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noticias de oriente / OPINIÓN

En búsqueda de los ritmos latinos

EP/Ding Lin
29/12/2024 - 

Resulta curiosa la relación que existe entre la cultura y la geopolítica. Los Estados Unidos, en su condición de gran potencia desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, es el gran consumidor de básicamente todo y entre otras cosas de productos culturales. En este sentido, siempre ha tenido un apetito desbocado por la música latina o, para hablar con más precisión, música cuyo origen se encuentra en países en los que se habla español o portugués ya sea en América del Norte, Centroamérica o América del Sur. 

La explicación es diversa: porque siempre hubo una minoría poblacional relevante latina instalada en los Estados Unidos, porque se trata de una música que conecta con las emociones (al menos más que otro tipo de música) o porque muchas veces es sencillamente magistral. Tiene la virtud de encapsular historias eternas y universales en dos o tres minutos de una belleza profunda y memorable. Además, tiene una fuerza evocadora irresistible ya que nos suele conectar con instantes de nuestras biografías de una forma mágica. 

Obviamente me refiero a muchos géneros: los boleros, la salsa, el tango, las rancheras, la bossa nova entre otros. En los años 50, Estados Unidos estaba infatuado con los ritmos cubanos en todas sus manifestaciones posibles: desde el vibrante mambo hasta el bolero sentimental, pasando por la rumba o el acariciante y cachondo chachachá y los ritmos tradicionales como la picante guajira o la guaracha y el danzón. En fin que el son y el feelin se proyectaba en todo. Y era la música hegemónica tropical y latina hasta el año 1959. 

En efecto, con el triunfo de la Revolución Cubana que supuso, sobre todo por torpeza americana, un golpe considerable al dominio aplastante de los Estados Unidos en la región, se interrumpió, junto con otras muchas cosas, el diálogo musical con la isla. Y las discográficas americanas tuvieron que buscar un sustituto que apareció en Brasil. Me refiero a ese híbrido de jazz y ritmos tradicionales brasileños (como la samba) que se llamó la bossa nova. Un artefacto sofisticado y fugaz. 

Es cierto que en ese momento hubo determinados artistas de un talento musical colosal. Me refiero el gran Joao Gilberto o Antonio Carlos o Tom Jobim (sí, el mismo que hizo un disco maravilloso con Frank Sinatra y le forzó, para no ser menos, a aparecer por primera y única vez en la carátula con su nombre completo de Francis Albert), Vinicius de Moraes, las colosales Astrud Gilberto (que los brasileños no querían pero el resto del mundo sí) o Nara Leao. Y esta música se convirtió en la banda sonora latina en Estados Unidos y por extensión el mundo en los años 60 (aunque España también fue otra historia, como decía Gandalf).

Lo anterior, además de poner de manifiesto mi indisimulada admiración por estos magistrales géneros musicales y que en estas fechas, después de infinitas comidas y cenas, me he ganado el derecho a hablar de lo que me plazca, ilustra que lo que viene de esta zona del mundo es esencial e indispensable. 

Y por supuesto no me refiero solo a la música sino también y sobre todo a las materias primas, a los productos agrícolas, a los minerales necesarios, a las fuentes de energía. Y que los países que tradicionalmente han ejercido una mayor influencia en la región, y me refiero a Europa (y principalmente a España y Portugal) y a los Estados Unidos están haciendo dejación de sus funciones, abandonando espacios estratégicos y lo que es más grave, a sus parientes. Se está permitiendo que principalmente China los esté reemplazando como el mejor amigo de Latinoamérica. 

Los pronósticos más pesimistas que describí en esta columna en un artículo ya lejano de 3 de marzo de 2019 se están cumpliendo. Así estamos asistiendo, sin ni siquiera tratar de revertir este proceso, a una consolidación dominante de la presencia de China en la zona. Este posicionamiento puede tener unas consecuencias nefastas en la relación en general de Occidente con Latinoamérica y obedece a una cortedad de miras que solo cabe calificar de suicida. La voz de alarma ya se ha dado.

Marco Rubio. Foto: EP/Pedro Portal 

El senador Marco Rubio, republicano, que forma parte del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, que dice cosas raras (salvo en este caso) y que Donald Trump ha designado como su próximo Secretario de Estado ha alertado de esta realidad al manifestar que los Estados Unidos “no se pueden permitir que el Partido Comunista de China expanda su influencia y absorba América Latina y el Caribe en su bloque político económico”.  

Los datos objetivos son más que preocupantes. Empecemos con la economía y concretamente con los intercambios comerciales. Se ha pasado en 2002 de unos intercambios que alcanzaban los dieciocho mil millones de dólares a una cifra de cuatrocientos cincuenta mil millones de dólares en 2022. Es cierto que los Estados Unidos continua siendo el mayor socio comercial de la región en general (por su relación con México esencialmente) pero por lo que se refiere a América del Sur, es decir respecto de Brasil, Perú, Chile y otras economías más pequeñas, es ahora China el socio comercial más relevante. 

