El pasado 8 de marzo se produjo la presentación pública del denominado "entorno pre mercado" (EpM) en el marco de la última edición de Forinvest. Esta iniciativa de la Bolsa de Valencia (del grupo BME) y de la asociación Big Ban Angels pretende ser una plataforma donde las empresas puedan valorar la posibilidad de incorporarse al mercado bursátil y adquirir las habilidades necesarias. A la vez, conecta a empresas no cotizadas que buscan financiación para su crecimiento con inversores cualificados y business angels.
Al hilo de esta iniciativa nos surge el interrogante sobre la escasa repercusión que la Bolsa tiene dentro del ámbito empresarial, en general, y el valenciano, en particular; evidenciándose que son realmente muy pocas las empresas que contemplan la posibilidad de acudir a ella y aprovechar las ventajas que ofrece la cotización bursátil.
Sin embargo, las cifras económicas no justifican el escaso peso que tienen las empresas valencianas en la Bolsa. Tómese como ejemplo los últimos datos publicados por el INE que reflejan que la participación de la Comunidad Valenciana en el PIB de España es casi un 10%, ocupando el 4º lugar. Además, nuestra comunidad fue líder en crecimiento en el año 2015 con una tasa del 3,6% frente al 3,2% de la media española y doblando la tasa de crecimiento media del PIB de la Unión Europea.
Asimismo, contamos con referentes empresariales en múltiples sectores, pues muchas de nuestras empresas ocupan las primeras posiciones en cuanto a cifra de negocios y poseen un claro potencial de crecimiento. Sin ánimo de ser exhaustivos podemos citar empresas con un amplio recorrido y muy conocidas por la sociedad valenciana, como Mercadona, la cadena de perfumerías Druni, Istobal, Importaco, Dulcesol, Chocolates Valor, Air Nostrum, Baleària o Jamones Redondo Iglesias, inmersa esta última en un proceso de internacionalización. Entonces, ¿por qué actualmente solo hay siete empresas valencianas entre las 188 cotizadas?
Posiblemente la explicación esté en la fuerte bancarización de nuestro sistema financiero. Sin embargo, si algo ha puesto de manifiesto la última crisis financiera es la necesidad de diversificar las fuentes financieras, reduciendo la intermediación bancaria para disminuir la dependencia de las empresas a este tipo de financiación.
También se suele achacar la escasa presencia en bolsa a la propia idiosincrasia del empresario valenciano, donde abunda la figura del emprendedor que se ha hecho a sí mismo, construyendo su empresa desde abajo y que es reticente a "abrir sus puertas". A nuestro modesto entender, este comportamiento viene reforzado por un desconocimiento, o mal entendimiento, del papel que juegan los mercados de capitales en el desarrollo de las empresas.
Si bien en el acervo popular la bolsa se considera un medio de inversión, desde la perspectiva empresarial lo que es relevante es su utilización como instrumento para financiarse. Esta financiación se puede obtener en el momento de la salida a bolsa -mediante una oferta pública de subscripción (OPS)- y a lo largo de su permanencia en el mercado. Ahora bien, conviene matizar que hay otras formas de acceso al mercado que no generan recursos para la empresa, como las ofertas públicas de venta (OPV) y el listing.
Una vez cotizada, su presencia en el mercado facilita la colocación de nuevas emisiones en el futuro pero, además, hay que tener en cuenta que la mayor transparencia informativa que impone el mercado permite a las empresas cotizadas la obtención de financiación bancaria en mejores condiciones. Así pues, hay que pensar que cotizar supone abrir las puertas a más fuentes de financiación, generalmente en mejores condiciones, ya que mejora la posición de la empresa ante los mercados de deuda, las entidades bancarias y las administraciones públicas.
También existen otras ventajas asociadas a la cotización. La negociación de las acciones de una compañía aumenta su visibilidad, pues se produce un seguimiento por parte de analistas financieros, inversores y medios de comunicación, lo que refuerza el prestigio y mejora la imagen corporativa. Adicionalmente, la valoración a precio de mercado posibilita la salida de aquellos socios que deseen desvincularse de la compañía, evitando conflictos y litigios largos y costosos (famoso resultó el acontecido entre los socios de El Corte Inglés).
Asimismo, el hecho de tener un mercado en el que negociar los títulos de las empresas facilita su crecimiento inorgánico, pues es posible utilizar las acciones como medio de pago a los propietarios de aquellas sociedades que desean adquirir. Esta última fue la estrategia seguida por la empresa valenciana Natraceutical cuando absorbió la firma Reig Jofré.
