calor. En episodios de poniente en los barrios del Oeste suele haber hasta 10ºC más que entre las calles del Marítim. Sin ir más lejos el pasado 30 de marzo, la Avamet daba cuenta de una diferencia de hasta 14ºC entre el entorno de la Avenida del Cid, la de Campanar, Marxalenes o el Paseo Petxina respecto a los distritos con mayor acceso litoral.

La lectura rápida podía fulminar la cuestión con que la cercanía al mar decanta la brisa del poniente, con que los vientos más litorales atemperan el ambiente, pero hay una derivada que implica al urbanismo y a la arquitectura. La estructura de un desarrollismo de avenidas peladas, de acumulación de bloques desprovistos de barreras al calor, aumenta los problemas y define islas.

Las rentas -sorpresa- acaban determinando qué espacios urbanos sufren más las alturas temperaturas. Uno de los trabajos más interesantes al respecto, a cargo de los investigadores del Instituto de Salud Carlos III de Madrid Cristina Linares y Julio Díaz, analizó desde 2010 a 2013 la mortalidad asociada al calor a lo largo de 17 distritos de Madrid. La conclusión es que solo existían fallecimientos emparejados con el calor en tres de los distritos más pobres: los de Tetuán, Carabanchel y Puente de Vallecas. La razón era tan simple como la dificultad para aumentar su consumo eléctrico y disponer de aire acondicionado, junto a una tipología edificatoria negligente.

Foto: KIKE TABERNER

Las cartografías del calor delimitan claramente las zonas de València que más sufren, en un combo entre rentas bajas, planificaciones urbanas desfasadas y emplazamiento. Es llamativo el beef sobre la Plaza de la Reina y su incidencia al calor, pero si hay algún lugar donde la ciudad tiene poco que preocuparse sobre la exposición al sofoco es allí. Que durante los últimos doce meses haya sido el foco principal a la hora de abordar el sufrimiento térmico sobre el plano de la ciudad refleja una deriva inquietante: son los espacios de exhibición y de tránsito los que se llevan el protagonismo de unos retos (el climático en este caso) que afectan en realidad a espacios opacados, sin relevancia en los titulares.

Parecerían impactar más las condiciones de una visita casi litúrgica, un paseíllo turístico por una plaza paradigmática, frente a las condiciones de vida de miles de personas que residen y sufren en infraestructuras cotidianas muy lejos de estar adaptadas al alza de los termómetros. 

El sobrepeso de lo simbólico ante la deficiencia de lo perentorio lleva, al mismo tiempo, a una colisión entre la València de tránsito frente a una València de ciudadaníaLa gran tentación de pensar la ciudad en términos de visita, en lugar de hacerlo a partir de un enfoque de residencia, genera una agenda pública donde solo se hace hincapié en aquello que será percibido por quienes nos visiten (sin obviar que somos los propios vecinos quienes también visitamos la ciudad). Acostumbramos a realzar nuestra autoestima a partir de la mirada exterior, corremos el riesgo de definir una ciudad vista desde los ojos de quienes la visitan y no desde los que la viven. Un gran secarral vive más allá de la Plaza de la Reina. 

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