Esta semana que concluye debería de haber comenzado el juicio contra la dirección del Centro del Carmen Cultura Contemporánea por aquel mural de mil metros cuadrados que unos artistas pintaron en 2019 sobre las paredes de su claustro renacentista, señal inequívoca de “supuesta modernidad” y ruptura con el pasado. Con autorización política progre, claro.
De nuevo la denominada “Cultura” en los tribunales. Mala señal para los tiempos que corren. Seguramente, el Tribunal dictaminará al final -es una hipótesis- que no se dañaron elementos patrimoniales porque la actuación se hizo sobre una pared que es fácil de repintar y había sido ya lucida decorativamente otras veces. O sea, nada nuevo bajo el sol aunque nuestra Ley de Patrimonio pueda ser bien clara al, respecto. El hecho, de acabar así, quedará como una broma de muy mal gusto, aunque muchos desearíamos que no fuera de esta manera. Al menos para sentar cátedra y dejar claro que no todo puede estar permitido bajo la supuesta idea de modernidad pasajera o efímera. Y si no, para qué tenemos leyes.
Sin embargo, esta misma semana también, algunos medios ponían el acento sobre la aparición de pintadas y desperfectos en un convento de monjas también protegido. Un acto más de ese vandalismo y falta de respeto hacia lo de todos que nos acompaña desde hace décadas. Al mismo tiempo, se ocultaban restos arqueológicos aparecidos en la plaza de la Reina hasta nuevo aviso. No sea que una de esas obras de nuestra Ciudad de Plazas vea alterada su reurbanización de moderno adoquín aunque dejemos de lado conocer, estudiar y catalogar nuestro pasado reciente.
Hace unas semanas, los mismos medios no recordaban desperfectos y también actos vandálicos en el Jardín del Hospital, un Bien de Interés Cultural (BIC) en sí mismo por su múltiple protección y nos volvían a recordar que en el “jardín” del IVAM la mugre y el abandono eran protagonistas una vez más. Algo así como el deterioro permanente de los muros del Palacio de Pineda, sede de la Vicepresidencia Segunda, al que persiguen las pintadas aún siendo Bien de Relevancia Local y con un nivel de protección municipal de primera magnitud. ¡Hasta tiene cámaras de seguridad!
Curiosamente, el Consell Valencià de Cultura (CVC) salía de su cueva de Platón para dar a conocer sus memorias correspondientes a los dos últimos ejercicios.
Entre otras recomendaciones, que como siempre son pura fachada, el CVC “animaba” a la Generalitat a la elaboración y aprobación de una nueva Ley de Patrimonio para que nuestra norma aclare lo conceptos que merecen protección o la mejora de la arqueología en las administraciones públicas, o la continuación de la catalogación de los bienes a proteger. Como si desde 1998 todos esos conceptos no estuvieran bien claros y mejor detallados, pero nadie haga caso ni se preocupe de su conservación y protección. Algo así como Les Corts que prefiere enterrar restos romanos antes que crear un jardín arqueológico en su territorio.
Durante los últimos años hemos leído infinidad de casos de atropellos al patrimonio: desde verbenas y guarrerías a las puertas de La Lonja, ese monumento gótico que nos llena el sentimiento valencianista y es Patrimonio de la Humanidad, a la destrucción de lo que haga falta en aras del progreso gatuno y la modernidad vacunada.
Para empezar diría que si algo tiene que hacer el CVC antes de pedir cambios en leyes o manifestar observaciones es posicionarse sin contemplaciones ante hechos de agresión patrimonial que con su silencio parece tolerar. Y, al mismo tiempo, recriminar y denunciar a todas aquellas administraciones que incumplen la propia Ley de Patrimonio, que para más inri son todas con la complacencia de quienes ustedes quieran apuntar.
Por tanto, unos son cómplices y otros tolerantes. Más aún cuando animan a que el denominado “arte urbano” campe a sus anchas por la ciudad e inunde de pintadas y miseria calles y barrios protegidos y espacios urbanos de nuestras ciudades con absoluta impunidad. Si tenemos leyes al respecto, por qué no cumplirlas o hacerlas cumplir. Si la propia Ley de Patrimonio establece sanciones por incumplimiento de la norma, a qué esperamos para ponerla en valor. Porque el coste del mantenimiento corre de nuestros impuestos, aunque algunos gestores animen a la barbarie enmascarada en una supuesta modernidad de pijería progre y tolerancia mal entendida. ¿No nos persigue la DGT con tanta norma y multa?
Sin ir más lejos, por ejemplo, el Consello de Pontevedra harto de pintadas en el centro histórico y en monumentos civiles ha tomado sus propias riendas. A quien se le pille en una de esas tonterías incívicas le van a caer 750 euros de multa. Ya sé que será complicado pillarlos, pero de momento van seis “cazados” cuya sanción pagarán sus progenitores. Y eso sí duele.
Ya puede ir tomando nota nuestra Generalitat, que para algo tiene policía autonómica y direcciones generales con competencias absolutas pero negadas a la realidad, y de paso nuestro Ayuntamiento de Valencia - igual desconocen la Ley-, para ver si de una vez dejen de considerar las pintadas como arte urbano y actúe de oficio como es su obligación
Por mucha peatonalización que hagan, y plazas “bonitas” que nos quieran vender, si no erradicamos el problema desde la base en barrios, muros, museos y patrimonio histórico protegido no iremos a ningún lado. No todo son fotos y palabrería. Empezando por el denominado Consell Valencià de Cultura que más bien debería de reivindicar la conclusión y rehabilitación integral del Convento del Carmen, tantos años parada y absolutamente abandonada.