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el dedo en el ojo

El vigilante de las alcantarillas del Palau

El nombre de Alfred Boix no dice mucho entre la opinión pública, pero sí para la publicada, aunque su nombre no aparezca habitualmente en los medios, salvo honrosas excepciones. Y eso que el personaje tiene su relevancia 

| 19/06/2022 | 7 min, 6 seg

VALÈNCIA. Alfred Boix (Gandia, 1967) es el responsable de la Secretaría Autonómica de Promoción Institucional, Comunicación y Prospectiva, cuya función se circunscribe a la  promoción e imagen institucional de la Generalitat Valenciana, política informativa, comunicación institucional de la enitdad y relación con los medios de comunicación, así como el apoyo para el análisis de las políticas del Consell. Viene a ser el responsable de un dinero público que se invierte en los medios de comunicación. Se supone que para hacer un reparto equilibrado y ponderado, y no para influir en los medios a la hora de dar mayor lustre a las acciones del Consell y ahuyentar de la primera plana aquellas informaciones que pueden ser comprometidas. Ya lo dijo Joan Llinares, responsable de la Agencia Antifraude: «La publicidad institucional es una forma de presionar». Boix, pues, tiene un cargo que se queda corto para lo que es, para lo que hace y para lo que dice que hace. Su currículo laboral se circunscribe a la política desde 1991. Concejal del Ayuntamiento de Gandia, diputado provincial, autonómico, nacional y secretario de Organización del PSPV-PSOE.

Hablamos de un hombre de confianza de Ximo Puig, president y líder de los socialistas valencianos. Lo es desde hace años. Muchos. No es amigo de la infancia como Andreu Ferrer, que es el más influyente asesor de los del núcleo duro del president, pero como si lo fuera. Como detalle curioso, Boix es primo de José Manuel Orengo, exalcalde de Gandia, uno de los históricos del PSPV, gran influencer en su día en el ala sur del Palau al que ciertos escándalos legales y éticos le obligaron a apartarse de la primera línea. El batacazo antes de nacer de una fundación llamada Cical inspiró su marcha. Sin problema. Orengo ha hecho carrera en Baleària, y qué carrerón.

El caso es que Boix es la segunda voz más influyente en el Palau. Pero no solo en cuestiones que afectan a la Presidencia sino también en otras de partido sobre las que ejerce como guía espiritual en la sombra. 

Fue secretario de Organización del PSPV y, como buen fontanero que se precie, no despertó muchas simpatías. Lo normal teniendo en cuenta que ese cargo comporta hacer labores desagradables: mediar entre familias, hacer las listas, poner a este candidato en detrimento del otro. Ahora bien, hay quien apunta que era «un poco talibán». Vamos, que aunque viera a un colega con nivel y futuro, si no era de su cuerda, no abría la mano y cercenaba cualquier prometedora carrera. Eso contrasta con el nombramiento de José Muñoz como tres del partido porque era de su cuerda y le ayudó a conseguir el puesto. Se puede decir que fue un secretario de Organización que no triunfó pero que está en una situación de poder y sigue siendo el interlocutor entre Presidencia y partido. 

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Como decíamos, Andreu Ferrer es más influyente, pero «Boix tiene la habilidad de joder a la gente y de saber cuándo llega el momento de dejar un comentario que haga pensar a Puig». Quienes le conocen, así lo atestiguan. A sus amigos no los lleva en bandeja y «siempre les hará demostrar quién manda». Que se lo digan a un secretario de Organización de un municipio que Boix conoce muy bien. Más. «Igual hay un nombramiento y él considera que no es el idóneo, no se opone pero suelta algún comentario que puede influir en la decisión final… sabe mover las teclas para conseguir lo que él quiere pero no es tanto como Andreu». Detalle que ahora cobra más valor tras los nombramientos del nuevo Consell.  Dicen que Boix ha quedado tocado. «No está en su mejor momento». Otros consideran que lo opuesto. Tampoco le gustó no ser nombrado conseller de Obras Públicas en 2019. El elegido fue Arcadi España, que es todo lo contrario a Boix; un ser más orgánico. Ahora con Rebeca Torró, al menos le escucharán con más atención en esa conselleria.

