En los últimos tiempos estamos viendo a muchos generales desfilar por los titulares de todo el mundo, ya sea por ceses o por nombramientos; ¿qué es lo que ocurre?
VALÈNCIA. Las situaciones de crisis, de cambio, son consustanciales a la naturaleza humana y al devenir de sus sociedades, pero cuando estas transformaciones o cambios se producen de forma abrupta, o traumática, las soluciones suelen ser excepcionales, y es la institución castrense el instrumento que la sociedad ha utilizado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia para lograr la vuelta a la normalidad.
Cuando la Polis Griega se veía amenazada el Polemarco (jefe supremo del ejército) con sus 10 Estrategas (generales, elegidos uno por región/tribu griega) convocaba a la ciudadanía en armas para hacer frente al desafío, y aunque gozaban de grandes prerrogativas y libertad de acción en época de guerra, la Ecclesía (asamblea ateniense) tenía la capacidad de sancionarlos o incluso deponerlos. Posteriormente la República Romana, a los nueve años del fin de la Monarquía, y con la amenaza de ser reinstaurada por la dinastía Tarquinia, creó una magistratura especial para esas situaciones complicadas y graves de crisis, el Magister Populi o Dictador, con unos más que extensos poderes y una duración en el cargo de seis meses, en principio; durante ese tiempo el derecho ordinario se mantenía en suspenso, y esta institución supuso finalmente la figura jurídica que permitió la transformación de la república en imperio, a través de personajes como Sila oJulio Cesar.
Las anteriores instituciones de derecho, más o menos personales, han llegado hasta nuestros días y dentro de las naciones de nuestro entorno, transformadas en lo que se denomina en el derecho comparado, regímenes de excepción, como por ejemplo la ley de 1791 de Francia sobre el estado de guerra como institución excepcional en el Derecho, o en el artículo 81 de la Ley Fundamental de la República Federal de Alemania de 1949,según redacción de la reforma de 1968, que lo denomina estado de emergencia. En España estas situaciones extraordinarias se denominan estados de alarma, excepción y sitio, recogidos en el artículo 116 de la constitución española y regulados por la ley orgánica 4/1981, de 4 junio, siendo en el estado de sitio, el más severo de ellos, cuando la Autoridad militar designada por el gobierno, asume las máximas responsabilidades, para acabar con la amenaza “contra la soberanía o independencia de España, su integridad territorial o el ordenamiento constitucional, que no pueda resolverse por otros medios”.
Por eso en estos complejos tiempos que corren, repletos de conflictos asimétricos, incertidumbres, guerras híbridas o convencionales, ataques terroristas perfectamente coordinados en el corazón deEuropa (acuérdense los comandos que aterrorizaron Paris), o salvajes como los de Niza, Bruselas, Londres, San Bernardino (USA) y un largo etcétera, que han llevado incluso al despliegue de tropas en las calles, traiga consigo una mayor presencia de la institución castrense en los medios.
Pero los dos casos concretos que nos han llamado la atención, y han motivado este artículo, ha sido un cese en Francia, el del general Pierre de Villiers, como jefe del Estado Mayor de los Ejércitos, y un nombramiento, el del general John Kelly, como jefe de gabinete de Donald Trump, dos países donde el estamento militar tiene una alta consideración y respeto en la sociedad, e incluso algunos los consideran países con tendencias militaristas.
El cese, o más bien dicho dimisión ruidosa del general francés, ha sido como consecuencia de que este servidor público se ha dejado llevar más por su uniforme que por su alto cargo político; pues tras la sobrecarga del ejército galo de misiones en el extranjero y el despliegue antiterrorista en el propio territorio nacional, y justamente en la víspera de la gran fiesta patria del 14 de julio (con gran protagonismo militar) se anunció un importante recorte presupuestario al Ministerio de Defensa, con el que el militar francés entendía que no seria capaz de alcanzar, de manera eficaz, las misiones asignadas. Por eso con unas declaraciones que recuerdan a lo ocurrido en 2010 con el general Stanley A. McCrystal, el general de Villiers fue relevado de su puesto de jefe del Estado Mayor de la V república (precisamente una república fundada por un militar el general Charles de Gaulle) por el presidente Emmanuel Macron, en un momento en el que el joven político estaba necesitado de una exhibición de fuerza por la existencia de encuestas que recogían una bajada de su popularidad; pues ya saben que “un militar nunca dimite, muere con las botas puestas o...hasta que lo releven”, como escribí hace ya exactamente 7 años, en agosto del 2010, en la revista Atenea, al comentar la salida de Afganistan del general norteamericano.
El otro caso, es el del nombramiento de un militar experimentado en uno de los puestos más delicados de todo el mundo, el del jefe de gabinete del presidente de los Estados Unidos de América, más complicado si cabe teniendo en cuenta quien ocupa el despacho oval de la Casa Blanca. Y que puede buscar el polémico y twitero presidente USA con esta elección, pues varios efectos; primero de calado politico, proseguir en el pulso al partido republicano al cesar a Reince Prienbus (un hombre de Paul Ryan, presidente de la Camara de Representantes USA, es decir alguien del aparato del partido); y segundo de mejora en la gestión, al buscar en el general Kelly, unas virtudes que quizás no abunden en los mentideros políticos de Washington, la lealtad y eficacia propias de un militar experimentado y reconocido.
Y podríamos proseguir en esas relaciones cívico-militares con muchas más noticias, como la curiosa aparición con uniforme militar del presidente de China Xi Jing Ping, un político de apariencia soft -poder blando- en la celebración del 90 aniversario de su Ejército. O la llamada de Felipe González a intervenir o no, de una forma u otra al Ejército venezolano, en base a sus responsabilidades constitucionales para poner fin a la ruptura institucional que esta llevando a cabo Nicolas Maduro, al dividir al país en dos mitades enfrentándolas en una guerra fratricida, y donde el gobierno no asegura la vida y bienes de todos los ciudadanos. Pero ya saben que al igual que cada persona está marcada por su experiencia vital, cada pueblo es rehén de su historia.