ESCAPADAS HEDONISTAS

El veranillo de San Miguel en la Costa Brava

Es oficial. El verano se fue. Se nos escapó de las manos como la arena de la playa cuando intentas retenerla. ¿Ya está? ¿Eso es todo?

| 24/09/2021 | 5 min, 40 seg

Aunque pueda parecer que sí, todavía quedan coletazos y más en la cuenca Mediterránea... porque en Madrid mejor no os cuento, ha llegado la hora de sacar el nórdico

Si eres de los que ama el sol, el calor y todo lo que se asocia a esta benevolente estación, te proponemos alargarla un poquito más, aprovechando el veranillo de San Miguel y buscando esa sensación que a uno le invade cuando visita la Costa Brava. Muchos la asocian como sinónimo de verano y puede ser, porque muchas de sus poblaciones viven junto al mar, pero no es lo único, porque es mar y montaña, es bienestar y gastronomía, es arte... Es vida, en definitiva.

Arrancamos en Figueres, la capital del Alt Empordà y lo hacemos aquí porque nos sirve muy bien para poner en contexto la figura del genio asociado a toda esta zona. No hablamos de otro que de Salvador Dalí. A Figueres se la conoce por ser el lugar de nacimiento del artista, pero es mucho más. Aquí fue donde en la terraza del desaparecido L'Emporium, escribió junto a Buñuel la película surrealista Un Perro Andaluz o donde se conserva Don Osito Marquina, concretamente en el museo de juguetes de la población, un peluche que los padres de Dalí trajeron de París y al que hasta Federico García Lorca escribía cartas.

Pero sin duda, el lugar más importante de todos es el Teatro-Museo Dalí, imprescindible para entender su obra y lugar, no exento de polémica, de enterramiento del genio catalán. Esculturas a gran escala, pinturas y hasta la sala Mae West, que recrea la cara de la actriz como si de un apartamento surrealista se tratase. Existe otro lugar que tanto Dalí como Gala y sus amigos frecuentaban, el Hotel Duran, restaurante y hotel, perfecto para deleitarse con una ensalada de higos y queso Mas Merçe de oveja ripollesa, un arroz con langosta de Cap de Creus, albóndigas con sepia 'Ca la Teta' o unos suculentos canelones. De postre, la butifarra dulce, con la que Dalí acostumbraba a sorprender a sus acompañantes, porque se trata de una butifarra cocinada con caramelo y manzana. Y puede sonar raro, pero está de vicio.

Con el estómago lleno ponemos rumbo a la costa, concretamente a Roses. Se trata de uno de los mejores puertos de la zona. Claro, de aquí viene la gamba de Roses, que no tiene nada que envidiar a nuestra prima de Dénia. De hecho es de estos pescadores de los que se surten los restaurantes de Rafa Zafra (Estimar y Jondal), solo por citar algún ejemplo. La importancia es tal, que hasta organizan visitas al puerto y a la subasta de pescado.

Más allá del mundo marítimo, vale la pena visitar su ciudadela del XVI, imprescindible para conocer la historia de la población, así como pasear por su casco antiguo. ¿Y el descanso? Vamos a reponer fuerzas al Hotel Spa Terraza. Primer línea de playa y habitaciones con vistas a toda la bahía de Roses, un spa a cargo de Mònica Traviesa, en el que todos los tratamientos y aromas (a lavanda o tomillo), están en relación con el alto Ampurdan. Punto más suma su gastronomía, de esas con apego a la tierra y a la temporada, donde terminar el día con unas anchoas de Roses, unas gambas salteadas al ajillo y una tabla de quesos catalanes.

Tras un merecido descanso, lo mejor es navegar. ¿Puede haber algo mejor que navegar? Siempre tiramos al mar, ¿cómo no hacerlo? Desde el puerto de Roses parte el velero Restless Spirit tripulado por Aitor Ormaechea, capitán y gran conocedor de todo el territorio mediterráneo y de la Costa Brava en particular. ¿El plan? Pasar el día a bordo y disfrutar de las vistas, el mar y de todo lo que prepara Manuel Lozano, su chef de a bordo que lo mismo te deleita con un bocado de recuit de drap, que te prepara un mar y montaña con gamba de Roses y butifarra o unas albóndigas con guiso de sepia. ¿Barco y gastronomía? Como para no gustarnos.

¿Dónde terminar este recorrido? En “el pueblo más bonito del mundo”, Cadaqués, en palabras del propio Salvador Dalí. No fue el único al sentirse atraído por este pueblo encaramado al mar, al que se llega por una sinuosa carretera de endiabladas curvas. Menos mal que al final del camino hay premio. Por aquí pasaron en busca de inspiración artistas de la talla de Picasso, Duchamp, Magritte o Richard Hamilton. Quizás fue por ese carácter de aislamiento, quizás por la luz y la panorámica que ofrece cuando llegas a ella en barco. Sea como fuere, Cadaqués es una postal, una de esas del Mediterráneo perfecto que imaginamos, de casitas blancas rodeadas de un mar y cielo de mil tonos de azules.

Fue aquí donde Dalí conoció a Gala, su mujer, su musa, su todo y donde establecieron su residencia en una casita de pescadores, que fue creciendo y anexionando espacios hasta convertirse en esa casa tan suya, tan especial y tan laberíntica, en la calita de Portlligat. Esa una de las visitas imprescindibles, pero también lo es perderse por el casco histórico, desafiando empinadas callecitas circundadas por galerías de arte y tiendas de artesanía, hasta llegar a la iglesia de Santa María, que corona el conjunto.

No solo la bohemia se sintió atraída por este enclave único, sino que también es refugio de grandes espacios gastronómicos. Desde Es Baluard, con vistas a la bahía y donde ponerse fino con un suquet  de rape y gambas del Cap de Creus, hasta el inigualable Compartir. Hace ya unos años que Mateu Casañas, Oriol Castro y Eduard Xatruch, herederos de El Bulli, abrieron en pleno Cadaqués este espacio en el que no tenían mayor pretensión que hacer disfrutar al comensal, en un ambiente relajado. Y así sigue siendo. Cómo no gozar con su gamba de Roses a la brasa con jugo de pollo, sus anchoas de L'Escala con mató de almendras o un buey de mar 'sin trabajo' es decir, todo peladito, que sirven con aguacate y huevas de trucha.

Todo esto es la Costa Brava, un lugar donde el verano... puede ser eterno.

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