EL TINTERO / OPINIÓN

“¡Es la comunicación, estúpidos!”

Este Tintero estaba escrito antes de los terribles atentados del viernes noche en París, pero la providencia hace que su título y lectura les sirva de hilo conductor a una interesante reflexión. Adelante

15/11/2015 - 

VALENCIA. Llevamos tiempo oyendo hablar de la importancia de la comunicación, de que no sólo importa qué se dice sino cómo se dice. Los expertos siempre hablan de la comunicación no verbal, es decir, de lo que el auditorio piensa sólo con ver al orador que tiene delante, y se considera que es más importante para la percepción del espectador ese tipo de comunicación muda, que lo que realmente transmite a través de sus palabras. 

Lógicamente el título de esta columna es una interpretación de la famosa frase “La economía, estúpido” pronunciada hace más de dos décadas por el asesor del partido demócrata James Carville; se la decía al entonces candidato a presidir los EE.UU. Bill Clinton, y le intentaba alertar sobre dónde estaba la clave para lograr tal fin, en hablar de economía y explicar como la gente tendría más dólares en su bolsillo. Aunque más adelante les recordaré otra variante de esta expresión de triste y cruel actualidad en este domingo 15 de noviembre de 2015.

Pese a que la expresión original se refería a la economía, como talismán en la campaña electoral para combatir la popularidad del entonces presidente estadounidense George Bush (padre), su uso se ha popularizado en el mundo de la asesoría política, y por ello creo que es bueno que les recordemos a los líderes políticos, especialmente de los partidos que han consolidado la democracia (PP y PSOE), y con especial énfasis a nuestros presidentes Ximo Puig y Mariano Rajoy, que ¡Es la comunicación, estúpidos!; perdonen el exabrupto pero es la coletilla a la famosa expresión. 

La nueva política

En la agenda de un líder (sobre todo político) hay un sinfín de situaciones donde se tiene que enfrentar a todo tipo de públicos, en muchas ocasiones lo hacen de una manera formal y como si estuvieran ante un comité de expertos y no ante personas que están pensando en sus problemas cotidianos. Ahí es donde los que se autoproclaman portavoces de la nueva política, léase Pablo Iglesias o Albert Rivera, han fundamentado su fortaleza y su aceptación en la sociedad, mostrándose cercanos y naturales, sin discursos preparados por el ejército de asesores que además, cuando se leen a medias suelen jugar malas pasadas. Aquí me viene a la memoria el clásico ejemplo de Julio Cortázar sobre la importancia de las comas: “Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría a cuatro patas en su búsqueda”, pónganla ustedes mismos.

Les hablaba la semana pasada de esos ‘tópicos contradictorios’ que son la columna vertebral de un discurso políticamente correcto, uno de ellos suele ser aquello que dicen muchas personas respecto a nuestros gobernantes: “a mí me interesa que gestione bien no que sea guapo o hable fenomenal”. Como idea genérica es muy sensato pensarlo, pero la realidad es bien distinta y somos seres muy influenciables y en esta sociedad el marketing (también político) condiciona muchas de nuestras elecciones, nunca mejor dicho para referirnos a este asunto.

La actividad de un líder de cualquier ámbito en esta época es una agenda llena de actos y situaciones donde lo central es la oratoria, la gestualidad y la telegenia. En la última semana nuestro presidente autonómico, Ximo Puig, pronunció (leída a medias) una conferencia en el Club de Encuentro Manuel Broseta, clausuró (con más soltura) un encuentro estratégico-empresarial y se reunió con el ministro Cristóbal Montoro. Otros líderes,  políticos como César Sánchez, empresariales como José Vicente González, financieros como José Ignacio Goirigolzarri y mediáticos, pronunciaron conferencias o participaron en coloquios, en definitiva comunicaron, la cuestión es si lo hicieron de manera efectiva y convincente.

La llegada del estilo anglosajón a nuestra vida pública ha supuesto un soplo de aire y una renovación que obliga a nuestros líderes a transmitir mejor y también a “venderse” mejor, de ahí el éxito de los partidos emergentes que han adaptado esas formas. Muchos hemos visto con admiración y atención, la intervención de Inés Arrimadas en el Parlamento catalán, creo que es un buen ejemplo de comunicación política parlamentaria. No se debe leer íntegramente una intervención ante un auditorio que lucha por no dormirse, o permitirse el lujo de hacer un discurso monótono y con total falta de empatía con quienes educadamente te escuchan. Parece una obviedad esto que digo, pero les aseguro que se da con demasiada frecuencia, pese a todo siempre cierran el acto unos liberadores aplausos, que a más de uno sacan de su somnolencia. 

Queridos gobernantes, locales, autonómicos y nacionales: ¡Es la comunicación!, y la prueba de ello es cómo sin gestión ni gobierno, los nuevos partidos se han hecho con casi la mitad de los votos de la ciudadanía, tómense en serio ustedes y sus gabinetes la formación en oratoria y también, porque no decirlo, el cuidado en el aspecto exterior y verán como mejora la percepción de la gente y consiguen conectar con las audiencias a las que a diario se enfrentan.

Y como lo prometido es deuda, les decía al inicio que la expresión que origina el título de este Tintero ha tenido diversas versiones y no me resisto a recordarles una que sirvió para un brillante artículo de Arturo Pérez-Reverte, Es la guerra santa, idiotas, y que con los últimos atentados en París recomiendo encarecidamente su lectura. 

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