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Valencia experimenta un desembarco de teletrabajadores procedentes de otras capitales 

El teletrabajo dispara a los nómadas digitales y corporativos

18/01/2021 - 

VALÈNCIA. Nacho Rodríguez cree que lo de ahora son nómadas corporativos. Lejos de la imagen idílica del nómada digital picando código en el ordenador desde una tumbona y con el mar de fondo, el nuevo perfil de nómada digital que ha traído el teletrabajo, más que a un viajero empedernido, obedece a un profesional que, con el consentimiento de la empresa, decide trasladar su residencia a una población menor, menos contaminada y con mas naturaleza. 

Al menos eso es lo que percibe Rodríguez, CEO del proyecto Repeople donde aúna espacios de coworking, coliving y comunidad para teletrabajadores. Organizan, además, el mayor evento sobre teletrabajo en Europa, que se celebra cada año en Gran Canaria. La contribución final que quiere aportar con los distintos proyectos es repoblar la zona, atraer talento y dinamizar la economía del conocimiento como alternativa a la economía de servicios.
 

“Con la pandemia, ha dejado de estigmatizarse el teletrajo. Muchas empresas, de forma voluntaria o a la fuerza, han tenido que acogerse a este modus operandi y ahora se dan cuenta de que puede ser más una ventaja competitiva que una debilidad. Por otro lado, muchos trabajadores han aprovechado esta libertad de movimiento para dejar las grandes urbes y trasladar la residencia durante un tiempo a poblaciones mas amables. Se han relocalizado temporalmente”, es la explicación que ofrece Rodríguez del fenómeno que están viviendo en las islas Canarias, al menos en las que ellos operan donde dicen tener el nivel de ocupación de sus locales al 100%. Tal es la afluencia de teletrabajadores que están experimentando las islas, que empiezan a distinguir ya entre el turismo de ocio y el turismo de trabajo.

Bosco Soler obedece más al perfil del nómada digital convencional. El día que terminó los estudios de arquitectura, anunció en casa que a partir de ese momento se iba a viajar mientras se ganaba la vida. Con una pequeña mochila en la que, dice, “me entra todo lo que necesito, incluido el ordenador”, Soler se ha recorrido ya 45 países, siempre trabajando bajo la fórmula de autoempleo, vendiendo proyectos digitales como diseño web o marketing online. Suyo y de su pareja es también el proyecto de SinOficina, un coworking virtual donde aglutina a una comunidad privada de emprendedores creativos y freelance a cambio del pago de una membresía y de la que forman ya parte cerca de 600 profesionales.

Soler valora la extensión del teletrabajo al mundo corporativo porque ha servido para normalizar a los equipos distribuidos, algo que está permitiendo a muchas empresas pequeñas cerrar las oficinas y optimizar recursos.

En cuanto a los inconvenientes que pudiera temer una corporación a la hora de encargar un proyecto a un nómada digital o a tener a todo el equipo deslocalizado, el único handicap que se le ocurre es la diversidad horaria, “algo que actualmente tampoco es un problema real porque la mayoría de las comunicaciones se producen de manera asincrónica”, matiza. También rebate la opinión de aquel que vea en el nomadismo digital una falta de seriedad y profesionalidad. El, más bien, lo ve como un plus alegando que “se desarrolla una resiliencia a la incertidumbre, una capacidad de reacción ante la adversidad y otras habilidades blandas que se han revelado también cruciales el mundo corporativo”.

El caso de Valencia

Ya en Valencia, una de las personas referentes en esta materia es el periodista David Blay, autor del libro ‘¿Por qué no nos dejan trabajar desde casa?’ y consultor en teletrabajo.

Aunque carece de datos concretos, en relación con el nomadismo digital o corporativo Blay aprecia una doble tendencia a raíz de la pandemia. La primera es una migración que se está produciendo de la capital valenciana a los pueblos, retornando muchas personas a sus localidades de origen bien para disfrutar de la naturaleza, bien por compromisos familiares. Por otro lado, observa un desembarco progresivo en la capital valenciana de teletrabajadores procedentes de otras grandes urbes más hostiles, pongamos por caso Madrid o Londres. 

“A pesar de que también aquí tenemos una alta incidencia de casos de coronavirus, muchos encuentran en Valencia una ciudad más amable por el mar, el clima, la gastronomía, la cultura… Se suma a ello que estamos en un punto estratégico muy bien comunicado y que contamos con un ecosistema emprendedor equiparable al de Madrid o Barcelona y que somos una ciudad muy dinámica”, argumenta. 

Lamenta, no obstante, David Blay que ese movimiento se esté produciendo de forma espontánea cuando debería haber sido alentado desde las distintas administraciones públicas. A su juicio, articular medidas que faciliten la llegada de estos profesionales a Valencia, tiene un impacto más positivo que negativo en la ciudad. “No solo son personas que llegan ya con su propio trabajo y un nivel adquisitivo más alto que la media, sino que también implica atraer talento, incrementar el interés por la ciudad ganando visibilidad fuera de nuestras fronteras, el consecuente enriquecimiento del ecosistema y la posible creación de puestos de trabajo derivados de la implantación de nuevos emprendedores”.

La visión de Blay parecen compartirla ya en otros países a juzgar por la pugna desencadena en la concesión de visados digitales y facilidades fiscales para atraer a su terreno a esta nueva fuerza laboral que, haciendo uso de la libertad que brinda el teletrabajo, eligen hábitats distintos. Estonia, Portugal, Georgia o la República Checa son algunos de esos países del entorno que han entendido que un nómada digital o corporativo suma más que resta, de manera que apuestan por ponérselo fácil con visados digitales específicos y una fiscalidad ‘blanda’.

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