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la nave de los locos / OPINIÓN

La elegancia es fría

Opinión, Javier Carrasco

Dicen que en diciembre llegará el invierno, pero no nos lo acabamos de creer. Quizá sea otro bulo. Algunos necesitamos que el frío vuelva a nuestras vidas, después de soportar un verano que no parecía tener final.

28/11/2022 - 

Creíamos que el frío se había olvidado de nosotros, pero estábamos equivocados, por suerte. El frío llegó, en compañía molesta del viento, después de un inacabable verano de calor, tardes de sudor, mosquitos faltones y el pringue del reguetón. Es la mejor noticia que podíamos esperar, junto con la crisis de las empresas tecnológicas. Dios, ser analógico que todo lo ve y escucha, se ha vengado de los niñatos de Silicon Valley, que creían poderle disputar su poder. Qué cretinos. Es delicioso leer noticias sobre los despidos masivos en Meta (Facebook), Twitter y Amazon.

El frío —amigo con el que no hace falta romper el hielo— vino a mi encuentro hace dos fines de semana. Un sábado por la tarde, paseando por la avenida de Aragón de València, fui un hombre feliz, y pocas veces tengo motivos para serlo, creedme. Fui feliz notando cómo el aire frío me golpeaba en la cara y yo apretaba el paso mientras me subía las solapas de la americana. Sólo me faltaba un pitillo bailando entre mis labios para parecerme a Albert Camus.

Cuatro turistas observan el mar en Torrevieja, la semana pasada.

Puede que todo haya sido un espejismo, una ensoñación como aquella trastada catalana de hace unos años, y que Valencia, como el resto de España, vuelva a quedarse sin invierno, y tengamos que presenciar escenas chabacanas como la de bañistas tomando aún el sol en las playas. Algunos, empecinados y soberbios, nos negamos a que esto sea así: nos resistimos a vivir bajo la dictadura del verano con sus diversos matices. Tenemos además la tímida esperanza de que en diciembre todo cambie, como así pronostican los meteorólogos más optimistas.  

El verano, estación plebeya y mentirosa

“El invierno tiene clase, rezuma distinción, es elitista por naturaleza. Es la aristocracia del calendario”

Tengo escrito que el estío es la estación plebeya, vulgar sin excusas, que engaña con promesas que incumplirá, sin pedir disculpas en septiembre. El invierno, en cambio, es otra cosa; el invierno tiene clase, rezuma distinción, es elitista por naturaleza. El invierno es la aristocracia del calendario. El invierno es de derechas.

Además, en el invierno se viste mejor y te ahorras el espectáculo bochornoso de cruzarte, en la calle Poeta Querol, con una pareja de turistas alemanes que llevan bermudas y camisetas de tirantes, y calzan chanclas. La ropa de invierno oculta los defectos del cuerpo y realza, en algunos casos, la figura. 

Lluvia en València. Foto: ROBER SOLSONA/EP

Hay mujeres y hombres que comparten mi debilidad por el invierno. Los veo con sus botas y sus gorros de lana y sé que son de mi logia. Yo, para no ser menos, también he sacado del armario mis botines negros, que me dan un aire cruzado entre Mariano José de Larra y Francisco Umbral. Sólo me faltan la bufanda roja y las patillas de bandolero.

En las noches que puedo dormir sueño con una gran nevada que me impide salir de casa durante días. Imagino que todo vuelve a ser como cuando era niño (aquellas nieves de antaño de las que escribió el poeta francés) y las palabras guardaban cierta correspondencia con sus significados. Las orejas frías, la nariz que te moquea, las manos entumecidas, los pies helados como chuzos, la castañera de la calle Mayor, el brasero de la mesa camilla de los abuelos, esa sensación embriagadora que sólo he vivido en mi tierra y en ciudades como Teruel y Soria.

Enemigos de las emociones

El frío nos hará libres. Cae en mis manos el libro Elogio de las sombras de Junichiro Tanizaki, y en su página 16 leo una cita reveladora de otro escritor japonés, Saito Ryoku, que dice: “La elegancia es fría”. Necesitamos rodearnos de personas que comprendan el valor y la importancia del frío, que lleven en sus corazones la nostalgia de las mañanas gélidas de febrero, de amigos y compañeros que son elegantes por ser fríos y que ser fríos les hace ser racionales y por tanto ajenos a cualquier manifestación de sentimentalismo. Detestan, como yo, este tiempo gobernado por las emociones.

El nuevo propietario de Twitter, Elon Musk. Foto: PATRICK PLEUL/DPA-ZENTRALBILD/DP

Los países más prósperos y laboriosos son los del centro y norte de Europa; allí donde el termómetro marca frecuentemente temperaturas bajo cero. En cambio, aquí, en este país en acelerada descomposición, todo —desde las autoridades maltratadoras hasta el calor— invita a la molicie y a la mediocridad. Así nos va y así nos seguirá yendo como pueblo educado en la servidumbre y el conformismo.

El frío, criatura inteligente y elegante, también le ha dado la espalda a esta España dejada de la mano de Dios, tropical y caribeña, camisa negra de nuestra desesperanza, a la que sólo acuden las moscas del otro lado del Estrecho. Dan ganas de coger la maleta e irse a la Patagonia con las obras completas de Jack London.    

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