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noticias de oriente / OPINIÓN

El triunfo del Namasté

Foto: EFE/Facundo Arrizabalaga
21/06/2020 - 

Muchas cosas van a cambiar, al menos de forma inmediata, como consecuencia del coronavirus. Nuestra natural sociabilidad va a resultar afectada al menos en la forma en la que esta se expresa. Y este cambio es particularmente evidente en los saludos que predominaban hasta este momento. Los saludos, como todo manifestación humana, han ido cambiando a lo largo de la historia. En todo caso, el ser humano siempre ha manifestado de forma muy concreta las maneras que tiene de aproximarse a otro u otros seres humanos ya sea para conocerse por primera vez (es decir respecto de absolutos desconocidos) o para resaltar que existe una relación de amistad, de cercanía preexistente (respecto de familiares, amigos y conocidos). Como es evidente, la forma de saludo varía tremendamente dependiendo del destinatario del mismo.

Así, por razón de las medidas de distanciamiento social que nos ha impuesto la lucha contra la pandemia, determinados tipo de saludos van a ser temporalmente erradicados de las relaciones interpersonales. Y, resulta curioso que estos son precisamente los más generalizados en Occidente pero especialmente en España donde somos particularmente dados a una intensa sobreemotividad y una cercanía física notable si la comparas incluso con la de otros países de nuestro entorno. Si, en efecto, nuestros amigos franceses, ingleses e incluso alemanes sigue sorprendiéndose de este rasgo de nuestro vida social. Me refiero a los apretones de manos y a los besos como las formas de saludos más extendidas de saludo.

Conviene detenerse en este punto en los orígenes e historia de los apretones de manos y besos. Los primeros pudieron tener su origen en la antigua Grecia y se fueron haciendo muy populares como símbolos de paz y buena fe al evidenciar que no se estaba portando arma alguna. Yendo algo más allá, el movimiento añadido de sacudir la mano, expresaba que no se tenía ninguna daga oculta en la manga. Su desarrollo posterior hasta alcanzar la hegemonía como forma de saludo fue impulsado por los cuáqueros de Estados Unidos durante el siglo XIX. Esta comunidad religiosa originada en Inglaterra un par de siglos antes era partidaria de un novedoso igualitarismo que se reflejaba, entre otras manifestaciones, en la forma de saludar a través del apretón de manos frente a descubrirse la cabeza ante un superior o la reverencia como expresión de respeto. De esta forma el apretón de manos se convirtió en el tipo de saludo más extendido en todo el mundo.

Foto: EFE/EPA/SIMON DAWSON/POOL

Por lo que respecta a los besos (también muy españoles) constituyen un saludo más cercano, cómplice e íntimo aunque podía darse en diferentes niveles. En la antigua Roma se distinguía el osculum (beso en la mejilla que implica una relación de amistad), el basium (beso propio de los esposos en los labios) y el más picarón o erótico suavem (que era el beso entre los amantes). El cristianismo aceptó el beso de buen grado en su liturgia. Y en la Edad Media los acuerdos comerciales se sellaban con un beso ya que expresaban lealtad, fidelidad y la voluntad de cumplirlos. Sin embargo, fue concretamente la peste negra que impactó en Europa en siglo XIV la que acabó con esta costumbre precisamente por la misma razones que en la actualidad pueden estar en peligro este tipo de saludos que implican un gran contacto físico.

Cuando un señor como Anthony Fauci, que además de lidiar con el virus tiene que lidiar con su hiperbólico presidente, ha afirmado que “no creo que debamos volver a estrecharnos la mano nunca más, para ser honesto”, la reflexión se hace necesaria. Los hechos son tozudos. Al parecer un simple apretón de manos supone de media la transmisión de 124 millones de bacterias lo que multiplica las posibilidades de contagiar cualquier tipo de virus.

Resulta pues conveniente buscar alternativas que funcionen para sustituir, al menos de forma temporal y mientras que dure el riesgo de la covid-19, a nuestro saludos y besos.

Y aquí volvemos nuevamente la vista a Asia, la gran exportadora de todo del mundo. ¡Incluso ahora de tipos de saludo! Mencionaremos solo algunos de los que más se ajustan a la actual situación y que debidamente tuneados por las costumbres patrias u occidentales pueden convertirse en una opción eficaz para tratar de establecer una conexión y una proximidad con los demás.

A continuación, voy a realizar una breve referencia a los tipos de saludos asiáticos que resultan más atractivos y todos ellos desprovistos de contacto físico alguno con los destinatarios de los saludos: el primero y, de los más conocidos, la reverencia japonesa; el segundo el alegre wai del país de la libertad, o sea, de Tailandia; y finalmente, mi favorito, el namasté o saludo tradicional hindú.  