Esos cambios, a pesar de lo que dicen, sí que han conseguido que Alfred Boix adquiera más influencia en Les Corts. Y es que la salida forzada de Manolo Mata ha situado a Ana Barceló en el puesto de síndica, hasta que se le nombre candidata a la alcaldía de Alicante, claro. Con la exconsellera tiene más feeling y capacidad de influir, por ser magnánimos, que con el abogado. A Mata ni podía ni se le ocurriría haberle dado instrucciones. ¡Bueno era Mata para estas cosas! Con Barceló, sin embargo, es otra historia. De hecho, parece que Boix ha tenido un papel importante a la hora de desatascar con sus socios el famoso decreto ómnibus que llevaban las medidas anticrisis por la guerra de Ucrania. 

Casi siempre en el círculo del poder

Boix siempre ha sido una persona vinculada a los círculos de poder. Hasta Lerma lo metió en el ajo. Dicen de él que no es especialmente brillante pero que sabe mover los hilos. Otros coinciden en que es un secretario de Organización que siempre quiso ser conseller. También hay unanimidad a la hora de hablar de su gran fiasco; el de ser el instigador del susanismo en aquellas primarias donde Sánchez resucitó tras el intento de homicidio de los barones. Después de aquello se quedó en fuera de juego. Ni el VAR pudo salvarlo. Más allá de eso, Puig siempre ha confiado en el. De hecho, ha ejercido de estratega y Secretario de Organización del partido de 2012 a 2017. Fue uno de los socialistas que llevaron la negociación del Botànic, junto a su primo Orengo (el de Baleària), Andreu y Ciprià Ciscar. Póker de clásicos.

A pesar de su dilatada trayectoria, como hemos apuntado, siempre ha permanecido en segundo plano. La razón es desvelada por todos los que han sido consultados para este artículo: «Tiene miedo escénico», «cuando era diputado no intervino ni una sola vez», «es un tipo muy reservado para salir a hablar». No obstante, se deja notar. Y sobre todo, intenta dejar muy claro que tiene poder; más del que seguramente tenga. El que ejercerá para buscar a los consultados para este artículo. Suerte. 

«Un Pepe Blanco a la valenciana», es como lo califica un camarada de partido. ¿Un fontanero? «No, más bien el que cuida y mira las alcantarillas para vigilar que la mierda no desborde», asegura otra persona que le conoce fetén. En ese terreno se mueve perfectamente.

Sobre Boix también se ha escrito, en Valencia Plaza, de su conexión con José Luis Vera, uno de los investigados en la causa Azud, un abogado vinculado históricamente al PSPV al que la juez señala como posible receptor de 1,3 millones de euros en comisiones. Vera trabajó entre 2003 y 2007 en el Ayuntamiento de Gandia bajo el mando del entonces alcalde Orengo (sí, el de Baleària), donde coincidió con el entonces concejal Alfred Boix y con Andreu Ferrer, quien también ejerció como habilitado en el citado consistorio. 

Ya se le considere vigilante de alcantarillas o fontanero en la sombra, es de esos a los que no le ha hecho falta no tener oficio ni título universitario. Solo tiene estudios en relaciones laborales. 

Quizá por ahí quiere compensar siendo un voraz lector de libros. Lee mucho y hace ostentación de ello. Eso dice a su cuadrilla del Palau, entre los que está Toni Such. Y lo que dice que no se sabrá, solo las paredes de su oficina paralela (el Beers & Travels Bar) son sólidos testimonios de lo que hace y piensa Boix.  

* Lea el artículo íntegramente en el número 92 (junio 2022) de la revista Plaza

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