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el billete / OPINIÓN

¿Elecciones valencianas anticipadas?

25/11/2018 - 

Confieso que desde que Valencia Plaza desveló, en febrero y con Rajoy aún en La Moncloa, que Ximo Puig y su entorno estaban dándole vueltas a la posibilidad de adelantar las elecciones autonómicas previstas para el 26 de mayo de 2019, me he pronunciado en contra de tal posibilidad a quien me ha preguntado, entre ellos varios dirigentes socialistas. Creo que llegué a escribirlo, pero no lo he encontrado. El caso es que ha pasado el tiempo, han cambiado las circunstancias y he cambiado de opinión. O he cambiado de opinión sin más, que tampoco hacen falta justificaciones, aunque sí una explicación.

Hace ocho meses, los motivos que esgrimían en los círculos del poder para un adelanto electora eran básicamente tres: 

Primero, la conveniencia de sacar a la Comunitat del calendario fijo de las llamadas comunidades 'no históricas' con el objetivo de "ganar visibilidad". No es lo mismo hacer una campaña electoral en solitario, como ahora la de Andalucía, que conjuntamente con 13 comunidades autónomas, 8.000 ayuntamientos y, en esta ocasión, el Europarlamento.

En segundo lugar, la necesidad de dar un puñetazo en la mesa ante la falta de soluciones para el problema de la infrafinanciación autonómica. Habían pasado pocos meses desde la fallida manifestación del 18N en València, la idea de convocar otra movilización en Madrid se había enfriado y se buscaba un golpe de efecto que hiciera reaccionar al parsimonioso Rajoy.

El tercero era directamente partidista: Puig habría pillado a sus rivales con el pie cambiado, con menos de dos meses para elegir candidato y organizar la campaña.

Ximo Puig. Foto: EVA MÁÑEZ

Ninguna de estas razones, ni siquiera juntas, justificaban una convocatoria autonómica aislada que costaría más dinero a la Generalitat y a los partidos que si se realiza conjuntamente porque hay gastos que se pueden compartir. Sin embargo, algunas cosas han cambiado y los argumentos en a favor del adelanto electoral empiezan a pesar.

El 'superdomingo'

El primero de ellos cobra fuerza tras la insinuación de Ábalos –solo fue un "no descarto" a una pregunta– de un posible 'superdomingo' el 26 de mayo. En unas elecciones con cinco urnas, si sumamos las del Congreso y el Senado, y una campaña en clave nacional, los comicios autonómicos pueden pasar inadvertidos hasta para los valencianos. Adelantar las autonómicas a febrero permitiría una campaña en clave autonómica para elegir el gobierno que presta los servicios más importantes, sanidad, educación, cultura y bienestar social, y buena parte de otros también relevantes, como los impuestos, el medio ambiente, la economía, el turismo y la agricultura.

Tendría una cobertura en los medios de comunicación nacionales para compensar a la todavía irrelevante À Punt y los candidatos no solo se centrarían en asuntos autonómicos sino que podrían contar con el respaldo de sus representantes municipales, al no tener que estar peleando por las alcaldías.

La democracia no es solo votar pero sin votación no hay democracia. Si solo podemos elegir a nuestros representantes cada cuatro años, es una mala idea solapar tantos comicios en una sola cita.

Puig, Sánchez y Ábalos, en un mitin en València. Foto: EVA MÁÑEZ

Lo de dar un puñetazo en la mesa, que era el segundo argumento, es inimaginable ahora que gobierna Sánchez. La otrora queja continua contra el Gobierno de Rajoy se ha transformado en un lamento de consumo interno mientras las exigencias se han tornado en ruegos. Si Puig adelanta las elecciones, no será por eso.

En cuanto al tercer punto, el efecto sorpresa se ha perdido, pero en su lugar tenemos un argumento no partidista aún más fuerte, que es el creciente mal rollo entre los socios del Pacto del Botánico que puede empujar al president a dar el paso. 

Y esto entronca con el principal argumento a favor del adelanto: que la legislatura se ha acabado. Una vez Les Corts aprueben los Presupuestos de la Generalitat, antes de Navidad, vienen por delante cinco meses largos de tediosa batalla interna y externa de los partidos, empezando por los codazos para estar en las listas. Ximo Puig tiene la oportunidad de ahorrarnos más de la mitad de esos minutos de la basura, que son una tortura, de manera que quien gane las elecciones –¿a finales de febrero?– pueda gobernar la Generalitat desde finales de marzo. Ya le gustaría a Joan Ribó tener esa posibilidad para acabar de una vez con la tensión en el Govern de la Nau.

La naranja de Baldoví

Es poco probable que Joan Baldoví aplaudiera en diciembre de 1989 el gesto de Vicente González Lizondo de sacar una naranja valenciana en el Congreso de los Diputados para llamar la atención de toda España en el Debate de Investidura de Felipe González. Un acto reivindicativo de lo más respetuoso si lo comparamos con lo que se estila ahora en la Camara (cada vez más) Baja, que, sin embargo, fue criticado por los guardianes de la ortodoxia. El líder de Unión Valenciana era un hazmerreír para la izquierda autóctona y un apestado para el nacionalismo catalanista, de manera que cada vez que abría la boca era ridiculizado sin piedad, algunas veces sin merecerlo. Aquella boutade no fue una excepción.

Joan Baldoví. Foto: EFE/Emilio Naranjo

El otro día, Baldoví exhibió en la tribuna del Congreso una naranja sudafricana para denunciar lo mismo que Lizondo, el maltrato al sector citrícola por parte de la Unión Europea. Sin entrar en la desgracia que supone que 29 años después sigamos en las mismas, el gesto del líder de Compromís supone un reconocimiento implícito de que aquella naranja no fue una mala idea, aunque el público valenciano no se lo reconociera y el madrileño se burlara del que apodaron como ‘el Naranjito’.

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