VALÈNCIA. Contaba Francisco Polo, responsable del Alto Comisionado para España Nación Emprendedora, en el acto de reapertura del Campus de Google for Startups en Madrid, que él, como emprendedor social que fue en su momento, cuando le ofrecieron ocupar el cargo se propuso hackear el ecosistema emprendedor. No le valían solo startups innovadoras, escalables y rentables si no entraba también en sus planes cerrar alguna de las cuatro grandes brechas existentes en el emprendimiento nacional: la de género, la generacional, la socioeconómica y la territorial.
Utilizamos pues aquí el término hackear aplicado al ecosistema emprendedor no en el sentido de querer ‘reventarlo’ o ponerlo en riesgo, sino más bien en el de querer reconducirlo por derroteros distintos. Una de las vías serían aquellas organizaciones que se proponen soldar alguna de esas fisuras citadas por Polo.
Empeñados en abrir el abanico y dar paso a la entrada de actores hasta ahora ignorados en el ecosistema, surgen propuestas como la de Bridge for Billions, impulsada por Pablo Santaeufemia, o la de Koop SF34, iniciativa que capitanea George Belinga Narváez desde Bilbao. Aunque con una perspectiva distinta, en ambos casos se proponen liderar un cambio social desde el emprendimiento.
Lo que Pablo Santaeufemia ha creado a través de su organización es un programa de aceleración online para ayudar al nacimiento de empresas sociales en cualquier parte del mundo y fortalecer así los ecosistemas locales. Su misión principal es “democratizar el acceso al apoyo para emprendedores en fases iniciales para que así los ecosistemas de emprendimiento en el mundo sean más meritocráticos, inclusivos y eficientes”.
Por su parte, George Belinga lo que promueve desde su organización es el emprendimiento de la población migrante que desembarca en la ciudad de Bilbao la cual se concentra en su práctica totalidad en el barrio de San Francisco, uno de los más marginales de la ciudad. Aquí se habla poco de tecnología y startups porque, como ellos mismos dicen, en la incubadora y el espacio de coworking de Koop SF34 se emprende a la africana. La mayor parte de los proyectos surgidos hasta ahora de este peculiar ecosistema están vinculados a la cultura de sus creadores, como AfroFit Boxing o el mismo que lidera Belinga -de padre camerunés-, Life Container, basado en la producción sostenible y el mercado justo del cacao. En este entorno trabajan actualmente 31 emprendedores que representan a 16 nacionalidades distintas.
Algo similar es lo que persigue Andrew Funk con su organización, Homeless Entrepreneur, en Barcelona. Se trata de una asociación sin ánimo de lucro que tiene como misión “promover el empoderamiento económico y la reducción de la pobreza a través del trabajo y la ciudadanía activa, para que las personas que viven en la exclusión social puedan mejorar su calidad de vida”. En esta línea, ayuda a personas sin techo a integrarse en el mercado laboral e iniciar una nueva vida valiéndose no de la caridad sino de la obtención de sus propios recursos.
Además de detectar que gran parte de los contenidos que se impartían en las Escuelas de Negocio estaban desactualizados, Clara Lapiedra observó también que la mayoría de los casos de empresas que se estudian en las mismas estaban protagonizados por hombres.
Cambiar esta perspectiva puramente masculina es lo que se propone esta emprendedora con la creación de Aula Magna Business School, la primera escuela de negocios internacional orientada al liderazgo femenino en las corporaciones. Se trata de un programa de formación online cuyos contenidos son válidos para ambos géneros y para aplicar en cualquier empresa interesada en la diversidad.
“Hemos querido darle a la formación un enfoque inclusivo.-declara Lapiedra-. Para ello, hemos incorporado muchos casos de estudio de empresas fundadas por mujeres, que hay muchas y muy buenas. Asimismo, utilizamos un lenguaje que huye de los matices de género recurriendo incluso a anglicismos para no caer en la redundancia y hemos creado un equipo docente integrado totalmente por mujeres, las cuales, en todos los casos, viven de lo que explican”.
Dentro también del mundo académico, cada vez son más las universidades que imponen, dentro de sus códigos de buenas prácticas, planes de igualdad al objeto de dar visibilidad al liderazgo femenino y ofrecer a todos las mismas oportunidades en el desarrollo de su carrera científica e investigadora.
“La innovación, además de transparente, responsable, ética y programada ha de estar, por encima de todo, comprometida con la sociedad, de la que nace y para la que se hace”, en palabras de Sara Martín, profesora de la Universidad Carlos III de Madrid. Lo dijo en un foro de emprendimiento en el que, entre otras cosas, se habló de la dicotomía que se está produciendo, en algunos casos, entre la digitalización apresurada y la evolución de la sociedad.
Valga como ejemplo el caso del jubilado Carlos San Juan, el promotor del “Soy mayor, pero no idiota”, reivindicando un trato humano en la atención dentro las entidades financieras. Evitar efectos negativos de la tecnología como el citado que, en lugar de simplificar las cosas las hacen más complejas dejando fuera a gran parte de la sociedad, es otro de los retos que se plantea ahora el ecosistema.