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VALÈNCIA A TOTA VIROLLA

El Túria, la línea geométrica que (también) sedujo a quienes hacen los mapas de València

“Como la serpiente boa del Principito después de zamparse a un elefante, en este caso el centro histórico”. Así ven el Jardín del Túria quienes lo integran en sus ilustraciones

23/04/2022 - 

VALÈNCIA. Hace unos días el arquitecto y sociólogo José María Ezquiaga publicaba un tweet con una imagen-plano de València en el que un ligero cambio de perspectiva -encuadrar la ciudad de una manera distinta- provocaba una alteración de los sentidos: el Jardín del Túria que serpentea como el contorno de dos geometrías opuestas como dos mundos: la ciutat intramuros abigarrada y retorciéndose sobre sí misma, la fuerza de las esquinas y de los giros imprevistos, la del crecimiento orgánico y espontáneo, la urbanización trepando en busca de la luz; y, frente a ella, el orden estructurante de l’Eixample, el juego de manzanas siguiendo una lógica planificada en papel. Se percibe con claridad cómo el Túria ejerce de conector que integra barrios y barrios, desde 1987 al estilo de una lanzadera rápida.

Su cualidad, como infraestructura verde, permite la doble lectura del Túria desde las distancias cortas, como espacio cotidiano y protector. Al mismo tiempo, el Túria de la visión aérea, una especie de gran arteria que permite la circulación.

Muchas de las creadoras que en los últimos años han redefinido el mapa de València pasan por esta consulta para valorar cómo el Túria, tomada como esa línea curva, ha influido en su creación y su mirada.

El ilustrador cubano Miguel Monkc define la sensación de cuando ha tenido que plasmar sobre un plano ‘la línea’, similar a cuando camina: “Fuera del río, arriba en la ciudad, por donde quiera que me mueva, te ubicas fácilmente donde está localizada la parte del río más cercana y con ello viene aparejado la ubicación de los barrios aledaños a ese eje. Es como una brújula, torcida pero funcional. Para la creadora Virginia Lorente, que opera con el apelativo artístico de Atypical Valencia, el Jardin del Túria es “como la serpiente boa del Principito después de zamparse a un elefante, en este caso el centro histórico”. Siempre lo ha dibujado en su trazado completo, desde Parc de Capçalera hasta la CIudad de las Artes y las Ciencias, por eso la visión planteada por Ezquiaga le pareció insólita, “el Túria siendo ángulo recto” de la ciudad. 

El dúo de ilustradoras Cachete Jack ya conceptualizó para la primera edición de ‘Valencia Se Ilustra’ al Jardín del Túria como una banda que encapsulaba al Carmen. Una suerte de bisagra que refuerza la pertenencia de los barrios al conjunto urbano. Sí, esa es otra de las fuerzas de la gran línea verde: el diálogos de la parte con el todo. Ellas mismas rememoran cuando esa misma sensación salta del plano aéreo a la escala real: “Hace poco estuvimos con unos amigos franceses en València, los llevamos a pasear el Turia y acabamos en la playa diciendo: ‘¡ha sido uno de los mejores días de mi vida!’. Invita al paseo, a la conversación, al descubrimiento y a estar en contacto con la naturaleza en una ciudad de asfalto”.

Cuando Lorente lo ha plasmado en sus trabajos, lo ha tomado como “un regalo: la naturaleza y la arquitectura conviviendo, un estallido de color, esa transformación que se va produciendo entre puente y puente. Los puentes, cada uno de ellos tan particular, van contando la historia de la ciudad, representan los puntos de conexión a medida que la ciudad se ha ido expandiendo. El Jardín de Túria se ha convertido en un elemento de conexión; es punto de encuentro y no una barrera. Ahora sería inconcebible imaginar València sin él. Estaríamos hablando de otra ciudad”.

Preguntados por qué ‘turias’ les gustaría personalizar en sus obras, Monkc razona: “mi tramo favorito es justo antes del puente de Serranos. Hay una parcela cercada donde abundan una infinidad de plantas y flores silvestres, salvajemente expuestas. Pasa desapercibida para las miradas acostumbradas a la belleza de la jardinería estándar del río. Es otra belleza la que porta, una más desaliñada, más selvática”.

Para Virginia Lorente, entre “esa lengua que se va transformando a lo largo de su recorrido”, se queda con el tramo que siente como propio, por proximidad: “El mío es entre Pont d'Ademús y Pont de les Arts, con el jardín diseñado más orgánico. Recuerdo cuando finalizó el confinamiento, se había transformado en un bosque, ¡era maravilloso!”. Representa, sigue ella, “una celebración en sí mismo, una fiesta, una demostración de que otro modelo de ciudad es posible”.

El primer diseño que entendió el poder visual del Túria verde sobre el plano fue la propia ilustración reivindicativa, al grito de ‘El llit del Túria és nostre i el volem verd’, obra de Josep Lluis Ros. Con ese grito empezó todo.  

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