VALÈNCIA. La inhabilitación del presidente de la Generalitat de Catalunya, Quim Torra, como diputado del Parlament ha generado un conflicto de altos vuelos entre los dos principales socios independentistas: JxCAT y ERC. La tensión vivida en los últimos días con discusiones y posturas que han rozado el esperpento -no aprobar los Presupuestos pese a tener la mayoría para hacerlo, la intención de dejar vacía el acta de Torra o la opción de que votara de forma simbólica- han sido el preludio de una nueva convocatoria electoral en Cataluña.
Según informó El Confidencial, Carles Puigdemont había pedido a Quim Torra que aguantara unas semanas antes de anunciar el anticipo y, entretanto, sacara adelante las cuentas catalanas. Dicho y hecho, el presidente catalán avanzó este miércoles que habrá comicios tras la aprobación de presupuestos, aunque no concretó la fecha. Un tiempo para reorganizar la coalición JxCat frente a su socio y máximo competidor, ERC, quien a principios de enero decidió abstenerse para favorecer la investidura del socialista Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.
¿Cómo puede afectar esto al mandato del líder del PSOE y al tripartito en la Comunitat capitaneado por Ximo Puig? La respuesta no es sencilla porque los beneficios y perjuicios se calibran mejor, obviamente, con los resultados electorales en la mano. Ahora bien, a priori, puede ser una situación propicia para Sánchez e, incluso, para el Gobierno valenciano.
La principal 'patata caliente' para el presidente del Ejecutivo antes, durante y después de su entrada a la Moncloa es el proceso soberanista abierto en Cataluña. Sánchez hacía público este martes un próximo encuentro precisamente con Torra para el 6 de febrero dentro del marco de diálogo acordado con ERC a cambio de su abstención en la investidura. La puerta abierta a las conversaciones por el líder socialista le ha facilitado seguir en la Presidencia del Gobierno pero ahora viene la parte más difícil, consistente en qué negocia con las fuerzas independentistas. Todo bajo la lupa hiperaumentada de las fuerzas conservadoras que vienen insistiendo en la ruptura de España y la entrega de Sánchez a los brazos del independentismo.
Ahora bien, precisamente unas nuevas elecciones en Cataluña dejará en suspenso -o al menos ralentizará- las conversaciones hasta la llegada del siguiente gobierno autonómico. Un tiempo precioso para Sánchez que, además, podría convertirse en exitoso si JxCAT, con quien ha mostrado menos sintonía, no revalida su liderazgo dentro de las fuerzas independentistas.
No son pocos en las filas socialistas los que sueñan con la posibilidad de que el total de escaños logrados por ERC, PSC y Catalunya en Comú-Podem sumaran la mayoría absoluta y, a partir de ahí, pudieran buscar un gran acuerdo para bajar la inflamación de los últimos años con un doble pacto Madrid-Barcelona. En los comicios de 2017, la suma de los tres alcanzó los 57 escaños, a 11 del control total del Parlament. Una distancia a salvar considerable, más aún cuando resulta difícil de calibrar cómo encajará el votante de ERC la abstención a favor de Sánchez y su talante dialogante con el Gobierno de España. Ahora bien, a favor de estos partidos se encuentra también el probable descenso de Ciudadanos, fuerza más votada hace tan solo dos años y que ahora puede verse arrastrada por el descalabro en el ámbito estatal. De ser así, otras fuerzas conservadoras como el PP -solo cuatro escaños en 2017- y Vox, pueden pescar e en este caladero, pero tampoco es descartable que lo puedan lograr los socialistas catalanes.
Llegados a este punto y más allá de los resultados, con la cuestión catalana congelada, Sánchez habrá ganado cierto respiro mediático para dirigirlo a la gestión. El problema, eso sí, puede tenerlo con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), para lo cual necesita el beneplácito de ERC y, si por ejemplo se encuentra en mitad de una campaña electoral, ese hipotético respaldo puede complicarse. No obstante, fuentes socialistas opinan que con los comicios en Cataluña, Sánchez tratará de alargar los plazos para no enfrentarse a las cuentas hasta no conocer el resultado de las elecciones autonómicas. Una circunstancia que, en este caso, sí podría perjudicar a los intereses valencianos, puesto que el Consell ya vio cómo las anteriores cuentas de Sánchez -las cuales mejoraban la inversión en la Comunitat hasta casi alcanzar el 10% del total- fueron rechazadas, lo que conllevó que se prorrogaran los últimos presupuestos de Mariano Rajoy -todavía vigentes-.
Ahora bien, si la jugada le sale bien al líder socialista y hay una mayoría que no depende de JxCAT, podría entrarse en un periodo de rebaja de la tensión que beneficiara no solo al Gobierno de España sino también a la Comunitat Valenciana en uno de sus principales objetivos: la reforma del sistema de financiación, aplazada en diversas ocasiones con la excusa de la tensión territorial. Además, el Govern del Botànic se vería favorecido por que saliera del foco la inflamación soberanista, que a menudo es utilizado por la oposición para tratar de mezclar a los socios del tripartito -PSPV, Compromís y Unides Podem- con las fuerzas independentistas.
No obstante, si la convocatoria de elecciones en Cataluña se deja en el aire o se pospone demasiado, puede convertirse en una constante espada de Damocles para Sánchez, complicándole la aprobación de los PGE así como acometer otras actuaciones de calado precisamente como la reforma del sistema de financiación.
Por otro lado, lo que sí puede implicar que se abra un proceso electoral de estas características -unido al que se prevé en Galicia para otoño-, es un aplazamiento del Congreso del PSOE para la reelección de Pedro Sánchez, lo que también conllevaría a priori que los socialistas valencianos apuren sus plazos y su líder, Ximo Puig, no se enfrente al proceso interno hasta que el secretario general federal no acometa el suyo.