El último cortometraje de Óscar Bernàcer, premiado recientemente en la Seminci de Valladolid, se centra en la agónica maniobra de evacuación de exiliados republicanos en el puerto de Alicante que tuvo lugar durante los últimos compases de la guerra civil. El dibujante Paco Roca y los escritores Rafael Torres y Gregorio León también se han asomado por anterioridad a este episodio histórico
VALÈNCIA. Quedan pocos documentos gráficos de la caótica y trágica huida de republicanos a bordo del navío británico Stanbrook. Una maniobra de rescate heroica que ayudó a salir de España a 2.638 personas, dejando a cerca de 12.000 -familias enteras, soldados, alcaldes, maestros, periodistas, obreros, diputados- varadas en el puerto de Alicante aquel 28 de marzo de 1939. No cabía un alma más en aquel viejo y herrumbroso carbonero inglés capitaneado por el ya mítico Archibald Dickson. La salida del Stanbrook rumbo a la ciudad argelina de Orán, que tuvo lugar a las once de la noche y con las luces apagadas (para sortear mejor los proyectiles lanzados por el crucero franquista Canarias), marca de forma simbólica el fin de la guerra civil española.
La evacuación humanitaria del Stanbrook, así como las consecuencias que se derivaron de ella, tanto para aquellos que se quedaron en tierra, como para los que llegaron al norte de África, desafían cualquier relato de ficción bélica. Las represalias para aquellos que se quedaron; la compleja relación de convivencia que se estableció entre la población civil y los fascistas italianos que permanecieron un tiempo en Alicante; el decepcionante trato que recibieron los españoles exiliados en los campos de internamiento franceses; el hundimiento del Stanbrook a manos de un torpedo unos meses después; el alistamiento de republicanos españoles en la División Leclerc durante la Segunda Guerra Mundial. La lista de ganchos literarios y cinematográficos es abrumadora. ¿Dónde poner el foco?
El guionista y director Óscar Bernàcer, que acaba de recibir el Premio al Mejor Corto Español en la última edición de la Seminci de Valladolid por Stanbrook, concentró su atención en el capitán Dickson, que decidió embarcar a cuantos refugiados pudo, en lugar de la carga de naranjas, azafrán y otros productos que se supone que había ido a recoger al puerto de Alicante para transportarlos a otras partes de Europa. Las embarcaciones de rescate por las que había pagado el gobierno de la República no consiguieron esquivar el bloqueo marítimo franquista, dejando a una multitud de personas sumidas en una creciente desesperación, conforme llegaban noticias de la caída de los últimos bastiones republicanos en la península. La ofensiva sobre Alicante era cuestión de horas. En el cortometraje, Bernàcer comparte con nosotros cómo imagina él aquella triste estampa. Desde aquel navío, el capitán galés y su tripulación verían una cenefa horizontal de seres agolpados en el muelle. Podemos intuir cómo flaquearon los ánimos; cómo se espigaron los nervios, arañando las paredes del estómago. Podemos imaginar un silencio tenso y frágil, desplegándose como una sombra de mal agüero. Se sabe que algunos claudicaron allí mismo y se quitaron la vida en el mismo puerto.
“Quería mostrar las dos caras de aquel momento -nos explica Bernàcer-. Por una parte, la crudeza y la desesperanza de los refugiados, que se concreta en la figura de un padre y una hija, y en el de una maestra que viaja con su madre anciana. Todos ellos son un compendio de personas reales. Incluso hay detalles en los personajes secundarios que están extraídos de testimonios que he leído. Por otra parte, el cortometraje se centra en la tensión que vivió el capitán Dickson y la tripulación al verse metidos en una situación como aquella. Quise imaginar cómo fue el momento en el que tomaron la decisión de recoger a toda aquella gente agolpada En realidad, hay varias lecturas sobre este hecho a nivel histórico. Unos dicen que el capitán tomó una decisión heroica por razones puramente humanitarias. Otros, los menos, dicen que fue un negocio y se cobró el pasaje a quienes tenían dinero. Yo me quedé con la primera versión, que creo que es la que todos queremos pensar, aunque supongo que hay muchos matices. Me interesaba recrear esa acumulación de angustia y tensión que observa el capitán desde su buque, y que le lleva a tomar una decisión sin punto de retorno. No nos olvidemos de que asumió un enorme riesgo para él mismo y su tripulación, y que él debía de responder de lo que ocurriera a partir de entonces”.
