BEBER

Es champagne

La elegancia y la fiesta. Discreción de intensos excesos. Esa esbelta figura que te conquista por su burbujeante inteligencia. Porque sabe hacerte pensar. Porque sabe hacerte reír. Porque te hace perder la cabeza. Es champagne

| 02/12/2016 | 4 min, 42 seg

El más hedonista elixir que traspasa las fronteras de la región francesa del mismo nombre para arrasar allá por donde pasa. El vino más universal y el más gastronómico. Para tomarlo sólo o en compañía. Entre horas, con la comida o la cena. Y aunque un poco presuntuoso, de vez en cuando también con el desayuno. ¿Por qué no? Siempre que no sean los muy famosos brebajes comerciales que poco tienen que ver con el champagne. Dejamos fuera el mediocre carbónico para centrarnos en la sedosa lujuria. Olas de sueños y sensaciones. Embrujo. Hoy proponemos una selección personal con algunas de las cosas que hemos probado y que nos gustan mucho. Vinos asequibles dentro de su nobleza que pueden (deben) acompañarnos no sólo en estos días de fiestas que nos esperan, sino cada día. Tan simple como celebrar la vida.

Vamos a ello y vamos por partes. Empezamos por unas pocas referencias de las grandes casas de champagne. Míticos monstruos que pese a las modas siguen y seguirán siendo referencia indiscutible. Entre ellos el Bollinger Special Cuvée resulta un básico que siempre resulta agradable. Elaborado con las tres uvas más habituales en la zona -pinot noir, chardonnay y Pinot Meunier-, resulta fresco, sabroso y equilibrado. Correcta sencillez que nos sirve para comenzar con un aperitivo, unos berberechos de calidad simplemente al vapor.

En la misma línea de gran bodega que sigue haciendo las cosas bien está Louis Roederer. Nos encanta su Cristal, lo normal, pero como no es precisamente un vino de diario, recomendamos hoy el Brut Premier. De nuevo de las tres variedades más champagneras para obtener un producto actual, rico y con bastante estructura con el que vamos a caer en una de nuestras perdiciones: unas buenas ostras sin nada de nada.

Antes de irnos a conocer a los pequeños productores de la zona, nos decidimos por un rosado, el Ruinart Rosé. Está elaborado con la tinta pinot noir y la blanca chardonnay y aunque generalmente nos gustan más las burbujas blancas en este caso nos encandila con su fina burbuja y sus recuerdos a las maravillas que se hacen en la zona de Borgoña. Lo tomamos con unas gambas rojas cocidas lo justo. De nuevo el mejor producto es su estado más puro para que la armonía sea perfecta.

Nos trasladamos ahora a las bodegas más reducidas con los tan de moda vignerons o, como antes decíamos, pequeños productores que cuentan con parcelas de limitadísimas dimensiones en las que hacen productos muy personales. Como en todo, los hay buenos y menos buenos. Los seleccionados son algunos de esos que saben transmitir el carácter único de su terruño sin perder la esencia de Champagne.

Uno de los más versátiles en el André Clouet Brut Reserve, lo que se llama un blanc de noirs, es decir, un blanco hecho con uva tinta, de nuevo la reina, la Pinot Noir. Un vino sabroso y con buena acidez que va bien con casi todo y que queremos beber con una de esas reliquias francesas que nos devuelve buenos momentos del pasado, un áspic de gelatina relleno de jamón y huevo.

Cambiamos de tercio con un champagne elaborado sólo con uvas blancas, con la elegante belleza de la princesa de esta historia, la chardonnay. Se trata del mineral Laherte Blanc de Blancs Brut Nature. Intensa personalidad que se nos antoja con la grasa delicadeza de unas cocochas de merluza al pil pil.

Continuamos con otro espumoso de uva chardonnay, el Agrapart Les 7 Crus. Un champagne cremoso, salino y aromático que por sus tonos ahumados nos inspira esos desayunos de los que antes hablábamos. Por ejemplo con unos huevos Benedict con salmón y su salsa holandesa bien trabada.

Volvemos a la clásica mezcla de tres variedades con una etiqueta de lo más personal. El Tarlant Zéro Brut Nature, que no lleva nada de azúcar y que resulta un cuchillo de afilada acidez que nos enloquece y que hoy nos apetece con un plato de pasta con erizos de mar frescos.

Terminamos el apartado de los blancos con dos auténticas joyas que aconsejamos encarecidamente para pasar el mejor de los momentos. El Feury Vintage 2002 es una locura de complejidad y aromas. Redondo, largo, enorme. Nos lo tomaríamos con cada comida del día, pero por poner un ejemplo nos parece maravilloso con un guiso de verdinas y boletus. Y qué decir del Pouillon Les Blanchiens 08. Un champagne que hace gala de la hermandad de esta tierra los vinos del Marco de Jerez, una íntima relación de la que hablaremos algún día más despacio. Potencia ajerezada que alcanza la excelencia y que probamos con el clásico francés coq au vin.

Y como despedida un último rosado también de pequeño productor, el Geoffroy Rosé de Saigne. Otro vino de pinot noir repleto de fruta y campo que mantiene una acidez ideal y con el que arriesgamos tomándolo con una pieza de caza, por ejemplo un pato azulón a la naranja. Paramos aquí porque hay que poner un punto y aparte, pero seguiríamos eternamente porque el champagne nunca cansa.

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