O los planes más especiales y únicos que puedes hacer para descubrir el vino en momento de vendimia
Llega ese momento del año, en el que las viñas están en todo su esplendor y en el que en las bodegas comienza la jarana. Trasiego de ir y venir, de uvas que se separan de sus racimos y empiezan ese camino que terminará, quizás años después, en nuestra copa. La magia del vino arranca, como el curso, en septiembre, con las vendimias en todas y cada una de las bodegas del territorio patrio.
Y es precisamente ahora, cuando las actividades de enoturismo son las más demandadas. Pero he aquí un problemita. Mientras que el turismo vitivinícola gana enteros, no todos los planes asociados a ellos son apetecibles. Porque seamos francos, una vez vista la máquina despalilladora o los depósitos de inox, vistos todos. Y aunque a veces sea realmente interesante, queremos saber más. Queremos experiencias únicas, esas que te dejan un poso difícil de olvidar. Queremos mambo. Aprender de vino paseando a caballo entre sus viñas, con un picnic entre las vides o bajo un cielo plagado de estrellas y... murciélagos.
Murciélagos. Sí. Uno de los símbolos de València. Los tenemos hasta en el escudo, porque cuenta la leyenda que fue este curioso animalillo el que se acercó a Jaume I la noche antes de la reconquista de la ciudad. Sea como fuere, los murciélagos son clave en nuestro ecosistema. ¿Una de las razones? Por su alimentación, porque se nutren básicamente de insectos.
Y diréis, ¿para qué nos estás contando esto? Pues para introducir uno de los planes más especiales en torno al vino. Hace ya unos años que Bodegas Enguera optó por la sostenibilidad como bandera para elaborar sus vinos. Pero en 2015 llegó una plaga de polillas. Resistiéndose a usar pesticida, decidieron instalar cajas nido en sus viñedos con murciélagos que acabasen con este problema. Y como fue un éxito, quisieron mostrarlo al mundo.
Así que organizan sus 'Noches de murciélagos'. ¿La próxima? Este sábado y el próximo 18 de septiembre. De la mano de la bióloga Sandra Córdoba, proponen una experiencia en la que conocer la bodega al anochecer, momento en el que los murciélagos salen de sus nidos y fascinan a todo el que los visita con su rápido vuelo sobre las vides. Hasta se pueden escuchar gracias a detectores de ultrasonido. Y por supuesto, terminarás con una cata de Aliats, su vino emblema, acompañado de un picoteo.
Entre Salinas y Villena se encuentra otro de nuestros planes preferidos, concretamente en Finca Collado. Lo suyo son los “pequeños momentos de felicidad”, tal y como los llaman. Y es que no hay mayor placer que disfrutar del vino en buena compañía y en un enclave idílico. Van un puntito más allá, y además de mostrar su bodega y explicar cómo elaboran sus vinos, preparan una cestita de picnic y os llevan entre sus viñedos, entre la Sierra de Cabrera y la de Salinas. Y más allá del momento Instagram, porque te dan hasta una manta para montarte tu escena, es todo un planazo. Ofrecen dos opciones, la cesta almuerzo con embutidos, quesos, patés, tomates raff, pan, fruta y chocolate y la cesta gourmet, en la que se incluyen desde una mousse de cabracho o tataki de atún, hasta un sándwich de picaña al Jack Daniels.
Saliendo de la Comunitat Valenciana, las alternativas se multiplican. Por ejemplo en Vizcaya. Dentro de la DO Bizkaio Txakolina se toman muy en serio aquello de divulgar la cultura de uno de los vinos únicos del país, que nacía como algo que se consumía en casa. Hoy tiene el lugar que se merece, con esa acidez -controlada- que tanto nos gusta. Y en unas 15 de sus cerca de 40 bodegas, practican el enoturismo en mayúsculas. Visitas, paseos, catas... o el tradicional Hamaiketako, o aperitivo, que traducido del euskera, significa literalmente 'el de las once'. En la bodega Gorka Izaguirre unen esta tradición vasca con sus magníficos vinos. Gildas, jamón e Idiazabal. Fiesta.
Gastronomía. Mar. Txakoli. Sería un sueño, ¿verdad? Pues lo llevan a la realidad desde Marmitako Sailing. A bordo de un velero, recorren la costa vasca y la Ría de Bilbao con la opción de apuntarte a un tour gastronómico con anchoas de Bermeo, pimientos de piquillo, Idiazabal y, por supuesto, bien de txakoli de la zona, mientras admiras Getxo, el puente colgante de Bizkaia o los acantilados de la costa. Otra -deliciosa- forma de conocer el vino.
Por mar y por aire, claro. Y no, no hablamos de un avión, sino de la posibilidad de sobrevolar una bodega en un globo aerostático. Emoción pura y dura y no de adrenalina, sino de esas que te encoge el corazoncito de lo bonita que es. Concretamente en bodegas Muga, en Haro, han hecho su viaje en globo emblema de la casa. Viñedos, campos... a merced del viento, que termina con su aterrizaje, un almuerzo tradicional riojano y visita a la bodega.
En Sardón de Duero se encuentra la bodega definitiva. Esa que aglutina restaurante con estrella, spa y un hotel exquisito. No es otra que Abadía Retuerta LeDomaine. Más allá de estás más que sobradas razones para visitarla, el enoturismo ha sido punta de lanza, tanto que han desarrollado un amplio programa de experiencias que van más allá de las catas. Paseos a caballo entre sus viñedos, vuelos en globo, descubrir la finca sobre una bici eléctrica, recolección de frutas y verduras de su huerto, picnics camperos, baños de bosque, yoga entre sus vides y hasta observación de estrellas con un telescopio. Bienestar, lujo, hedonismo... formando un todo. ¿Aburrido el enoturismo? Nunca más.