No es difícil vincular la maniobra del Stanbrook con las acciones humanitarias del Open Arms en el mar Egeo, por poner solo un ejemplo. “Tuve muy en cuenta estos paralelismos a la hora de escribir el guion -señala Bernàcer-. Está pensado para que pudiese funcionar igualmente si hubiese puesto actores africanos senegaleses o refugiados que huyen de la guerra de Siria. Este ha sido uno de los retos que más me motivaba de este proyecto. La historia de la humanidad es muy cíclica. Y ahora los refugiados han cambiado el sentido de los botes; los exiliados republicanos huyeron al norte de África, y ahora ellos vienen aquí. Y, si lo piensas bien, ¿acaso la cuarentena que tuvieron que aguantar los españoles retenidos a bordo del Stanbrook a su llegada a Orán no se parece mucho a un CIE de hoy en día?”.
Rodada en blanco y negro, con cámara al hombro en algunas escenas, y una estética fotográfica que nos sitúa en un lugar impreciso entre la ficción y el documental, Stanbrook recrea con mucha efectividad el desbordamiento emocional de una masa de gente que espera horas, incluso días, en el puerto. E imagina situaciones límite en las que saltan por el aire las convenciones sociales y se hace hueco el “sálvese quien pueda”; también otras en las que aflora la dignidad y la solidaridad con desconocidos, repentinos compañeros de infortunio. “El clímax de la tensión dramática la sitúo en una escena en la pasarela del barco que probablemente debió suceder de forma distinta. Es ese momento en el que impera la supervivencia y se rompen muchos principios. Son momentos en los que ya nada tiene valor. Ni las clases sociales, ni la cortesía”.
Cada uno de los personajes representa una parte de esa España que se estaba rompiendo. Hay una madre ausente, que simboliza el papel activo de la mujer republicana durante la guerra (¿quizás no está porque murió en el frente o fue encarcelada por sus ideas?). Hay una maestra autónoma y con voz propia, una hija del sufragismo que “representa los avances femeninos en la época de la República”. También hay una mujer anciana, muy presente, pero que no tiene ni una línea de diálogo. “Ella es la sensación de fracaso de la generación anterior a la de los combatientes. Una generación que se ha quedado sin palabras ante la incapacidad de los que son más jóvenes para ponerse de acuerdo”.
El rodaje de exteriores no se desarrolló en Alicante, sino en los viejos astilleros del puerto de València donde se construirá la nueva estación de pasajeros. Poco antes había estado rodando allí Rodrigo Sorogoyen algunas escenas de la serie Antidisturbios. “Las escenas del barco las rodamos en un decorado. Me hubiera gustado rodar de forma mas abierta con la cámara moviéndose entre historias de tierra y barco, pero eso necesita muchos medios y no fue posible. Este corto ha llevado un trabajo enorme de posproducción de seis meses, pero el resultado creo que es muy bueno”.
Stanbrook es la antesala de un largometraje, ambientado en el mismo periodo histórico, que le ronda la cabeza a Bernàcer hace años. Le tentaba la idea de llevar a la gran pantalla la fabulosa novela gráfica de Paco Roca Los surcos del azar, pero el realizador Daniel Monzón (Celda 211, La Caja Kovak) se adelantó al adquirir los derechos de la historia. En cualquier caso, Bernàcer (nominado a los premios Goya 2021 por el cortometraje El Deseado) sigue adelante con la idea de exprimir el potencial cinematográfico del final de la guerra civil. Un episodio histórico que tiene todavía muchos enfoques por explorar.
“Descubrí la historia del Stanbrook hace años por pura carambola. Me enviaron un día unos textos que hablaban de un aeropuerto que utilizó la aviación fascista italiana durante la guerra civil cerca del pueblo mallorquín de la madre de un amigo de mis padres. Al parecer, esta mujer tenía una perrita, y uno de los aviadores se llevó la perra a un vuelo como cosa graciosa, y ya no volvió. Los italianos proporcionaban militares y armamento al bando franquista. Salían de Mallorca con sus barcos y bombardeaban desde Cataluña hasta el Sur de Alicante. Quise saber más, y empecé a leer y a ver documentales sobre el tema. Y así es como llegué al bombardeo del mercado de Alicante, de ahí al Stanbrook. En el proceso encontré la novela de Paco Roca sobre La Nueve, que es un historión”, apunta el realizador mallorquín y cofundador de la productora Nakamura Films.
