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En recuerdo de Paco Puchol-Quixal

  • Francisco Puchol-Quixal. VP
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Ha transcurrido ya un año desde que nos dejó Paco. Es curioso como la memoria puede ser tan  selectiva y, de repente y sin avisar, nos trae momentos pretéritos con penetrante nitidez. Rememoro perfectamente cuando, con las primeras tardes de la primavera (en Pekín el invierno era muy largo), estando en mi despacho, con el imponente edificio de la CCTV china en mi campo de visión, me telefoneó mi buen amigo amigo Vicente Vilella para darme la terrible noticia. Al principio no entendí nada, no me lo podía creer. Poco después se fueron sucediendo los mensajes de consternación de numerosos amigos que eran conocedores de nuestra buena amistad.

Fue como si en ese momento se parasen las horas. Y se disparasen los recuerdos.

Paco es una de las pocas personas que he conocido cuyo eje cardinal de su comportamiento era la bondad a través de una estética de la cordialidad que le definían. La bondad inteligente y cercana. La bondad está muy desprestigiada cuando se debería considerar como virtud moral suprema. Y Paco la practicaba de forma espontánea, entrañable y dedicada, sin empalagos ni edulcoramientos impostados. En el caso de Paco, esta bondad se hacía acompañar de la generosidad. Como sostienen diversos estudios neurológicos (José Antonio Marina, Richard Davidson), la generosidad surge cuando una persona prefiere reducir su nivel de satisfacción personal y sus intereses a cambio de que el otro incremente los suyos.

De hecho, Paco hacía algo que practicaba creo que en exclusiva. Así como podemos ocasionalmente inclinarnos e incluso encontrar cierto perverso placer en la maledicencia de baja intensidad, vamos, que no podemos evitar malmeter en relación con ciertos de nosotros que no son de nuestro agrado. Por el contrario, Paco era un gran experto en bien decir o, espero que se me permita este atrevido neologismo, 'bien meter'. En algún momento en nuestras conversaciones en el que el espíritu crítico se me podía acelerar, Paco siempre encontraba la manera para que la empatía por el otro prevaleciera y se pudiera apreciar sus circunstancias, que no sus razones, para poder explicar que no justificar, determinados comportamientos o actitudes. Incluso cuando dichas actuaciones podían haber tenido a Paco como objeto de las mismas, su reacción siempre fue benevolente. Cuando hablo de Paco me vienen al recuerdo siempre sentimientos que incorporan positivamente al otro y que estaban atentos al bienestar del otro: su afabilidad, su cuidado por los demás, su compasión, su fraternidad e incluso su ternura.

Como decía Savater, las virtudes no se aprenden en abstracto, sino que hay buscar a las personas que las posean para poder aprenderlas. Y Paco era una de ellas.

Y ello en todos los ámbitos de su actividad. En efecto, su práctica de la abogacía era siempre conciliadora, de buena fe, buscando acercar a las partes para mitigar y disolver el conflicto. Y lo hacía de forma meticulosa y disciplinada. Evitaba, que la posición más fuerte de cualquier de las partes encontradas, aunque fuese la de su cliente, se impusiese sobre la otra. Quizás porque no creía en la fuerza como mecanismo de solución de las controversias. Al menos no de forma duradera. Y solo llegaba a la vía procesal cuando esta era inevitable y se habían agotado todas las otras opciones.

Homenaje del Club de Encuentro Manuel Broseta al que fue su presidente.  Foto: CLUB DE ENCUENTRO MB

Coincidí igualmente con Paco en sus últimos años de Presidencia del Club de Encuentro. Y también dicha bondad se extendió en su personalísima gestión durante más de 15 años. Siempre dio cancha a las diferentes sensibilidades dentro del Club, sus últimas Directivas (de las que tuve el privilegio de ser Vice-Presidente) fueron un ejemplo de elegante y sutil equilibrio, siempre fue respetuoso y flexible. Pero también supo que el Club como manifestación de la sociedad civil debía ser independiente y nunca convertirse ni en algo superfluo pero sobre todo en un mera plataforma en beneficio del poder. La sociedad civil, como la caridad, tiene que picar, incomodar algo. De lo contrario, y Paco lo sabía, está muerta y no cumple con su papel. Compartíamos esta visión del Club y teníamos interesantes proyectos que su muerte nos arrebató. Esos proyectos siguen vivos.

Paco fue alguien irrepetible. Singular. De aquí la importancia de su ejemplo. La participación de la inteligencia en la bondad es esencial y si alguien lo logra estamos ante un sabio. Y la respuesta a esto solo puede ser la gratitud. Gracias Paco, ya que como se decía de Gardel, cada día cantas mejor. 

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Francisco Martínez Boluda es abogado

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