Por otra parte, existe la creencia de que solo las empresas muy grandes son susceptibles de cotizar. Sin embargo, el tamaño de la empresa no es por sí mismo un impedimento. Si bien las investigaciones académicas existentes reflejan que el tamaño es un factor determinante en la decisión de salir a bolsa, esto no significa que únicamente las grandes empresas puedan salir a bolsa. Además, en estos momentos existen en España dos mercados bursátiles a los que las empresas pueden acudir.
El más conocido es el mercado secundario oficial, que tiene su máximo exponente en el mercado continuo (y al que se le suele identificar como la Bolsa), y desde el año 2009 existe el Mercado Alternativo Bursátil para Empresas en Expansión (MaB-EE) también perteneciente a BME, que está orientado específicamente a Pymes, siendo los requisitos y normativa a cumplir mucho más flexibles que en el mercado oficial. A título ilustrativo, la empresa más pequeña cuando empezó a cotizar en el mercado secundario oficial tenía un activo de 18 millones de euros, mientras que en el caso del MaB-EE fue, tan solo, de 2,7 millones. En la Comunidad Valenciana existen actualmente unas 8.400 sociedades que cumplen este tamaño mínimo.
Es cierto que existen inconvenientes y que uno de los que habitualmente se señala es su elevado coste. Cotizar conlleva el pago periódico de tasas y cánones al mercado; aunque lo más gravoso es, sin duda, el primer paso. Para acceder a bolsa la empresa ha de sufragar las minutas de las entidades colocadoras, abogados, auditores o marketing. Desgraciadamente, en los últimos años, con la crisis y la contención del gasto público, han desaparecido muchas de las ayudas públicas que existían, como la línea del Ivace, que instrumentaba la concesión de préstamos para financiar los costes directos de salir a cotizar, tanto para pymes como grandes empresas valencianas. En este sentido, quisiéramos llamar la atención de las autoridades valencianas en la conveniencia de recuperar las ayudas públicas que favorezcan el acceso al mercado bursátil.
Con todo, para saber si la operación concreta de salir a bolsa, o de financiarse con nuevas acciones una vez ya cotizada, es cara o barata no hay que fijarse solo en el montante total, sino en conocer cuánto suponen estos costes sobre el dinero obtenido, e incluso compararlos con los costes que generaría obtener esa misma cuantía si se recurriera a otra fuente de financiación.
Existen, además, otros costes no monetizables que son los que posiblemente generan más reticencias. Así, las empresas cotizadas deben asumir que su presencia en bolsa supondrá someterse al escrutinio de sus propios socios, del mercado y de un mayor número de inversores, ya que tienen la obligación de hacer públicos aquellos hechos que se consideren relevantes y, también, aceptar que sea el mercado quien tase la compañía.
Resulta evidente que las empresas cotizadas han de hacer un esfuerzo por cumplir con mayores exigencias informativas y ser más rigurosos con la llevanza de su negocio. Pero creemos que dicho esfuerzo se puede entender como un incentivo y una oportunidad para una mayor profesionalización de su gestión interna que, en definitiva, redundará en la mejora global de la empresa. Como expuso en su visita a la Facultat d’Economia Agnès Noguera, consejera delegada de Libertas 7, compañía valenciana cotizada, "la cotización en bolsa impone la necesidad de una gestión profesionalizada que genera valor y elementos de competitividad, a la vez que impone rigor y disciplina en su gobierno".
Finalmente, en cuanto a la temida pérdida del control de la empresa por parte de los propietarios, hay que señalar que no parece que realmente esto ocurra así, pues si bien las sociedades anónimas que inician su cotización lo hacen con la totalidad de sus acciones, realmente el 100% de las acciones no está sometido a negociación. Al respecto, las investigaciones existentes en los mercados bursátiles de Estados Unidos y Europa reflejan unos porcentajes de retención que oscilan entre el 65 y el 75%; mientras que en el mercado oficial español, el reciente estudio de la profesora Fuencisla Martínez, de la Universitat de València, señala que los principales accionistas retuvieron, por término medio, el 55% de las acciones de sus empresas tras su salida a bolsa.
Con todo lo dicho, no debemos perder de vista que con la crisis ha aumentado la proporción de microempresas en detrimento del porcentaje existente de pequeñas y medianas empresas. Esta circunstancia está ralentizando nuestra recuperación económica, pues este último tipo de empresas son las que realmente contribuyen al crecimiento económico, son más productivas y generan puestos de trabajo más estables y de mayor calidad. Huelga decir, por tanto, que el futuro económico de la Comunidad Valenciana depende en gran medida de la competitividad, innovación y el crecimiento de nuestras empresas. Aquí la Bolsa puede (y debe) jugar un importante papel.
Así que ya saben ustedes, volviendo a la pregunta inicial les diríamos: "¿Y por qué no?"
Vicente Sanchis y Ángeles Soler pertenecen al departamento de Finanzas Empresariales de la Universitat de València