La actriz británica de origen español, conocida sobre todo por su papel de Nymphadora Tonks en Harry Potter y por el de Osha en la serie Juego de Tronos, visitó Valencia el pasado miércoles con motivo del estreno cinematográfico de Amar
VALÈNCIA. Desde que debutó en la interpretación con quince años, Natalia Tena (Londres, 1984) ha hecho mucho callo con los personajes excéntricos. Desde aquel primer papel cinematográfico en About a boy, donde interpretaba a la prototípica adolescente gótica de instituto, esta británica de origen español se ha puesto en la piel de una prostituta, una maga, una guerrera salvaje del mundo libre… Pero Amar es uno de esos proyectos en los que su talento interpretativo se pone al servicio de un personaje mucho más prosaico: el de madre de una chica adolescente. Una madre muy joven, eso sí, y algo “castradora”. “Es una persona que tiene una mala relación con la hija porque todo lo tramita a través del miedo. No tiene trabajo, depende de un hombre y cuando ve la relación tan intensa que tiene su hija con su novio tiene miedo de que se quede embarazada a edad muy temprana, como le ocurrió a ella”, comenta a actriz en una reciente visita a Valencia con motivo de la presentación de este filme, que supone el debut en el largometraje de Esteban Crespo.
“Es un modelo bastante típico de madre, aunque no tiene nada que ver con lo que yo he vivido en casa”, reconoce. Su madre, una extremeña que trabaja en la oficina de Naciones Unidas en Londres, “es una de las mujeres más seguras de sí mismas que conozco, y nunca dudó de que me iba a ir muy bien en la vida”. Es además la primera persona que la animó a seguir su vocación artística, que despertó con la música antes que con la interpretación. “Cuando era pequeña me encantaba cantar. Unas Navidades, mi madre me enseñó unos villancicos y me llevó a su trabajo. Entonces me dijo que fuese cantando de despacho en despacho, y que pidiera dinero por ello. Cuando volví con mi recaudación, ella me cogió las manos y me dijo: “¿Ves esto, Natalia? Poder hacer lo que te gusta, y que te paguen por ello, es un lujo”.
La actriz tomó buena nota del consejo y comenzó sus estudios de solfeo, aunque los abandonó antes de finalizarlos. No fue hasta años después, ya plenamente metida en su carrera como actriz de teatro y cine, cuando descubrió un acordeón y “me enamoré a primera vista”. Éste de convirtió en el instrumento fetiche de una primera banda, Nat Jenkin and the Delmars, y de Molotov Jukebox, proyecto de fusión pop, swing y jazz con el que actuará el próximo 28 de julio en Girona. Puede que la música le llene los bolsillos menos que el cine, pero ocupa el mismo nivel en su escala de prioridades. “Voy loca cogiendo aviones para tocar entre rodaje y rodaje, pero hasta ahora lo he podido compaginar muy bien”, asegura.
Tena es conocida sobre todo por su papel como maga Nymphadora Tonks en cuatro películas de la saga de Harry Potter y por el de la harapienta salvaje Osha en la serie Juego de Tronos, pero se mueve con la misma naturalidad entre las estrecheces del llamado cine independiente. Amar es -después de 10.000 kms (2014), de Carlos Marques-Marcet, y del cortometraje Superbob (2015), de John Drever- es la tercera película en la que se pone en manos de un director novel. “No hay grandes diferencias entre una producción grande y una pequeña, sino entre la personalidad de unos directores y otros. Cuando eres actor no solo coges los trabajos por el dinero, sino porque necesitas trabajar para sentirte viva”. “Con Esteban he trabajado muy a gusto y además tuvo mucha paciencia con mi español. Necesité la ayuda de un logopeda para quitarme mi acento raro, medio vasco medio británico, y hablar con el acento de una madre de un pueblo español”.
La actriz aceptó el papel que le ofrecía Esteban Crespo después de descubrir su personal estilo como cortometrajista; el mismo que le llevó hasta las puertas del Oscar en 2014 con Aquel no era yo. “Me encantaron los dos cortos que hizo primero a partir del guion de la película: Amar y Siempre quise trabajar en una fábrica. El primero de ellos, que arranca también con una escena de sexo que es como una nube amor, súper iluminada, me encantó. No podía dejar de verla”. Así es como Tena acabó rodando en Valencia, una ciudad que conocía ya desde un primer viaje mochilero de Interraíl que hizo de adolescente con sus amigas y la guitarra a la espalda.
