Jorge Adsuara, gran seguidor del género fantástico, ha querido rendir tributo al maestro de los efectos especiales coordinando un libro sobre el responsable de Furia de Titanes
CASTELLÓ. Ray Harryhausen, el gran maestro de los efectos especiales de stop motion, fue un genio en su momento, un hombre capaz de darles vida a escorpiones gigantes o a ejércitos infernales de esqueletos. Mi encuentro con Harryhausen fue en mi tierna infancia, cuando en Canal 9 reponía los sábados al mediodía Furia de Titanes o Jason y los Argonautas. Aquellos seres y monstruos se te quedaban en la retina. Era algo mágico. Jorge Adsuara, gran seguidor del fantástico, ha querido rendirle tributo a la figura del maestro editando y coordinando un libro sobre él, llamado: Harryhausen (Ediciones Museo Fantástico)
Para ello Adsuara ha contado con gente de la talla del crítico cinematográfico, Miguel Ángel Plana o el escritor alicantino Octavio López, además de otros especialistas. En 2013 la editorial ya publicó un libro sobre la figura de Willis O´Brien, un referente de la animación stop motion, titulado, Los mundo perdidos de Willis O' Brien. “Editamos el libro de Willis O'Brien porque no existía nada de su vida o trabajo en nuestro idioma” señala Adsuara. “Este genio de la animación stop motion y los efectos especiales, era totalmente desconocido para las nuevas generaciones de espectadores, y aprovechamos el 80° aniversario del estreno de King Kong de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack para hacerlo. Además de proyectar el filme durante la celebración del Fantasti'CS de Castellón. Ya, por entonces comentamos que tarde o temprano confeccionaríamos el de su discípulo: Ray Harryhausen. Este 2021, celebramos el 40° aniversario de la estreno de Furia de titanes, su última película, y por ello era la excusa perfecta”, remata.
En el libro aparece una entrevista íntegra que mantuvo Miguel Ángel Plana con el creador de efectos especiales en València. Un momento único e histórico que pudo vivir de primera mano. ¿Cómo se fraguaría tal encuentro? “La palabra exacta sería «improvisado»”, señala. “No recuerdo exactamente la fecha en la que vino a Valencia, pero seguramente en algún momento del boom jurásico de Spielberg. Posiblemente a mediados de los noventa. Aunque creo recordar que por las fechas podría ser un evento paralelo dentro de Cinema Jove, es más que probable que se tratase de un mini-ciclo homenaje dedicado a su persona y su obra”, apunta Plana.
Parece como si Harryhausen llegara a la capital del Turia casi de incógnito. Miguel Ángel se enteró de chiripa de su llegada. “Estaba bastante desvinculado entonces del tema periodístico y cinematográfico (aunque fue por la misma época que vio la luz el ya mítico Flash-back, nº 3 dedicado al fantaterror patrio), pero no recuerdo haber visto anunciada su presencia en ningún lado”, recuerda. “De hecho, fue un amigo el que se enteró, por otro amigo, y me dijo: “Harryhausen está en Valencia, en la Filmoteca. ¿Quieres venir? Me han asegurado que podemos estar tres o cuatro con él esta tarde. A la noche se proyectan algunos de sus trabajos”. Acepté de inmediato, como no”, claro, ¿quién se lo hubiera perdido? Y llegó el momento de conocerlo.
“Él movió (el amigo de Miguel Ángel Plana) todos sus contactos, y yo dejé todo lo que estaba haciendo y precipitadamente cogí dos cosas de casa que tenía a mano: un dinosaurio de plástico con el que jugaba mi hijo y un libro del 83 que terminaba de comprar en Futurama. Cuentos de dinosaurios, de Ray Bradbury, amiguete de Harryhausen, y al que le prologaba el libro. Compré una cinta de casete de 90 minutos, y me llevé la grabadora portátil que utilizaba en Sitges. Nos juntamos cuatro chavales imberbes (bueno, yo no tanto), delante del maestro. Un tipo cordial, cercano, amable y dispuesto a aceptar hacerse fotos contigo y lo que le echaras. El problema fue el idioma. El traductor no era muy ducho”, rememora.
Harryhausen era una persona afable, al menos eso cuentan las personas que lo conocían. Plana, y otros compañeros, pudieron comprobar de primera mano, que realmente era así, pese a las trabas del idioma. “Yo había estudiado en la Escuela Oficial de Idiomas y me desenvolví bastante bien hablando con él”, señala. “Los otros compañeros, posiblemente menos versados en la lengua de Shakespeare, trataron de seguir mi ejemplo, y el atribulado Ray sólo me miraba a mí para que yo le tradujese correctamente las preguntas”. Ray disfrutaba mucho de sus creaciones. “Era como un niño grande sacando sus maquetas, sus soldados cadavéricos y sus criaturas mitológicas de la chistera, expuestas sobre la mesa para disfrute del personal. A mí me firmó el prólogo del libro y con un rotulador indeleble el juguete de mi niño. Ocupa un lugar de honor en mi casa”.
