Nombres como los de Stool o Maria Rodilla se cuela en la mirada cercana a Benicalap, el barrio -otro más- al que no se mira en una ciutat que parece honrarse por su composición multibarrio.
VALÈNCIA. El artista urbano Stool -algunas de sus obras más reivindicativas tuvieron lugar en Benicalap- enumera: “Casino del Americano, Alquería de la Torre, La Ceramo…”. Es la lista con la quw evidenciar aquello que podría ser... y sin embargo. Ese ‘sin embargo’ parece un emblema en la expresión de los vecinos, justo ahora que muchos de sus edificios emblemas comienzan a vislumbrar un futuro.
Tantas posibilidades, y sin embargo… El lamento permanente de tener que interpretarse en función de lo que se fue pero no se puede ser. Un rastro industrial, señales de una vida repleta de alboroto. La acción de Stool en la fachada de la vieja Ceramo, en 2018, bajo el nombre ‘Esto podría ser un museo’, llevó unas letras similares a las que pueden verse en la fachada de Bombas Gens, apenas 500 metros más abajo, bajo el título: La Ceramo. Benicalap ojeando Marxalenes. Un grito en pos de la rehabilitación, “Y sin embargo…”.
Era el momento en el que La Ceramo podría encontrarse en portales inmobiliarios: “Suelo urbano residencial esquinero en Benicalap, junto a la Avda. de Burjassot, zona residencial consolidada, con todo tipo de servicios y bien comunicada con el centro de la ciudad mediante transporte público. Tiene una edificabilidad de 2.870 m2 de techo. Repercusión: 278 euros / m2 techo”.
El nuevo futuro del inmueble como uso sociocultural abre la promesa de una fase por estrenar. Como demostró Bombas Gens, los viejos edificios tienen la energía simbólica de reverdecer el ánimo de su entorno. El deseo sobre La Ceramo vuelca ese instinto. “Es uno de los edificios más espectaculares de València. Lleva cerrada desde el siglo pasado pese a que de ella salieron piezas cerámicas que adornan la Estación del Norte o el Mercado Central. Constituye un patrimonio arquitectónico de gran valor…”, añade StoolStreetArt. Y sin embargo… Durante décadas su abandono ha pospuesto las expectativas de cambio.
En 2019 un grupo de vecinos se unió para pintar un mural gigante. El objetivo: que se viera desde el aire. 600 metros junto al parc de Benicalap: ‘Benicalap Viu”, reza en las coordenadas 39°29'56.6"N 0°23'56.7"W. Es la demostración, reflexiona Stool, de cómo el street art por “su concepción como acto de desobediencia es la manera más directa de expresar una idea y hacer que la gente pueda leerla (...) subrayar injusticias que están sucediendo pero que en muchos casos no interesa que salgan a la luz”.
La necesidad de poner a Benicalap en el mapa es, tal vez, una terapia de consumo interno. Con esa cierta vocación la ilustradora María Rodilla creó para el ciclo ‘València Se Ilustra’ su mapa subjetivo de Benicalap: “Mon pare va néixer a Benicalap i en aquest mateix barri és on va conèixer ma mare. Tinc molts records d'infància ací i per això m'agradaria que moltes més persones descobrisquen el barri. Només cal un esforç des de l'ajuntament per tal que no seguisca degradant-se ni perda la seua identitat”, reflexionaba la obra.
Rodilla, tres años después, describe Benicalap como esa área ignota “muy desconocida para la mayoría de la ciudad (mucha gente nunca lo ha pisado ni saben colocarlo en el mapa) que aún conserva en algunas zonas su esencia de pueblo, su espíritu obrero. En el siglo pasado recibió la inmigración de muchos trabajadores que venían de otras zonas de España, y ahora es la población africana la que ha pasado a formar parte del barrio. Con lo que en sus calles ahora tenemos la oportunidad de poder comprar paella para llevar o comida senegalesa”.
Su mapa permanece como una caja de herramientas con las que abrirse paso. “Quise enseñar esos pequeños rincones y detalles que le dan personalidad al barrio: rótulos y carteles antiguos, sus casas de colores, alguna curiosidad de su historia, etc. (...) Cuando de pequeña iba a Benicalap me encantaba ver cómo cada comercio, la mayoría tiendas "de toda la vida", mostraba su personalidad a través de sus rótulos. Creo que es algo que me ha influido en mi bagaje visual. Es una cosa que a día de hoy me sigue fascinando, aunque desgraciadamente no hay espíritu de conservación de todo este material gráfico que forma parte de nuestra cultura”.
Rodilla tiene un lugar fetiche del barrio que irrumpe como una emergencia por sorpresa: “el árbol gigante que hay en el cruce de las calles San Roque y Benicadell. En esa zona del barrio solo hay edificios y aparcamientos para coches, una planificación urbanística horrible donde no se tuvo en cuenta ni un centímetro de zona verde. Por eso es una sorpresa muy agradable cuando giras la esquina y te encuentras ese pequeño oasis entre el cemento”.
De regreso a las confluencias de sus coordenadas, María Rodilla tiene un último ‘sin embargo’: “Estoy muy contenta porque gracias a las iniciativas vecinales el barrio se ha vuelto más amable: se han peatonalizado calles y se ha ganado un carril bici que se prolonga a lo largo de toda la avenida de Burjassot. Sin embargo, me da pena pasear por la zona. La dejadez, por parte de las administraciones, es patente. El Casino del Americano y la Ceramo, dos edificios emblemáticos de la ciudad, siguen en estado total de abandono pese a las noticias de planes de rehabilitación. Además, hace unas semanas volví a València y me sorprendió lo increíblemente sucio que está el barrio”.
Ante la espera, el arte subraya los sin embargos.