Contar la historia de un primer amor es sumamente complejo; te obliga a caminar como un equilibrista entre el éxtasis veraz y los excesos almibarados. Por eso, Tena es perfectamente consciente de que “Amar” es una película que polarizará a la audiencia. “Si no te metes dentro desde la primera escena, es probable que la historia te parezca una tontería –reconoce-. Pero si has vivido un amor adolescente intenso y loco, o si tienes curiosidad por cómo son ese tipo de relaciones, entonces te parecerá maravillosa”. Lo dice con conocimiento de causa. “Yo, de adolescente, era como el personaje de Pol Monem [protagonista del filme junto a la actriz María Pedraza]. Yo era la loca que gritaba debajo de la ventana de mi novio, llorando y muerta de celos. Mi primer amor fue bestial. Pero a esa edad no sabes nada… pones los cuernos y al mismo tiempo no sabes controlar los celos. Ahora sigo siendo celosa, pero he aprendido a reírme de ello”.
Amar llega a la gran pantalla poco antes de que lo haga el nuevo largometraje de Carlos Marques-Marcet, en el que Natalia Tena comparte protagonismo con David Verdaguer -con el que ya trabajó en 10.000 kilómetros- y con su mejor amiga, Oona Chaplin, a la que conoció durante sus años de rodaje en Juego de Tronos.
Estamos como queremos (cuyo título original en inglés es As we like it) utiliza la fórmula de triángulo amoroso para entrar en uno de los temas de debate más actuales: el poliamor y los conceptos alternativos de familia en el siglo XXI.
Hay papeles que cambian el destino de un actor. Y los de Natalia Tena vinieron a través de dos adaptaciones cinematográficas de sagas literarias –Harry Potter de J. K. Rowling y Canción de hielo y fuego George R. R. Martin-. Ella -que es más de John Irving e Isabel Allende- no había leído ninguna de las dos cuando se presentó al casting. “Yo pensaba que Voldemort era un país”, nos confiesa entre risas.
Su “llave de acceso” siempre ha sido la espontaneidad y el arrojo. “Cuando vas a una prueba y estás muy obsesionada por conseguir un papel, te huelen la desesperación. A veces ayuda vivir el momento y tomártelo como una prueba más. Por ejemplo, cuando me llaman para una prueba siempre coincide con un momento en el que estoy mudándome de casa, o he discutido con mi novio. Entonces te enfrentas al casting con otras cosas en la cabeza, además de eso. Y es cuando te lo dan. Al menos a mí es lo que suele ocurrirme”.
“Para el proceso de selección de Juego de Tronos solo nos dieron un extracto pequeño sin contexto ninguno, porque ya sabes que todo lo que rodea a la serie es muy secreto. A mí me dio la impresión de que el papel era el de una loca. Así que me presenté a la prueba recién llegada de tocar en un festival de música con mi banda, con una corona con flores, un vestido raro y unas esposas atándome los pies. Les dije que me imaginaba que si el papel fuese de un animal, sería un mapache. Salí pensando que me habrían tomado por una loca de verdad, pero me lo dieron”. Tena, sin embargo, no aparecerá en la séptima entrega de la serie de HBO, puesto que su personaje muere en la anterior temporada. “Me va a dar pena cuando la vea, pero en realidad con lo que me quedo es con la amistad que hice allí con Oona [Chaplin]”.
Antes de despedirnos le preguntamos por Black Mirror, la magnífica serie distópica que nos pone cara a cara con los peligros que la tecnología puede imprimir a nuestro futuro inmediato. Tena fue una de las protagonistas del episodio White Christmas. “Creo que es muy importante que exista esa serie para que la gente se dé cuenta de lo que está pasando. No es ciencia ficción. Yo no soy ninguna obsesionada con las tecnologías, la verdad. Tengo Twitter porque mi banda me ha obligado, pero paso bastante de esas cosas. Me encanta la serie, pero me da mucho miedo. Ahora cuando estoy delante del ordenador siempre pienso que hay alguien que está espiándome al otro lado”.
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto