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En València ganará la izquierda y habrá alcaldesa

12/05/2023 - 

VALÈNCIA. Hace cuatro años, en 2019, las elecciones municipales de la ciudad de València se dilucidaron en un estrecho margen de votos. Poco más de 5.000 posibilitaron que el último concejal por repartir quedara en manos de la izquierda y que esta –Compromís más PSPV-PSOE– mantuviera la alcaldía y el gobierno municipal. Han pasado cuatro años y de aquella fecha, para muchos, solo queda el recuerdo: por medio, una pandemia que paralizó nuestras vidas y suspendió el pulso social y económico de nuestra ciudad; y, también desde lejos, pero más cerca de lo que parece, una guerra y una nueva crisis internacional. 

Un contexto difícil que ha puesto a prueba el buen hacer del gobierno y de la oposición municipal en sus respectivos quehaceres. Ahora les toca rendir cuentas y someterse a la evaluación de las ciudadanas y ciudadanos en unas nuevas elecciones municipales, las del próximo 28 de mayo. El resultado previsiblemente ajustado y las peculiaridades del sistema electoral vigente anuncian una intensa contienda entre los partidos políticos por hacerse con el máximo de votos y, de esta forma, asegurar los restos más favorables en la aplicación de la fórmula electoral. Pero esta cuestión –hacerse con la alcaldía y con el gobierno municipal– no es más que una de las que están en juego; quizá, la más importante, pero no la única.

La izquierda y la derecha se juegan mucho en València en estas elecciones municipales. La polarización de la política a partir de la crisis de 2008 ha cambiado el marco en el que se sitúa la pugna política. Esta, una vez desbancado el bipartidismo, ya no pivota tanto sobre el centro del espectro político como hacia sus polos. En España, la fortaleza de los partidos a la derecha del PP –Vox– y a la izquierda del PSOE –Podemos– sitúa el fiel de la balanza en torno a partidos minoritarios –muchos de ellos, nacionalistas–; y, en el caso de la ciudad de Valencia, reduce la pugna a qué coalición se hace con la mayoría, si la izquierda –PSPV-PSOE, Compromís y, quién sabe, Unidas Podemos-Esquerra Unida– o la derecha –PP, Vox y, quién sabe, Ciudadanos–. 

Cierto que caben otras fórmulas para asegurar la gobernanza del consistorio, pero no parecen plausibles en la coyuntura actual. Atendiendo a resultados anteriores y a encuestas demoscópicas dignas de crédito, parece que la victoria en votos se decanta a los puntos hacia la izquierda, pero en ese contexto la entrada o no en el consistorio de Ciudadanos y de Unidas Podemos-Esquerra Unida, por un lado, y los posibles votos que estos partidos puedan perder para un bloque u otro en caso de no entrar, por otro, pueden ser determinantes en el resultado final. Aún así, por muy importante que sea, esta no es la única cuestión que dilucidar, quedan otras muchas que afectan particularmente a cada uno de los actores de la contienda, a un lado y a otro del tablero político.

  Foto: ROBER SOLSONA/EUROPA PRESS
Por la izquierda, la cuestión más relevante es quién se queda con el liderazgo de la ciudad, si Joan Ribó –el candidato de Compromís y actual alcalde– o Sandra Gómez –la candidata del PSPV-PSOE y pujante lideresa socialista con una gran proyección de futuro–. La fuerza de la inercia institucional en principio podría favorecer a Compromís pues ostentar la alcaldía siempre es un plus de conocimiento y de reconocimiento social, pero el PSPV-PSOE parece haber superado la crisis que sufrió en el 2011 y ha recompuesto su unidad y sus fuerzas, siendo que ahora, además, tiene a su favor la inercia institucional de la Comunidad Autónoma –Ximo Puig– y del Estado –Pedro Sánchez– y a su alcance un buen número de potenciales votos de ciudadanos y de ciudadanas que, en comicios pasados, han preferido votar sistemáticamente a los socialistas, que no a Compromís, en elecciones autonómicas y generales. Y todo apunta que ese trasvase se está produciendo. No es casualidad el desembarco del PSOE federal en estas últimas semanas, síntoma de que sienten cercano el objetivo del sorpasso y, por ello, presagio para el resto de un posible cambio en la Alcaldía en caso de ganar la izquierda las elecciones.

El interés de Podemos-Esquerra Unida por no quedarse descolgados es la otra gran cuestión a este lado del tablero político, una pugna que se mueve a nivel estatal entre Sumar, la propuesta electoral de Yolanda Díaz, y los denodados esfuerzos de Podemos para no perder el liderazgo a la izquierda del PSOE. En 2019, Podemos en solitario quedó muy lejos de obtener concejal, dados sus escasos apoyos en la ciudad, pero ahora la coalición con Esquerra Unida puede incrementarlos y ayudarles a intentar superar el fatídico umbral del 5%. Incremento de votos plausible que, sin embargo, supondría en caso de no lograr representación dificultar en la práctica que la izquierda supere en número de concejales a la derecha. Intereses cruzados, pues, para muchos votantes y simpatizantes de estas fuerzas que se debaten entre estrategias estatales, autonómicas y locales que no siempre apuntan en la misma dirección y cuyo voto puede terminar desequilibrando la balanza municipal en un sentido u otro, y no siempre en favor del gobierno más deseado. En la ciudad de València, si estos votantes quieren un gobierno de izquierdas, su voto en esta ocasión debería buscar otros destinatarios más seguros.

En la derecha, por su parte, la primera gran cuestión a dilucidar es la pretensión del PP de hacerse con una mayoría suficiente para gobernar en solitario. Tras la crisis sufrida en 2015 –a punto estuvo de quedar relegado a posiciones secundarias–, el PP se ha recuperado –aun gravitando sobre él la sombra de la corrupción pasada– gracias a la inestimable ayuda de un Ciudadanos que se ha empeñado en protagonizar un suicidio retransmitido por los medios en directo y en prime time ante una ciudadanía incrédula.
 La candidata del PP, María José Catalá, junto a Mazón y Feijóo este jueves. Foto: EP/Rober Solsona

El caso es que el PP aspira a quedarse con la mayor parte de los votantes que Ciudadanos consiguió en pasados comicios para convertirse en ganador de las elecciones y principal partido del consistorio. No obstante, cosa distinta es alcanzar la alcaldía. Pende sobre el PP, como espada de Damocles, la duda que genera en sus potenciales electores centristas –y en algunos de sus simpatizantes– las consecuencias de apoyar a un partido que, en cualquier caso, requerirá de los votos de la ultraderecha para gobernar la ciudad, sea en coalición, sea desde las bancadas del pleno municipal. De cómo sea capaz de gestionar este imponderable puede resultar su triunfo o su derrota final.

Cuestión para resolver también es la que protagoniza Vox en su particular rincón de la arena electoral. Durante esta legislatura este partido se ha borrado de la política municipal en las instituciones, ni siquiera se sumó al Pacto de Reconstrucción de la Ciudad con motivo de la pandemia de la Covid, no ha sabido o no ha podido generar un liderazgo reconocible en la ciudad y, de hecho, se presenta con un nuevo candidato, todavía desconocido para la ciudadanía. No obstante, estos argumentos no parecen impedimento para un partido eminentemente presidencialista y centralizado que, pese a todo, presenta unas previsiones demoscópicas que le otorgan en torno al 10% del voto en la ciudad. En un contexto en el que el PP está en crecimiento, para Vox superar o no ese listón puede marcar la diferencia entre su consolidación en el sistema de partidos valenciano o el inicio del declive de su proyecto político, al menos, en la ciudad de València.

 Foto: MARGA FERRER
El último interrogante que resolver es la lucha desesperada de Ciudadanos por no desaparecer del mapa político local. Las decisiones de sus líderes nacionales han lastrado las expectativas de una fuerza política que aspiró a realizar el sorpasso al PP y a convertirse con ello en el partido hegemónico del centro–derecha. Nada ha sido como todo hacía prever y, en estos momentos, la deriva estatal del partido lastra las posibilidades de un Ciudadanos local que, este sí, gracias a un líder reconocible y activo ha estado presente en la vida del consistorio y, sin renunciar a su papel de oposición, ha arrimado el hombro cuando ha tocado hacerlo. 

Para la continuidad del proyecto de Ciudadanos, como en el caso de Unidas Podemos-Esquerra Unida, es vital superar la barrera del 5% de los votos. Caso de no lograrlo, la mayor o menor distancia en votos con que quede respecto a esa barrera también marcará las posibilidades reales para la derecha de llegar al poder. De conseguirlo, en cualquier caso, no han de ser menores los dilemas sobre con qué fuerzas políticas llegar a acuerdos en el consistorio y en sus manos, desde la posición centrista que le caracteriza, puede estar quién ostenta finalmente la alcaldía de la ciudad.

Demoscopias, percepciones y análisis político mediante y una vez explicado lo que está en juego, todo indica que estamos ante unas elecciones que, en principio, deberíamos calificar de continuidad. Los éxitos del gobierno municipal del Rialto –la reputación recobrada, el incremento del empleo, las políticas sociales, la reducción de la deuda, la llegada de grandes empresas e inversiones, la afluencia del turismo, la política de apertura a la ciudadanía, el bullicio de las recuperadas plazas, los reconocimientos internacionales, etc.–, restados los puntos débiles propios de la gestión municipal –más o menos verde, mejor o peor estética, más o menos parkings, más o menos impuestos, más o menos rapidez en la respuesta a los problemas de los ciudadanos, etc.–, no permiten augurar grandes desplazamientos hacia la derecha o hacia la abstención de los votantes de la izquierda, todo lo contrario. La derecha, por su parte, aunque recuperada en sus bases y ahora más reagrupada, de momento no ha logrado transmitir al conjunto de la ciudadanía un proyecto alternativo lo suficientemente atractivo para sumar bolsas de nuevos votantes y poder generar aires de cambio. 

No obstante, el acusado descenso del apoyo a Ciudadanos, el refuerzo de Esquerra Unida a Podemos y la estrechez de los márgenes en los que se juegan algunas de las lides descritas hace que ligeros cambios entre los votantes puedan ocasionar grandes cambios en el panorama final. Para los partidos aspirantes a la alcaldía, la movilización –la del electorado propio, pero también la que, por su lado, logren o no alcanzar el resto de los partidos– se va a convertir en factor decisivo, especialmente para la izquierda, que aún tiene margen de crecimiento frente a una derecha con sus potenciales votantes ya prestos a votar. Con todo, es difícil pensar que los electores valencianos vayan a dar la espalda en estas elecciones a las políticas de crecimiento y solidaridad desplegadas por los gobiernos del Rialto y a la pujanza y al reconocimiento alcanzado por la ciudad, aquí y fuera de España, en estos últimos tiempos. Casi todo, y no es poco, apunta a que en València ha de volver a ganar la izquierda y que habrá nueva alcaldesa, pero –haciendo uso del símil futbolístico– el partido, aunque sea en el tiempo de descuento, todavía hay que jugarlo.

* Joaquín Martín Cubas es profesor de Ciencia Política de la Universitat de València

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