¡de qué bars, nano!

El Trovador

Ye nano, esa barra no son maneras, eso son alardes.

| 23/07/2021 | 4 min, 25 seg

Xics, último artículo antes de irme de vacaciones (entendiendo por supuesto, "vacaciones", como seguir cenando fuera en sitios que no son Valencia).

En mi búsqueda incansable del bar definitivo, hoy he ido a parar al Trovador. Es una especie de híbrido bar-restaurante, que está en Conde Salvatierra. Tiene mucho más interior que terraza, la barra es de madera, no hay palillos ni serrín por el suelo. Lleva muchísimos años, pero tampoco es un "clásico". Una camarera nos avisa de que para elegir bocata, mejor que pasemos al interior y vayamos eligiendo.

La barra pinta súper apetecible, es un muestrario de poder. No tienen bocadillos preestablecidos, tienen ingredientes, así que tú vas, te plantas frente a las bandejas, y combinas, como si fuera un lego, según lo que tengan en ese momento. Gran variedad. Magro con huevo y jamón, Pollo con tomate y verduras, tortilla con morcilla y ajetes... é libre, siéntete creativo.

Por cierto, flipante cómo funcionan los camareros. Son auténticos samuráis entrenados para la batalla. Concretamente hay uno tras la barra, que me estaba montando el bocadillo en tiempo real, según yo le iba diciendo los ingredientes.

- Lo quiero de lomo...

- Lomo - El camarero empieza a cortar una barra de pan a una velocidad con la que yo ya habría perdido varios dedos, y a la vez pinza dos filetes de lomo con las nalgas y los mete dentro.

- Tomate...

- Tomate - Antes de que termine de decirlo, hay ya dos cucharadas de tomate restregado sobre el pan, y creo que se metió en mi mente para adivinar que después iba "cebolla". Espectacular.

Para tomarnos notas de las tapas, nos hicieron sentarnos primero en la mesa. Teníamos ya los cacahuetes y las olivas esperándonos. Very effective, me gusta llegar a la mesa con la comida puesta, como a Mia Wallace. Pedimos unas bravas y unos chipirones mientras empezamos con los bocatas.


¿Sabes que? No están mal, pero tampoco me cambian la vida. El pan te lo planchan en el momento, y está crujiente (lo que es un plus), pero yo creo que falta fantasía. Las yemas de todos los huevos  están cuajadas, y a pesar de tener muchísimos ingredientes, pasa un poco como con el Trébol o Los Navarros, que son los de siempre. Mis colegas tiraron por combinaciones tipo huevo-patatas-bacon, lechuga-lomo-queso-huevo.  No sé, me falta algo que me haga volver, algún ingrediente loco, alguna combinación propia.

Las bravas, bastante okey. La salsa picante no es de bote, es una especie de aceitito pimentoso con tomate que va por encima, y todo se corona con un cucharazo de ajoaceite. Las patatas son de estas que tienen puntillita, fritas a todo freir. Funcionan. Primeras bravas que veo en un plato de pizarra, dato que te doy.


Pegamos un pinchazo potente con los chipirones. Tienen una pinta espectacular, un moradito chipirón tostado muy apetecible, no parece que nada pueda salir mal, pero entonces...

Hostia nano.

Innoble cantidad de arena.

- Wow, ¿tenéis tanta arena como yo en el chipirón?

- Yo parece que estoy comiendo peta zetas.

- Yo...espera...creo que tengo algo...

De entre las muelas de mi colega sale un chaval en bañador rojo.

- Hola, perdón, soy un socorrista de la Patacona.

- Sí, definitivamente tienen demasiada arena.


Pero, eh, como te digo una cosa te digo la otra. Nada más decírselo a la camarera, se los llevó sin ningún tipo de mal rollo, y a los dos minutos teníamos de nuevo chipirones en la mesa. Esta vez, desarenados, y parecidos a los extraterrestres de "La llegada". Fenomenal reacción por parte del equipo.

Terminamos con un cortado normal, de los que vienen con azucarillo de sabiduría. En este caso, Julia de Massalfasar nos recuerda que "Donde termina la vida de un cobarde, empieza el funeral de un fracasado". Grande Julia. Bien dicho.

Durante el tiempo que pasamos allí, hablando de nuestras cosas, el bar se fue vaciando, porque entramos en esa zona gris entre el amuerzo y la comida en la que es tarde para un café, pero pronto para una caña. Mi recomendachione es ir sobre las 10, que es la hora en la que sucede la magia.

Si tiras de datáfono se paga en barra. Al final salimos a 31 pavetes entre 4, con sus cerves y sus aguas y tal. A 7 pavos y pico, muy bien.

Pues a ver, creo que en el centro hay mucha tontería a nivel bar. Mucha franquicia, mucho smoothie, mucho bar estupendo, pero pocos lugares en los que tras un bocata con ajoaceite, puedas alisar el gotelé a eructos. Este sitio es un tremendo lugar para almorzar, y más en la zona en la que está. Si eres de esas personas que trabajan en el centro, y por tanto tu jefe es un pedazo de hijo de perra, concédete un break, y bájate prontito a almorzar al Trovador. Tal vez el sobrecillo de azúcar arregle tu día.

Goza de amplio aparcamiento.

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