La nueva película de Hong Sang-soo es un cuento sencillo, divertido y hermoso sobre la fugacidad y la magia de la vida
VALÈNCIA. Vivimos muy poco tiempo en realidad. A veces tenemos la sensación de que vamos a estar aquí para siempre, que nada cambiará, pero todo tiene un final. Cuando eres joven ves lejos ese final, sabes que está ahí, que sucederá, pero no lo piensas (o no lo quieres pensar), vives al día. Sin embargo, llega un momento en que empiezas a pensar en futuro, en lo que posiblemente será mañana y aún no ha sido, en lo que te gustaría que fuese y tal vez nunca será, en lo que amas y perderás. Mientras tanto, el ahora se convierte en pretérito y ese futuro en presente. Lo que un día viviste se te va alejando y a veces piensas si en realidad lo viviste o fue todo un sueño, confundes lo vivido con lo imaginado y lo soñado. Y entre una cosa y otra, la vida ha pasado en un suspiro. En el fondo, de eso va En lo alto (Walk Up), la nueva película del prolífico director surcoreano Hong Sang-soo (aunque nunca está muy claro cuál es la nueva), de la percepción del paso del tiempo y de la vida como ensoñación.
La película, presentada en la sección oficial de la última edición del Festival de San Sebastián, cuenta la historia de un director de cine surcoreano de fama internacional (probablemente, un alter ego del propio Hong Sang-soo) que visita con su hija – a la que no ha visto en 5 años – un edificio propiedad de una amiga de la que tampoco sabe nada desde hace tiempo. La amiga es diseñadora de interiores y el propósito de la visita pronto queda claro: la joven quiere estudiar ese oficio, por lo que su padre pretende que su amiga la acoja en la casa para instruirla. Miss Kim (la amiga diseñadora de interiores) les mostrará planta por planta el edificio y esa reunión forzada dará lugar a una serie de encuentros y relaciones entre estos personajes y el resto de vecinos del inmueble.
Cada nueva película de Hong Sang-soo puede verse como una continuación de la anterior, como si se tratara de una especie de obra en progreso, partes de la misma que en conjunto forman una película única, un diálogo continuo en el que unas películas conversan con otras. De nuevo, el director de cine que protagoniza En lo alto está interpretado por Kwon Hae-hyo (actor habitual en la filmografía del cineasta coreano), lo acompañan Lee Hye-young (Miss Kim), Song Seon-mi, Cho Yun-hee, Park Mi-so y Shin Seok-ho (reparto también de su confianza) y la película sigue los mismos planteamientos e ideas de las últimas: contar una historia con lo mínimo, a través de las posibilidades que el cine permite. Ahí está una de sus claves, en la economía narrativa desde la que el director construye su película (además del guion y la dirección, también se encarga de la fotografía, el montaje y la música).
Filmada en blanco y negro y dividida en tres capítulos, la esencia de la película vuelve a estar en los personajes, en la historia que se cuenta a través de ellos, de lo que hacen y dicen, de esas conversaciones que suelen transcurrir alrededor de una mesa, comiendo y bebiendo vino o Soju (la bebida nacional coreana, muy presente en el cine de Hong Sang-soo) sin parar, mientras el tiempo pasa sin darse cuenta. En cierto modo, es como si el director nos permitiera entrar en la intimidad de esos personajes, asistir a pequeños momentos de sus vidas, dejar que hablen y de esa forma saber qué sienten y piensan, cuáles son sus fantasías, sus miedos, sus inquietudes, sus debilidades, sus tristezas y alegrías secretas. En lo alto se construye entorno a esas secuencias conversacionales en las que sus protagonistas hablan de todo y de nada, del día a día y de sus sentimientos y emociones más profundas, y a través de ellas se plantean preguntas acerca de los temas centrales de la película; la identidad, la distancia entre lo que aparentamos ser y lo que somos en realidad, el éxito y el fracaso, los problemas y dificultades de los oficios artísticos, la soledad, la necesidad de creer en algo, la ficción como espejo, el paso del tiempo.
Hong Sang-soo cuenta todo ello con sencillez, sutileza y humor, a través de un tono divertido e irónico, tierno y a la vez con cierta melancolía, transitando entre la ligereza y la profundidad. El director coreano vuelve a narrar desde su característica puesta en escena minimalista, austera y depurada, pero esta vez lo hace con algo más de imaginación (no solo por la ingeniosa estructura narrativa del relato), sino también por el inteligente uso de la estética y del espacio, del poder simbólico que ello ofrece. La película está repleta de imágenes en las que las personas pasan a un segundo plano y el espacio habitado es el protagonista, de ahí, la metáfora de la que nace y le da título, el edificio como lugar de vida, donde se contienen sus distintas etapas.
Hay una secuencia en la que los personajes se confiesan sus penas y miedos y a continuación siguen bebiendo. Ahí es donde reside el alma de la película, en esos momentos corrientes y al tiempo reveladores. Con ello, En lo alto es lo que pretende ser, un cuento sencillo, divertido y hermoso, una historia breve y disfrutable sobre la fugacidad y la magia de la vida.
Se estrena la película por la que Coralie Fargeat ganó el Premio a Mejor guion en el Festival de Cannes, un poderoso thriller de horror corporal protagonizado por una impresionante Demi Moore