Sorprende saber que a Harryhausen el CGI no le gustaba. “Si tuviera que decir algo que me sorprendió de él, fue su punto de mira intransigente y un poco infantil”, indica Plana. “Terminaba de estrenarse, no sé cuánto hacía, el film de Spielberg. Sus efectos, como en su momento los de la trilogía sagrada de Lucas, lo cambiaron todo. Si bien Lucas aún manejaba tecnología obsoleta, el uso de la informática supuso una revolución. A Harryhausen tanto realismo no le gustaba. Pensaba que era mejor el truco de devolver a la vida algo extinto con pura magia. Era el entretenimiento frente al aterrador e ilusorio realismo de una mentira. Después de todo, los dinosaurios no existen. Qué sepamos. En vez de divertirte te asustas”
Por su parte, Octavio López bucea en el libro en los proyectos que no se pudieron llevar a cabo por su fallecimiento, esas ideas inconclusas o aquellos trabajos en los que de un modo u otro, no quiso involucrarse como el Dune de David Lynch o La Garra Gigante. Harryhausen trabajaba en un proyecto dependiendo de diferentes cuestiones. “Influían diversos factores, por lo que tengo entendido”, subraya. “Uno de ellos es que supusiera algún tipo de desafío creativo, pero también, y creo que principalmente, que Harryhausen se sintiese cómodo con el proyecto. Es decir, por ejemplo el caso de Dune, le pareció todo muy repentino y con muy poco margen de tiempo, lo que chocaba totalmente con la meticulosidad y paciencia que Harryausen aplicaba a todo su trabajo. De hecho, esto era una de las causas por las que odiaba el recurso del hombre disfrazado del kaiju eiga. No le parecía bien que se hiciese tan rápido, casi a la ligera, y en su opinión este tipo de monstruos no contenían magia alguna”, señala López.
Como muchos autores o creadores, su mundo gira en torno a algunos conceptos, en Harryhausen fueron los dinosaurios y la ciudad de Atlantis, temas que le fascinaban. Hubo proyectos que se quedaron a medias como Evolution of the World. De otros trabajos solo han quedado dos páginas (Monster Story) o algunas notas en Dinosaur Graveyard. “Harryhausen tenía una imaginación desbordante, y una pasión sin igual por todo aquello que pareciese imposible, lejano, perdido u olvidado”, comenta López. “Las civilizaciones antiguas eran unas de sus obsesiones, y muchos de sus proyectos truncados combinaban de alguna manera grandes construcciones de piedra, fortificaciones majestuosas o continentes sumergidos”.
Si Atlantis le cautivaba, los dinosaurios han sido la otra gran pata de su filmografía. “Su fascinación con los dinosaurios le vino de muy temprana edad”, comenta López. “Era un entusiasta de dichos animales, como muchos infantes, pero cuando vio King Kong (1993), sencillamente quedó alucinado por lo que mostraban sus imágenes. La fauna prehistórica allí contenida tenía vida propia, y a decir verdad, con apenas quince años decidió que dedicaría el resto de su vida a realizar ese tipo de trucajes para el cine. Así que su vínculo con los dinosaurios era algo muy íntimo”, termina.
Con tantos profesionales, y contando la vida de una persona tan importante para el mundo del cine como Harryhausen, la coordinación en la narrativa del libro es vital. “Coordinar un libro de cine es una tarea compleja”, comparte Adsuara. “Si bien un libro visual como este podría ser complicado, no lo ha sido tanto, debido a la labor de coleccionista que llevo a cabo desde hace cuarenta años”, apunta. “Por ello he utilizado cientos de fotografías, fotocromos, guías y programas de mano de mis archivos. No menos importante han sido los textos referentes a Harryhausen como la técnica del dynamation, sus proyectos, sus diseños y criaturas y por supuesto sus películas”.
La lista de participantes es extensa y de con nombres de referencia. “En esta ocasión, han sido diez personas elegidas: Iris Cabrera, Josep Ferrán Valls, Ángel Gómez Rivero, Domingo Lizcano, Octavio López Sanjuan, Francisco Javier Millán, Samuel Orti, Miguel Ángel Plana, Narcís Ribot y José Manuel Villena. Todos ellos, reconocidas plumas y amantes del cine fantástico de Harryhausen”, enumera Adsuara. Harruhausen fue un hombre que nos hizo descubrir nuevos mundo y nuevas formas visuales de contarlo. Puse en movimiento de forma creíble, lo que hasta entonces era imposible.
“Ten en cuenta que hizo soñar a niños, a los hijos de esos niños, hizo soñar a los nietos de esos niños”, señala Adsuara. “Ray Harryhausen no solo fue un pionero de los efectos especiales, sino que inspiró a generaciones y generaciones de cineastas. Peter Jackson, George Lucas, Steven Spielberg, Guillermo del Toro, Tim Burton... Todos bebieron de él, todos recuerdan cómo en algún momento de su vida les impresionó el duelo a espadas de los esqueletos de Jason y los Argonautas o los dinosaurios de Hace un millón de años. En el libro se hace un análisis de su obra, algo necesario para cualquier amante de los efectos especiales, y en definitiva del cine.
