carta al director / OPINIÓN

Ese crimen no lo perpetré yo

4/08/2020 - 

Flaco:

Estoy hasta las narices de que me atribuyan maldades que no cometí y, sintiéndolo mucho, lo vas a pagar tú. La memoria te ha jugado una mala pasada. ¿Cómo tienes el valor de declararle al autor del perfil que publica Valencia Plaza que me pediste que te hiciera fijo un después de empezar a trabajar en Levante-EMV y yo me negué? ¡Pero si pegaste la espantá! De todas las rupturas de relaciones laborales que me he visto obligado a tramitar la tuya y la de alguien que no viene al caso, pero que también duró un suspiro, como tú, es la más cómica. Déjame que te recuerde cómo ocurrieron los hechos. Sabedor de tu enorme vocación y de tus grandes y felizmente reconocidas dotes artísticas te ofrecí incorporarte a filas. Aceptaste. Te presenté a quienes iban a ser tus compañeros, el hoy académico de número de la Real Academia de BB. AA. de San Carlos José Aleixandre y Manuel Molines. Les pedí que no te potrearan. La frase es literal, según una quinta persona que estaba presente en la reunión. Y esa misma noche viniste a comunicarme que el trabajo era muy pesado, que aquello no era lo tuyo y que no ibas a volver. Cantaste la gallina, Flaco. Lluís Motes también dio a entender en un artículo de El Mundo algo así como que no quise que continuara en el periódico al concluir las prácticas por razones ideológicas cuando no era verdad. Me causó tan buena impresión como Mariola Cubells y lo tenía en cartera, pero se colocó antes de que tuviera oportunidad de repescarlo en Canal 9. Hazte cargo, Flaco. Es como si cierto joven licenciado que descubrió a los pocos meses de entrar en el diario que el periodismo no era lo suyo me culpara de lo que le ocurrió después. Permíteme que te lo cuente. Valía tanto que le ofrecí cambiarlo de sección. Lo rechazó. