Érase una vez un ministro que hace tres semanas dijo que tenía tenía prisa...
VALÈNCIA. El pasado 1 de septiembre, Cristóbal Montoro volvió a València y lo hizo de nuevo en loor de multitudes valencianas, porque el ministro de Hacienda puede presumir de que en la prensa le criticamos mucho pero cuando viene por aquí o van nuestros políticos allá todo es cordialidad y palmadas en la espalda. Así que en su discurso ante el entregado público pepero se vino arriba y distribuyó con tal generosidad las culpas de que no se haya reformado el sistema de financiación autonómica, que no quedó ninguna para él.
"Algunos políticos en esta tierra no hacen otra cosa que llorar, no tienen otro discurso", dijo en su habitual tono provocador. Y le aplaudieron hasta algunos que no hacían otra cosa que robar cuando gobernaban. Debió pensar, entonces, que le iban a jalear dijera lo que dijera, y optó por inventar en lugar de dar explicaciones.
"El primero que tiene prisa (en reformar el modelo de financiación autonómica) es el Gobierno", proclamó. Teniendo en cuenta que la reforma debía abordarse a partir de 2014 y que Rajoy no descubrió que era urgente hasta enero de 2017, la broma del ministro escuece.
Otrosí, a finales de agosto se aprobó la composición del Comité Técnico Permanente de Evaluación del Consejo de Política Fiscal y Financiera, el órgano que debe abordar la reforma, y esta es la hora en la que "el primero que tiene prisa" –1 de septiembre– no ha movido un dedo para convocar la reunión constitutiva. Es más, cuando el representante valenciano, José Antonio Pérez, acudió el otro día al Ministerio a ofrecerse le vinieron a decir que "prisa" es un concepto relativo, como bien sabe quien haya viajado a Cuba, y que 'muchas gracias, ya le llamaremos'.
La segunda posverdad del ministro, expresada por su número dos, Alberto Nadal, en una comida esta semana con Conexus, es que hasta que no se solucione lo de Cataluña no se puede abordar la reforma del sistema, como nos temíamos. (Si a esto unimos que De Guindos saca la chequera en plan "dime cuánto es y nos olvidamos del referéndum' y el PNV intenta rebañar unos milloncetes más porque no sabe cuándo tendrá a otro gobierno central tan dispuesto, los valencianos nos podemos dar por jodidos).
La excusa de Cataluña sería aceptable si no fuera la enésima que pone Montoro. En 2014 fue que no tenía dinero para las CCAA, aunque al mismo tiempo decía que el Estado no iba a poner más dinero; luego, que no tenía las liquidaciones del período 2009-2013; cuando las tuvo, que había elecciones autonómicas; después, que elecciones generales; a continuación, que el Gobierno estaba en funciones; cuando dejó de estarlo, que había que aprobar los presupuestos, y ahora, el '1-O'. En un año estamos otra vez en precampaña para las autonómicas, y a seguir jugando.
Está claro que, como le dijo Rajoy a Baldoví hace trece meses –trece ya–, el Gobierno no abordó la reforma porque "había otras prioridades". Las sigue habiendo. A fin de cuentas, lo que Ximo Puig bautizó como "el problema valenciano" es exactamente eso, el problema valenciano y de nadie más.
Hábil con las maniobras de distracción, el ministro invitó a las Comunidades Autónomas a "poner todas las cartas sobre la mesa", en plan 'a ver si os lo curráis un poco'. No lo dirá por la valenciana, que además de llorar le ha entregado en mano varios estudios y propuestas hasta el punto de que Montoro se mofó en directo –en TV3– de la insistencia de Alberto Fabra. Pide propuestas a pesar de que ya tiene la de la Comisión de Expertos, que no le gusta porque le insta a destinar 11.000 millones de euros más a las CCAA para gastos sociales. Y como no le gusta, no la contempla. Tráiganme otras.
El remate del discurso del ministro, reiterado al día siguiente por Mariano Rajoy, fue descargar en el PSOE la responsabilidad del acuerdo, porque el Gobierno no puede hacerla solo, porque está en minoría, porque el PSOE gobierna en siete CCAA… "No se va aprobar el nuevo modelo de financiación si no hay acuerdo con el PSOE", dijo el presidente.
Más allá de que no tardarán en culpar directamente al PSOE, incluso a Ximo Puig, del retraso de la reforma, la frase encierra un mensaje preocupante para los valencianos: 'los del PP vamos a tener una posición común, sin fisuras, pónganse de acuerdo ustedes'.
Es preocupante, porque esa posición común la acordarán el Gobierno y los presidentes autonómicos del PP, que son los de Galicia, Castilla y León, La Rioja, Madrid y Murcia. Salvo los murcianos, todos tienen una posición alejada cuando no contraria a los intereses de los valencianos. Así que Bonig va a tener que emplearse a fondo para que la posición popular recoja la tesis que el PPCV ha firmado, no vaya a ocurrir que cuando empiece la discusión tenga que elegir entre la postura de la Generalitat y la de su partido, con el resultado que ya imaginamos.
¿Y cuándo empieza la discusión? Va pasando el tiempo, la tensión electoral crece –solo quedan 20 meses– y la inaudita unidad de los valencianos en torno a la cuestión se va diluyendo, como era de esperar. Si el ministro alarga un poco más su juego, asistirá al espectáculo de los valencianos discutiendo entre ellos y no con otras CCAA cuál es modelo de financiación que nos conviene.
El 28 de octubre unos quieren organizar una manifestación, pero otros dicen que la financiación no se defiende en la calle sino en los despachos. 'Ya le llamaremos'.