“Este libro recorre su vida y obra a través de textos de críticos especialistas y cineastas españoles. Aquí en España, rodó siete de sus dieciséis películas e incluso vivió largas temporadas en Málaga. Maravillado por los paisajes que le valían para cualquier fondo de sus historias de fantasía y aventura”, recuerda.
La sombra de Harryhausen es muy alargada, y se puede notar su influencia y homenajes en la actualidad. “Se retiró en 1984, pero siguió haciendo algunos trabajos para televisión. En 1992 recibió un Oscar honorífico, y sus fans nunca se cansaron de invitarle a festivales y rendir tributos en pantalla: Harryhausen se llamaba un restaurante en Monstruos S.A.; Harryhausen se puede leer en un piano de La novia cadáver; otros cineastas han dirigido cortos basados en sus ideas... Por su 90° cumpleaños Peter Jackson le entregó un BAFTA de honor, y ese fue uno de sus últimos actos públicos”, concluye Adsuara.
Centrándonos en la figura como estrictamente como animador de Harryhausen Miguel Ángel Plana señala que, “como animador es igual a la de Verne como escritor. Hacernos creer lo imposible (a los de mi generación) y vivir aventuras singulares”. Era otra época, otro momento histórico; todo, o casi todo, estaba por explorar y descubrir en la animación. “Los chavales de ahora ya no se sorprenden como nosotros con aquellos trucajes que llevaban tanto trabajo. Para nosotros los dinosaurios y los gorilas gigantes estaban igual de vivos que los de ahora”.
Para contextualizar el impacto que tenía Harryhausen en la mirada de un niño, Plana nos recuerda una anécdota personal. “Mira, te contaré una anécdota al respecto a través de los ojos de mi hijo. Cuando era pequeño y le puse King Kong en el televisor, flipó en colores y lloró con la muerte del simio. Me hizo repetir el visionado en varias ocasiones hasta que al final, enfadado, me gritó: “¡Papá! ¿Es que siempre va a morir King Kong?”.
También Octavio López analiza la capital importancia, y la impronta indeleble que nos ha dejado Harryhausen. “Era un mago de los efectos especiales que conseguía dotar a sus creaciones, a sus miles de monstruos y personajes de toda naturaleza, de vida propia, de un carácter único que los hacía parecer reales”, comenta. “Igual que la película de King Kong le impactó sobremanera, de algún modo tomó el relevo generacional y artístico de Willis O’Brien. Así, estuvo durante tres décadas creando maravillas con ese arte que había aprendido e influyendo a su vez a decenas, cientos de artistas que siguieron materializando sueños en pantalla”.
Harryhausen fue esencial en el desarrollo de nuevos profesionales de la animación, que comenzaron a crear nuevas rutas gracias a la fascinación que sintieron al ver esas películas. “Sin su existencia, probablemente otros maestros de la prestidigitación cinematográfica se hubieran quedado huérfanos de esa pasión contagiosa. Como por ejemplo Phil Tippett, cuya continuación y perfeccionamiento en el mundo de la animación fotograma a fotograma en La guerra de las galaxias, y después en Parque Jurásico, fue esencial”, observa López.
Hemos hablado mucho del Stop Motion, pero todavía no lo hemos definido bien. “En cuanto a lo que menciones sobre las características propias del stop-motion, a pesar de que ese ligero movimiento entrecortado puede generar cierta sensación no realista, por contra animar algo fotograma a fotograma es una técnica muy manual que requiere una manipulación directa del animador”, explica López. “Además, hay que tener en cuenta que es habitual que la criatura a animar debe ser construida primero. Toda esa implicación tan cercana del artista provoca que, de algún modo, la creación se contagia de la humanidad del artista. De este modo, el resultado se nos antoja más vivo, reconocible en cierto modo, que una creación realizada por infografía digital”, apunta.
El stop motion fue el padre del CGI, de la infografía tal y como la conocemos hoy en día. “Tanto es así que en mi opinión, sensacionales recreaciones digitales como los dinosaurios de Parque Jurásico se sirvieron en primer lugar de marionetas para conseguir que los movimientos resultasen más dinámicos y físicamente creíbles. No por casualidad, opino yo, la primera película de la saga jurásica sigue conteniendo los mejores efectos especiales de toda la franquicia”, aporta López.
A pesar de ser una técnica poco usada en la actualidad, no está muerta, ni mucho menos. “Y sí, hay espacio para el stop-motion hoy en día. Combinado con las nuevas tecnologías. Si no, hay tienes a ese gran maestro y digno sucesor llamado Phil Tippett. Lo tuvo claro desde que vio su primer Harryhausen. Es el que mejor ha sabido interconectar todas las tecnologías, las viejas y las nuevas, e incluso las que él mismo ha desarrollado. Un buen ejemplo de ello es esa obra maestra llamada Mad God, que le ha llevado treinta años de su vida”, reflexiona Plana.