VALENCIA. “En estado de ruina inminente”. El año 2013 no fue un buen momento para el Monasterio de Sant Vicent de La Roqueta. Su debilitada estructura obligó a la administración local a ejecutar distintas medidas de emergencia, no para restaurar el inmueble, sino para evitar que cayera. “Nos podríamos haber encontrado la torre en la calle San Vicente”. Escondido a pocos metros de la plaza de España, el inmueble ha sido víctima de la voluntad de todos aquellos que han tenido algún poder sobre él. Sus muros agrietados por el paso de tiempo y la desidia de sus propietarios esconden incontables remodelaciones en las que no siempre se ha sido respetuoso con sus orígenes, una matrioska de la que todavía quedan muchas capas por desvelar. Con mucho por hacer, los trabajos de consolidación iniciados el pasado mes de enero han dado algunas pistas para lo que serán los futuros trabajos arqueológicos, unas primeras obras que finalizarán antes de febrero de 2017.
A pesar de que, efectivamente, la campaña arqueológica completa es un futurible, la obra de consolidación estructural ha dejado al descubierto restos de esculturas, pilares, cornisas, frisos y dovelas empotradas como material de relleno, así como vigas decorativas con canecillos de madera policromados, elementos que han sido retirados y llevados al almacén de la Sección de Investigación Arqueológica Municipal (SIAM). Y esto solo cuando se ha excavado “un 5 por ciento del terreno”, valoraron los responsables de la obra. Así lo explicaron durante una visita, tras meses de obras a puerta cerrada, encabezada por el concejal de Desarrollo Urbano en el Ayuntamiento de Valencia, Vicent Sarrià; responsables de la UTE Rayosa, encargada de la dirección facultativa, y el jefe de Arqueología del consistorio, Albert Ribera. No ha sido fácil la tarea pues, se han de tener en cuenta las sucesivas remodelaciones del complejo, en las que incluso se llegaron a reutilizar los materiales tirados abajo.
El proceso ha dejado al descubierto unas arcadas de medio punto del siglo XVII que formaban un porche, así como cerámica del siglo IV asociada a enterramientos de esa época e indicios de enterramientos del siglo XII, "seguramente de mozárabes", señaló Ribera, quien recordó que en los trabajos realizados en 1986 ya se encontró un sarcófago de plomo. Así, las novedades halladas, como los arcos de ladrillo medievales o los óculos, obligaron a replantear la fachada diseñada, con el objetivo de dar una “coherencia final a la obra con una lectura global de sus piezas fundamentales […] huyendo de un anecdotario de elementos aislados”. Esta solución se basa en recuperar la imagen del monasterio en la época barroca, siglos XVII y XVIII, en la que se realizó la más importante ampliación del mismo.
“Es un edificio que ha sufrido muchas transformaciones a lo largo del tiempo de todo tipo, estaba muy desfigurado […] frente a las voces que pedían una intervención arqueológica general, como se ha puesto de manifiesto, hubiera supuesto un riesgo de desplome del edificio”, indicó el concejal. Los responsables de estas obras han destacado que cuando llegaron al monasterio para iniciar esta intervención encontraron una construcción en estado de "ruina inminente apuntalada totalmente" y "sin posibilidades de uso". "La sensación era que se iba a caer", explicó el arquitecto Alberto Peñín, del comité asesor de la dirección facultativa de la obra.
Peñín indicó que esta situación "hacía necesario, con buen criterio, consolidar primero el edificio" antes de acometer cualquier otra intervención, incluida la arqueológica, para "recuperar su estabilidad y seguridad". En este sentido, resaltó que esta actuación se está haciendo "sin hipotecar excavaciones futuras", con el fin de garantizarlas porque no tener en cuenta determinados elementos "hubiera sido una pérdida de oportunidad para conocer la historia y el edificio". No obstante, tanto los responsables de la consolidación como el responsable de arqueología municipal han afirmado que el monasterio apenas conserva elementos de su fundación y de años posteriores.
La iglesia y monasterio de Sant Vicent de la Roqueta -la primera de titularidad y uso privado, y el monasterio de titularidad y uso público- son Monumento Histórico Artístico desde 1978 y fueron declarados BIC por la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Generalitat en marzo de 1992. Estos se encuentran junto a la ubicación histórica de la antigua Vía Augusta romana, lugar donde se sitúa el martirio del diácono Vicente a principios del siglo IV, y donde se construyó la primitiva iglesia para venerar los restos del mártir. Después, el complejo fue utilizado como catedral de los mozárabes.
Posteriormente, Jaume I mandó construir un templo, un monasterio y un hospital, que sufrieron grandes transformaciones en el siglo XVIII y fueron objeto de derribos y daños importantes en las guerras carlistas. A finales del siglo XIX fueron rehabilitados por el arquitecto Antonio Martorell. Tras la Guerra Civil hubo incendios en el monasterio, y pasó a propiedad de la orden de los frailes agustinos, que lo vendieron en 1973 a una empresa privada que pretendía derribarlo y hacer viviendas. La oposición de la sociedad valenciana obligó al Ayuntamiento a su adquisición.
“Presentaba un estado ruinoso desde hacía años y supone un elemento simbólico e histórico para los valencianos muy importante. Hay que recordar que el rey Jaume I creó esté monasterio y aquí se depositó el pendón de la conquista, después de la toma de la ciudad”, indicó Sarrià. Las obras de consolidación estructural del Monasterio de Sant Vicent de La Roqueta de Valencia, llevadas a cabo a través del Plan Confianza con un presupuesto de 2.339.635 euros (IVA incluido), acabarán a principios de 2017, entre enero y febrero, tras haber comenzado a finales de enero del pasado año, antes del plazo previsto. Su apertura al público todavía está por fijar pues la puesta en marcha de los trabajos arqueológicos son los que, en última instancia, determinarán el calendario final.
“Cuando concluya esta primera fase de rehabilitación estructural estudiaremos los posible usos, en todo caso públicos, que se tienen que dar al monasterio y redactaremos el proyecto de habilitación ya propiamente del edificio”, indicó el concejal Vicent Sarrià durante la visita. Efectivamente, con el plan “encima de la mesa” del gobierno municipal, el edil ya anunció hace meses que el monasterio pasará a albergar dotaciones de carácter socio-cultural o institucional, accesibles para las visitas ciudadanas y dispondrán de espacios de interpretación de la historia del monasterio. En cualquier caso, su destino está todavía por definir. El proyecto final, de igual forma, no estará solo restringido al monasterio, pues esperan aprovechar su puesta a punto para remodelar el entorno, en el que se prevé una reducción del patio del colegio situado junto al edificio, ampliando el espacio de paseo y dando mayor entidad al monasterio.
Ante el avance tan significativo de las obras, desde la Delegación de Desarrollo Urbano y Vivienda se anunció que se estudia organizar a principios del próximo año visitas guiadas al monumento para explicar los trabajos que se están realizando y que entidades y vecinos conozcan la historia y elementos arquitectónicos de este edificio BIC, tal como se hizo recientemente en las visitas a las obras del Parc Central. “Ha sido una intervención complicada pero que ha merecido la pena y que va a devolver a los valencianos un monumento que casi se había perdido”, declaró Vicent Sarrià.