VALÈNCIA. Más allá de las grandes capitales, no es fácil en una semana disfrutar de un Wozzeck estratosférico como el que se representa en Les Arts- lo siento mucho por aquellos que pudiendo ir no se hayan atrevido a dar el paso- y del excelente concierto que la Orquesta de Valencia bajo las indicaciones del portugués Nuno Coelho y con el mayestático pianismo de Jan Lisiecki en un Concierto número 2 de Chopin verdaderamente antológico.
Hay dos cosas que han quedo claras de Coelho: hay talento y trabajo tal como me indicó uno de los profesores de la formación tras el concierto. El talento lo demostró a lo largo y ancho de la velada con una capacidad, a pesar de la juventud, para “leer” entre líneas cada una de las obras y extraer al máximo toda la genialidad que encierran cada una de estas por lo que demostró una gran madurez interpretativa, que no decayó en ninguna de las tres obras. El trabajo ya quedo claro con la lectura de la primera partitura, la sinfonía número 1 “Oriental” del muy poco conocido compositor gerundense pero que trabajó en Valencia Josep Pons (1770-1818). Dos movimientos de una miniatura excelentemente escrita: un primero más lento de aliento mozartiano y un segundo más de impronta rossiniana. Una lectura que a buen seguro era la primera ocasión que llevaba a cabo, como lo era también para la orquesta de València, y que se percibió, estudiada al milímetro, y no una traducción en la que se pasa de puntillas por los compases obra ignota, de un compositor desconocido, siendo absoluta novedad para uno y otros.
Antes de hablar del Lisiecki, hay felicitarse por la mejora de la acústica del teatro gracias a los paneles instalados sobre el escenario. Misterios de la acústica y quince mil euros que creo que han costado, muy bien gastados. Tras ello creo que debería plantearse más usos musicales del espacio como una programación de Jazz o música más camerística. Entrando en el concierto chopiniano, como ya he dicho en más de una ocasión, no es fácil escribir sobre la excelencia más absoluta, y quizás para ello haya que estar especialmente dotado. Difícil calificar lo que hace y expresa este jovencísimo pianista (27 años) cuando se sienta ante el piano. Me ceñiré a cuestiones que puedan imaginar: un sonido rotundo, poderoso, amplio, denso como pocos, pero también delicado hasta el susurro. En ambos casos de una gran elegancia. Una gama de dinámicas infinita por medio de una técnica de digitación de una precisión y claridad portentosa, aunque nunca de un virtuosismo avasallador y superficial. En el pianismo de Lisiecki todo tiene sentido y tengo, en no pocas ocasiones, la sensación de estar ante la versión definitiva, lo que sucede con pocos, muy pocos, pianistas. Más allá de esto, incontables detalles que sólo la escucha en directo permite acceder a ellos.
19 años tenía Chopin cuando compuso esta obra magistral. Tras un primer movimiento Maestoso de enorme brillantez tanto por la orquesta como por el solista, ambos en absoluta comunión, el pasaje más conmovedor, y magistral tanto por parte de Lisiecki como por Coelho resultó el genial segundo movimiento, con esos instantes en los que unos y otro lograron“engañar” a un oyente que ya ha capitulado ante el torrente del movimiento inicial, creando la hermosa ilusión improvisatoria del solista. Excelente el sostenuto de la cuerda en la parte más dramática y beethoveniana de este Larguetto. Es, pienso, lo más cerca que un intérprete está del genio creador, revelándonos la grandeza de una composición. La obra se cerró con un elegante Allegro. Coelho y la orquesta no se limitaron a ser mera comparsa del solista y reivindicaron su protagonismo en los momentos clave de la obra. Destacar el sensual fagot de Elena Pechuán en el primer movimiento y su intervención en el final del segundo. Lisiecki regaló un nocturno en Do menor de los que se tocan en muy escasa ocasiones.
Para cerrar el fenomenal concierto una lectura intensa y magníficamente bien tocada de la merecidamente popular segunda sinfonía de Sibelius. Sin quitar una coma a lo que decíamos sobre la mejorada acústica, en obras como esta, con ese aliento atmosférico que tienen las piezas orquestales del compositor finés, quizás el sonido del teatro sea algo seco. Esta música precisa punto de reverberación que sí tiene en su justo término la sala Iturbi. No obstante, disfrutamos de lo lindo de una versión telúrica de la obra en la que brilló como en sus mejores días toda la cuerda al frente de la cual estuvo en esta ocasión la concertino invitada Elena Rey, que ya acompañó a la orquesta en el concierto parisino de abril. La cuerda, decíamos, se mostró dúctil a las indicaciones de fraseo y dinamicas de Coelho y empastada en los pasajes más virtuosos como en el tercer movimiento marcado vivacissimo, densa en las frases más emotivas del emotivo finale y precisa en los pizzicati especialmente la cuerda grave en el misterioso inicio del andante doblados por los dos fagotes, así como en los que dan inicio a la majestuosa y célebre coda de la obra. Brillaron también maderas en las partes más pastoriles del Allegretto y el metal en sus victoriosas frases del Andante además de, como no, en el grandioso cierre de la obra. De forma particular, excelentes José Teruel en el oboe en el primer movimiento, de nuevo el fagot de Elena Pechuán, Salvador Martínez en la flauta , o los omnipresentes timbales de Javier Eguillor a lo largo y ancho de la obra, marcando sobre todo los impresionantes crescendos.
En cuanto a Coelho, la más que agradable sorpresa que supuso su dirección en la primera parte del concierto se confirmó con una sensacional traducción de los pentagramas del gran compositor finés tanto en la comprensión general de la obra como en el equilibro de las familias y el impulso que le dio al fraseo de cada una de los motivos logrando una versión absolutamente irresistible. Coelho se ayuda de una gestualidad muy precisa pero también de indicaciones expresivas perfectamente reconocibles, lo que al músico se lo pone fácil. Preciso en el gesto fue una ayuda para los músicos que se les vio disfrutar de todo el concierto por lo que esperemos que tanto Lisiecki como Coelho se dejen, de nuevo, caer por Valencia.
Ficha técnica:
Viernes 3 de junio de 2022
Teatro Principal
Obras de Josep Colom, Fréderic Chopin y Jean Sibelius
Jan Lisiecki, piano
Orquesta de València
Nuno Coelho, director musical