Por lo que respecta a las inversiones en la zona sucede algo similar. Los Estados Unidos siguen dominando los mercados mexicanos, caribeños y centroamericanos pero la presencia de la inversión China le ha superado en el resto de países de América del Sur. Llegados a este punto, entiendo que un ejemplo real vale más que mil palabras. Y me estoy refiriendo al Puerto de Chancay en Perú, una operación en la que me vi involucrado profesionalmente aunque aquí me centraré en datos que son del dominio público como no podía ser de otra manera. El Puerto de Chancay representa la simbiosis perfecta para entender esta potencia china tanto en el ámbito comercial como de inversiones a través de la ejecución de un proyecto de infraestructuras tremendamente ambicioso. 

No es casual que por razón de su visita de estado en noviembre pasado, el Presidente Xi Jinping, acompañado de la Presidenta del Perú, Dina Boluarte, inaugurase el Puerto de Chancay que ha resultado en una inversión millonaria china de tres mil quinientos millones de dólares. La infraestructura portuaria está ubicada a 80 kilómetros al norte de Lima y tiene la muy notable profundidad máxima de 17,8 metros. Está predestinado a convertirse en un núcleo de interconexión entre América Latina y China. 

Puerto de Chancay (Perú). Foto: COSCO

El impacto en el comercio va a resultar considerable ya que reducirá el tiempo para enviar productos desde Perú a China (y viceversa). El artífice de esta obra colosal ha sido la compañia Cosco Shipping Corporation gestionada por el estado chino. Cosco Shipping Corporation (también la dueña de una terminal en Valencia y en Bilbao) es titular de la mayoría del Puerto de Chancay (el 60%) y han obtenido del estado peruano una concesión de 30 años para operar la referida terminal. De acuerdo con datos oficiales, el Puerto de Chancay tiene capacidad para transportar 160.000 vehículos y un millón de contenedores solo en su primer año de operación. El Puerto de Chancay va a resultar clave en exportar a China materias primas esenciales como el hierro, la soja y el litio. Es uno de los 17 puertos globales en los que China tiene el control. Y de los 100 puertos que China prevé construir para asegurar sus intereses en la próxima década.

Seguimos con los datos políticos que son particularmente ilustrativos. Hay dos eventos relevantes en materia de política exterior en los que China supera por goleada a Estados Unidos. No solo son bling bling parties. Actos importantes. Más de lo que parecen por su significado. Veamos alguna fotografía que es parte de la memoria colectiva. La cumbre de APEC (Cumbre de Cooperación Asia-Pacífico). En la foto de familia de los líderes que asistieron, el presidente Xi está en primera fila, al lado de su anfitriona, Dina Boluarte. Es cierto que la disposición de la foto siguió un orden alfabético. Pero el hecho es que el presidente Biden está en segunda fila (la U de United States), en una posición prescindible. Consciente de la importancia de esta visita, el presidente Xi añadió una visita de Estado acompañado de cientos de empresarios  chinos y, como dijimos antes, procediendo a la inauguración del Puerto de Chancay en el que China ha invertido, insisto, tres mil quinientos millones de dólares. Por su lado, y por contraste, el presidente Biden anunció la aportación de nueve helicópteros por un importe de sesenta y cinco millones de dólares como contribución para la lucha contra el narcotráfico y una donación de trenes de segunda mano de California para el sistema del metro de Lima. 

Las comparaciones son odiosas pero está más que claro que China gana en esta. Y por mucho. En efecto, China anuncia su implicación en un mega proyecto destinado a impactar en el tráfico marítimo transoceánico entre los continentes americano y asiático y Biden habla de suprimir drogas y colocar cacharros obsoletos. Algo parecido sucedió en relación con la celebración de la reunión del G20 unos días después en Río de Janeiro. Xi y Biden asistieron a dicha reunión. En la foto de familia, no aparece Biden (llegó después). Tras su celebración, Xi fue recibido en Brasilia con ocasión de otra nueva visita de estado. Anunció la realización de inversiones, muchas de ellas ya en marcha, millonarias en Brasil. Biden, en cambio, en el camino de vuelta, hizo escala en territorio amazónico y se limitó a presentar un donativo de 50 millones de dólares en tares de conservación que a saber si se realizarán.

Foto: EFE/PAOLO AGUILAR
Esta es la situación. Además, le añadimos que China está mandando a América Latina lo mejor de su cuerpo diplomático: gente que conocer la región, que habla español o portugués de forma fluida. Mientras tanto Estados Unidos deja embajadas vacantes. Y los países europeos, incluida España, manda a quien pueden. Y hasta aquí puedo leer. Creo  que la situación es reversible. Tenemos un fondo de comercio, tanto Estados Unidos como Europa, formidable con América Latina pero necesitamos echarle ganas. Como en todo lo importante en la vida (un negocio, una profesión, el amor). Y dejar de tratar con condescendencia colonialista a países complejos con un pasado compartido y con un potencial muy potente. Solo desde una igualdad de trato elemental y con esfuerzo, voluntad, generosidad y sueños compartidos podemos ganar a China. De lo contrario, hay poco que hacer. Espero que la situación cambie. Se puede conseguir como se logran todas las cosas permanentes: con humildad, trabajo, mucho cariño y corazón. Y que sean estas las fuerzas que nos guíen en este 2025 que arranca en breve. ¡Feliz año!

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