Foto: EFE/EPA/HANNAH MCKAY/POOL

La reverencia japonesa es sin duda una eficaz forma no verbal de saludo. Se importó, como casi todo en Japón aunque no quieran reconocerlo (o si, pero solo tras la ingestión excesiva de sake) de China en el siglo VII. Aunque, en el siglo IX, se utilizaba únicamente por la nobleza nipona, ampliándose su uso con posterioridad a los samuráis (la clase militar) a partir del siglo XII. Y solo se implantó en el resto de la sociedad a partir del siglo XVII al finalizar la periodo Edo. La reverencia expresaba, al menos en su origen, una diferencia de clase por lo que la persona que realizaba la misma se ponía, como símbolo de su inferioridad jerárquica y su respeto, por debajo, al inclinar la cabeza, del destinatario de la misma. En la actualidad ha evolucionado a una forma de saludo sin las connotaciones mencionadas. Sin embargo, como todo en Japón, es de una sutileza extraordinaria ya que en función del grado de inclinación el mensaje que se transmite es muy diferente. Así, de menos a más, para el simple saludo, la inclinación debería ser de tan solo 15 grados respecto a las caderas; para dirigirnos a un cliente (importante ya que suelen dar de comer) o a un superior jerárquico en la empresa, la inclinación debería alcanzar los 30 grados. Finalmente para decir una disculpa o manifestar una pena o un dolor, la inclinación se incrementaría a 50 grados.

En Tailandia el saludo normal se denomina wai. De clara impronta hinduista y budista consiste en una inclinación ligera de la cabeza teniendo simultáneamente las manos unidas. Es una forma igualmente de dejar claro que no se portan armas por lo que es un gesto pacífico y de apertura de mente. También se caracteriza por diferentes grados de respeto por lo que frente a alguien más sabio o superior jerárquico o social, la inclinación puede ser más acentuada y la forma de colocación de las manos hacerse a mayor altura.

Al no implicar contacto físico, como la reverencia japonesa o el namasté sobre el que me extenderé a continuación, ha supuesto una forma de saludar compatible con el distanciamiento social y por lo tanto más segura.

Estos modos asiáticos de saludarse y estar cerca del otro son, mediante la mirada franca y la sonrisa respetuosa, un sustitutivo nada desdeñable

Finalmente, tengo que reconocer que el namasté, o saludo tradicional hindú, tiene un encanto peculiar (como dirían los modernos, “tiene mucho rollo”). Lo que explica que ha ganado con mucha rapidez una gran popularidad internacional al ser adoptado por líderes políticos tan dispares como Trump, a Macron, pasando por Netanyahu, Boris Johnson e incluso el Príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra.  Tiene su origen en el Yoga (aquí agradezco a mi mujer, profesora de Yoga entre otras muchas cosas, su claridad y su paciencia en explicarme conceptos como este respecto de los cuales tiendo irremediablemente a cierto escepticismo intranscendente) que nos impulsa a buscar la parte divina, y aunque suene algo cursi, mágica que todos llevamos dentro. Ya se mencionaba en el Rigveda que es veda más antiguo (los vedas son los textos sagrados hindúes más relevantes). Su significado es claro: “te reverencio y me inclino a lo que tienes de divino con mi parte igualmente divina”. Implica pues agradecimiento y respeto frente a lo más valioso del otro. Así se consigue la comunicación entre los núcleos internos de las personas con lo que esto tiene de transcendente y de genuino. Y de optimista ya que supone la conexión de lo mejor de cada uno: “busco conseguir lo mejor de ti y para ello te ofrezco lo mejor de mí”. Además es un saludo particularmente inclusivo al proyectar esa liaison, ese vínculo espontáneo con el destinatario del saludo. Y compatible con nuestros tiempos al ser igualmente igualitario y utilizarse para todos independientemente del rango o condición social de sus destinatarios. Finalmente, y aunque pueda parecer algo frívolo, se puede usar eficazmente en las videoconferencias tan utilizadas en la actualidad ya que alcanza el rango de la forma más perfecta de saludo remoto al permitir saludar a todos y establecer una hermosa conexión. 

Es paradójico que una situación como la creada por la covid-19, con su carga de dolor, incertidumbre y miedo, es precisamente aquella en la que el ser humano es más dependiente del contacto humano (de la cercanía, del abrazo, del calor del otro). Y sin embargo, este contacto nos ha sido privado por las razones superiores de vencer a la pandemia. Cuando la vida está en juego muchas cosas importantes pueden pasar a un segundo plano. En todo caso, a través de estos modos asiáticos de saludarse y estar cerca del otro sin tocarse son, mediante la mirada franca y la sonrisa respetuosa, un sustitutivo nada desdeñable que ayudará a  sobrellevar esta situación y que quizás se consoliden como forma hegemónica de saludo.

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