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Elena Just, la republicana amiga de Azzati y Blasco Ibáñez

22/05/2019 - 

VALÈNCIA. Elena Just concita en una única vida toda una serie de peripecias vitales que la convierten en una mujer única en la época del republicanismo valenciano. Nació en alguna fecha indeterminada de los años 1873 y 1874 y pertenecía a una familia acomodada y progresista en Alzira. Allí vivía con sus hermanos Amparo, Julio y Amparo.

Las vicisitudes de la familia comenzaron pronto, pues su hermano Julio se suicidó en 1891 tras matar a su mujer en uno de los primeros crímenes machistas que reflejó la prensa del momento. Amparo, sin embargo, compartió los pasos de su hermana y formó parte de un grupo de librepensadoras del año 1889. Andrés fue gran amigo de Vicente Blasco Ibáñez y de Félix Azzati, dos de los nombres más importantes del republicanismo valenciano.

En el libro 'Feminismos y antifeminismos. Culturas políticas e identidades de género en la España del siglo XX' de Ana Aguado y María Teresa Ortega López aparece un fragmento de Juli Just, sobrino de Elena, que da buena cuenta del carácter indomable de esta mujer:

 Iba al frente de las manifestaciones tumultuosas (…). Tenía en la masonería a cargo suyo las obras de misericordia (…) Leía mucho. Tenía grandes estantes llenos de libros; las obras de Voltaire y de Víctor Hugo; las “Memorias de Garibaldi”.

Tres de las grandes cualidades que Elena conservó en vida tenía que ver con su erudición, la difusión de ideales librepensadores entre el género femenino y una especial ayuda a los más necesitados. En este último sentido, tenía una especial preocupación por sus compañeros republicanos.

Su formación propiciaba además, que a su casa acudieran otros republicanos en busca de ayuda material y de consejo político y por ello, “(su) casa estaba siempre llena de gente”. Por ello también sus correligionarios la elogiaban comúnmente por “sus dotes como propagandista y por sus valientes actuaciones y palabras”.

Uno de sus grandes logros fue la creación de una masonería femenina llamada Hijas de la Unión nº5. La masonería en aquella época, tal y como también sucedió con Vicente Blasco Ibáñez, estaba muy extendida. Con esta logia, Just ayudaba a mujeres que se encontraban en prisiones y hospitales. También creo la sociedad Bien de Obreras con el objetivo de potenciar la educación de la mujeres en los conocimientos para obreras y también una asociación de enfermeras.  Tal y como cuenta el libro de Aguado y Ortega López:

Bien de Obreras sólo tuvo una actuación destacada en la huelga de las hilanderas en 1902, en las que las propias Carmen Soler y Elena Just se hicieron cargo de negociar las demandas de las obreras con el gobernador civil. En este caso, más de 400 hilanderas exigieron un aumento de salario y mejores horarios.

Elena formó parte de un grupo de “agitadoras” valencianas: Belén Ságarra, las hermanas Carviá, Ángeles Guiñón, María Moneris, Amparo Pellicer... En este sentido, tal y como explica el libro Republicanas en pie de paz, “uno de los aspectos más desconocidos de la cultura política republicana es el movimiento antimilitarista, a favor de los tribunales de arbitraje y el desarme promovido por las asociaciones feministas librepensadora”.

Just se convirtió en referente feminista en Valencia cuando Ságarra dejó la ciudad. Tuvo el dudoso honor de ser una de las primeras mujeres en interponer una demanda de divorcio. En el diario republicano El Pueblo que dirigía su amigo Blasco Ibáñez se pueden encontrar crónicas en las que se habla así de Elena Just:

Dedicó sentidas frases a las señoras para que se aparten de la iglesia y cumplan con sus deberes domésticos influyéndose e influyendo a sus hijos en las ideas laicas.

Elena Just llegó a ser Presidenta de la Asociación Femenina Republicana y justo cuando gozaba de mayor éxito profesional, en el año 1904, comenzó a padecer una enfermedad que la apartó momentáneamente de su vida activista hasta 1908.

No se conoce la fecha exacta de la muerte de Elena Just pero sí sabemos por las crónicas de la época y el minucioso trabajo de su sobrino que ya de anciana, Elena seguía siendo referente de la ciudad. A su casa acudían políticos e intelectuales del momento para que Elena les aconsejara. Su legado sigue hoy vivo, justo cuando la efervescencia feminista y los derechos laborales de la mujer están alcanzando cotas que para la propia Elena serían impensables.

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