La novela gráfica de Paco Roca sobre la historia de la formación de La Nueve -es decir, la de los republicanos exiliados españoles que se sumaron a la Resistencia Francesa junto a la División Lecrerc y fueron los primeros en liberar París de los nazis en 1944- está considerada como una obra maestra en su género. El dibujante valenciano decidió ilustrar esta aventura a través de personajes y anécdotas verídicos, pero dejando un margen amplio a la imaginación a la hora de tejer el relato a través de la figura de Miguel Campos. La biografía de este anarquista canario era hasta hace poco un gran enigma, lo que lo convertía en el candidato perfecto para que Roca lo moldeara en su libro. “Es en sí mismo un personaje muy novelesco, porque los testimonios que nos han llegado, entre ellos del famoso capitán Dronne, lo describen como un gran combatiente. Un tipo muy valiente, especializado en operaciones de sabotaje muy peligrosas en las líneas enemigas. Pero desapareció de repente, y nadie, ni su familia, saben qué pasó con él. Nunca se encontró su cuerpo. También se especuló mucho con la idea de que había desertado. Y yo justamente necesitaba un personaje que me diese juego para especular, porque la biografía de los otros miembros de La Nueve, como Amado Granell -del que sí sabemos que llegó a los campos de trabajo de Argelia tras desembarcar del Stanbrook- o Federico Moreno sí pueden rastrearse de principio a fin”.
En Los surcos del azar, Roca fabula con la idea de que Miguel Campos partió del puerto de Alicante en aquella complicada travesía hacia Orán, y que una vez allí permaneció en cuarentena antes de ser trasladado a un campo de internamiento y después a la construcción de la vía ferroviaria Transahariana. Allí fueron humillados y tratados como esclavos por las autoridades francesas, sobre todo tras la firma del armisticio de la Francia de Vichy con la Alemania nazi, que afectó a parte del territorio francés y a la totalidad de sus colonias. Es también la historia de cómo escaparon para unirse a la Resistencia Francesa encabezada por el general De Gaulle, integrándose en la 9ª Compañía de la División Leclerc.
Sin dejar de ser una obra de ficción, Los surcos del azar ilustra maravillosamente y con mucha rigurosidad multitud de capítulos fundamentales de ese pedazo de nuestra historia reciente. Ello requirió una ardua tarea de investigación de varios años, y continuas correcciones. Destaca sobre todo la ayuda del historiador Robert Coale; también documentales como La Nueve, los olvidados de la victoria, de Alberto Marquardt; libros como El hombre que liberó París, de Rafael Torres (autor, a su vez, de la novela Los Naúfragos del Stanbrook), así como artículos de hemeroteca del Diario Información de Alicante o los testimonios escritos de Max Aub en los que hablaba de su paso por los campos de trabajo argelinos. Aun así, el cómic se toma algunas licencias artísticas, como cuando Roca dibuja al Stanbrook entrando en el puerto. Tal y como explica el propio autor en la edición ampliada de Los Surcos del Azar, en realidad el buque inglés llevaba más de una semana en Alicante cuando los refugiados comenzaron a subir a bordo.
“Algunos pasajes del libro fueron complicados porque casi no hay fotografías. Hay una del puerto de Alicante unas horas después de que todo terminase y el ejército italiano llegase allí. También alguna de la llegada a Orán, que me daba más o menos una idea de cómo era el puerto y el barco. La carencia de material gráfico es un problema, pero también te da un margen de libertad muy interesante para especular”, apunta Roca.
El periodista y escritor Gregorio León (Pilar de la Horadada, 1971) también quiso asomarse con la imaginación a aquella noche del 28 de marzo de 1939. La princesa de Macao (Algaida, 2018) es un “thriller sentimental” que arranca con la salida del exilio en el Stanbrook y termina durante la Segunda Guerra Mundial en la antigua colonia portuguesa de Macao, donde sobrevivían espías, traficantes, piratas o estrellas del cine en un ambiente asfixiante. Ese es el trayecto que realiza su protagonista, Diana, en busca de Ramiro, el hombre del que se enamoró durante bombardeos como el del Mercado Central de Alicante -que el 25 de mayo de 1938 mató a más de 300 personas-. La llegada de las tropas italianas que controlaron la ciudad y se relacionaban con la población civil propició que surgieran historias de amor entre militares y jóvenes alicantinas. El hijo de uno de esos italianos proporcionó al autor varias cartas de amor en las que también se inspira esta novela. El personaje de Ramiro está de hecho basado en la figura de Cayetano Zaplana, uno de los republicanos que pudo escapar del asedio de las tropas franquistas y terminó en el desierto del Sahara construyendo el Transahariano (igual que Miguel Campos en el cómic de Paco Roca).
