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memorias de un anticuario

Entre los expolios blanqueados y el apestado Erik el belga

12/07/2020 - 

VALÈNCIA. A veces me meto en unos jardines inmensos porque hay temas que es tan difícil saber por dónde empezar como por dónde acabar. Son asuntos como éste con los que lo único que pretendo es invitarles a la reflexión más que convertir este artículo en algo más o menos académico. Dicho esto, seremos claros y no demasiado correctos: varios de los museos más importantes de Europa, esos en los que hacíamos cola, pacientemente nerviosos por lo que allí íbamos a encontrar, deben su éxito mediático y de público al expolio practicado en otros estados, y a un importante número de adquisiciones cuando menos irregulares. De sobra conocen a qué instituciones me refiero y que importantísimas piezas que atesoran en sus vitrinas y salas. Obras emblemáticas que son tan sólo la punta del iceberg de un patrimonio inmenso que está muy lejos del lugar para el que fueron concebidas que es donde deberían permanecer, de nuevo, por muchas razones de tipo legal, patrimonial, de coherencia arquitectónica e histórica, etc. Para autojustificarse por aquello las expoliadoras potencias coloniales envolvieron los hechos en una suerte de paternalismo, “estas obras de la humanidad, ¿quién sino nosotros las cuidará mejor?”, para vestir con un precioso traje blanco lo que significó una extracción con todas las letras. Cada día que pasa, en un mundo envuelto en, eso sí, un exagerado, creciente y en muchos casos ridículo revisionismo (en otros casos no, dígase), es más lacerante que los frisos del Partenón, por poner el ejemplo emblemático por naturaleza, se exhiban en el British Museum amparados por unos títulos de ¿propiedad? muy pero que muy cuestionables. Hoy el director del museo dice expresamente que “llevarse los mármoles del Partenón fue un acto creativo”. Sin comentarios. La pregunta que debemos hacernos es ¿empezamos en serio a revisar esta cuestión?.

Ya pocas cosas son inamovibles en el mundo en el que vivimos. En el año 2018 Emmanuel Macron solicitó un informe a especialistas en la materia sobre el patrimonio de arte africano, concretamente del África subsahariana, que actualmente integra parte de los fondos de los museos públicos franceses, dado que es intención del gabinete que preside iniciar la devolución paulatina de este enorme acervo expoliado de las colonias del país galo. Hay que decir que el resultado del informe es inapelable y se muestra favorable a la restitución de miles de piezas que literalmente esquilmaron de restos físicos y tangibles la cultura de estos países (se habla en algunos casos del 80 por ciento). De materializarse la devolución se sentaría el primer precedente de envergadura en Occidente respecto a patrimonio de esta naturaleza y respecto a las “intocables” colecciones de sus museos. Una de las conclusiones del informe no puede ser más clara: “Hablar abiertamente de restituciones es hablar de justicia, reequilibrio, reconocimiento, restauración y reparación, pero sobre todo es abrir camino hacia el establecimiento de nuevas relaciones culturales”.

Museo Quai Branly en París

No es mi intención entrar en polémicas, pero en estos museos interminables se aprecia con claridad, en términos de patrimonio cultural, la diferencia entre un imperio colonial de tipo extractivo y un imperio generador. No duden que si España hubiese sido un imperio de los del primer tipo tendríamos el mejor museo de arte precolombino del mundo, eso no lo duden. No sabríamos que hacer con tanto patrimonio expoliado de aquellas tierras. Nos habríamos traído pirámides aztecas enteras.

Más allá del expolio institucional: Erik el belga

Entre los años sesenta y ochenta muchos vecinos de la que llamamos hoy la España vacía se percataron, cuando acudieron a sus iglesias a celebrar misa o simplemente a orar, que la talla de su santo o santa patrona de origen medieval había desaparecido de un día para otro. Detrás de aquella fechoría solía estar quien quizás haya sido el más, tristemente, célebre expoliador privado, no institucional, de la historia reciente, fallecido el pasado mes de junio: Erik el Belga. Aunque aquí lo presente en tono más bien relajado he de decir que siempre me ha parecido un tipo despreciable. Quizás vivo con demasiada sensibilidad estos temas, lo reconozco, pero los desmanes practicados sobre nuestro patrimonio merecen todo el reproche penal que finalmente se le aplicó.

Erik "El Belga"

El caso es que nuestro siniestro personaje se movió como Pedro por su casa, aprovechando la escasa vigilancia y el creciente despoblamiento de la España rural que “huía” a las ciudades en busca de prosperidad. Hasta tal punto llegaba la desidia con respecto a nuestro enorme y valiosísimo patrimonio artístico que el ladrón de antigüedades más importante del siglo XX campó a sus anchas por el mismísimo monasterio de Yuste de donde sustrajo numerosas piezas. Su territorio favorito fue Castilla León, pero no hizo ascos a Cataluña, Extremadura o Andalucía; tres décadas, más de medio millar de robos con miles de piezas desaparecidas, que perpetro en comandita con colaboradores del hampa de poca monta (a los que nunca delató), conocedores al dedillo de las, por entonces, intrincadas carreteras hispanas. Más allá del rédito crematístico de sus penosas “hazañas”, el personaje no podía creerse, para su regocijo, que podía llegar a una iglesia románica repleta de patrimonio mueble, y sin vigilancia, puesto que a lo sumo el pobre párroco se hallaba echando una cabezadita. No solamente nos arrebató parte de nuestra riqueza artística, sino que además se lo pasaba bien. Ahora nos toca ir reponiendo gota a gota al menos parte de lo robado en una labor muy compleja que se asemeja a la recomposición de un puzle al que siempre le faltarán piezas.

Y para finalizar un aviso a navegantes: no creo en un personaje tan siniestro como Erik el belga tenga una segunda parte, pero los desiertos humanos en que se han transformado parte de nuestro país no son garantía de protección del patrimonio sino más bien todo lo contrario. Tendremos que hablar un día de qué forma afecta al patrimonio arquitectónico y mueble la imparable despoblación que viven muchas partes de España, ya no tanto por el peligro de expolio, que también, sino principalmente por la conservación de un patrimonio que, por diversas y complejas razones, no tiene quien lo cuide.

Arqueta de Banyoles de la que en los últimos tiempos España ha podido recuperar algunas de sus esculturas 

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