“El instinto periodístico me llevó a buscar algún superviviente del Stanbrook. Y para mí sorpresa, lo encontré en El Pilar de la Horadada, muy cerca de donde yo nací. No fue fácil acceder a Cayetano Zaplana. No se sentía héroe de nada, ni quería darse importancia. Pero al final logré entrevistarlo. Me habló de los escorpiones, de las moscas, de la sed y el hambre que se encontró en el Sáhara, y de crímenes cometidos por los guardianes del campo de trabajo de Colomb-Bechar. No tenían gas mortal, pero sí cultivaban el mismo instinto perverso y criminal de los nazis. Cayetano me enseñó su biblioteca, muy nutrida. Cuidadísima. Y ese amor por la cultura y los libros nació en Camp Morand, etapa intermedia antes de acabar en mitad del desierto, donde las Juventudes Libertarias crearon escuelas. De Cayetano Zaplana tengo dos imágenes: él mirando orgulloso su biblioteca, o consultando con una lupa de aumento documentos y fotografías de aquellos años. Pero no hablamos de Miguel Ruiz, el protagonista del cómic de Paco Roca, que es altamente recomendable”, explica Gregorio León a Culturplaza.
“Los soldados de la División Littorio instalaron su campo en la zona de San Juan, alojándose en pensiones y casas particulares. Y surgieron romances fugaces. Yo pude acceder a las cartas que uno de esos italianos le remitió, ya devuelto a Alicante, ese soldado a su novia alicantina. Me las envió su hijo, y emocionaban, como cualquier carta de amor. Y varios testimonios recabados hablan de su educación hacia la población local. Es curioso que el primer periódico que se editó en el Alicante ya nacional se llamaba Il Littorio, escrito en italiano e impreso en los talleres de donde antes nacían las páginas de la publicación comunista Nuestra bandera”.
Con respecto a las conjeturas acerca del papel del capitán del Stanbrook, Archibald Dickson, en el rescate de republicanos españoles, Gregorio opina que es indemostrable que Archibald Dickson pidiera dinero para permitir el embarque de las personas concentradas en el puerto de Alicante. “Hasta se extendió el rumor de que la noche de antes se fue copas, y al día siguiente actuó sin ser plenamente consciente de lo que hacía. Me parecen fantasías novelescas. Sí pude recabar testimonios de supervivientes (Helia González o el propio Cayetano Zaplana), y me confirmaron ese carácter heroico del capitán Dickson. La única transacción acreditada en toda esta operación de salvamento del Stanbrook es que el barco llega a Orán y las autoridades francesas pidieron 170.000 euros para permitir el desembarco, después de una larga cuarentena de un mes”.
Otra duda que surge es si fue el Stanbrook el único buque que logró esquivar el bloqueo del puerto por parte de los fascistas, o si por el contrario hubo más barcos que lograron evacuar a republicanos. “Hubo más barcos, pero el número de republicanos evacuados es menos significativo. El 28 de marzo de 1939 solo había dos barcos en el puerto de Alicante. Aparte del Stanbrook, quedaba el Marítime, utilizado por 32 autoridades republicanas de la provincia. Antes de esa fecha, otras embarcaciones como el Winnipeg, el Ronwyn o el Marionga rescataron a algunos exiliados, sin contar con barcos pesqueros que se hicieron a la mar desde El Campello o Torrevieja”. “El Stanbrook salvó a 3.000 republicanos -añade-. Pero otros 12.000 quedaron abandonados a su suerte, y fueron recluidos en campos de concentración habilitados a toda velocidad: La Goteta, conocido como campo de los Almendros, o el de Albatera. Pero no solo ahí. También en la plaza de toros de Alicante, en el cine Ideal, y hasta el castillo de Santa Bárbara, donde se pueden encontrar rastros visibles de la concentración de hasta 4.000 presos. Hay inscripciones grabadas recordando su paso por aquel castillo convertido en cárcel. También sirvió de prisión el Reformatorio de Adultos, donde es recluido el poeta Miguel Hernández. Moriría nueve meses después”.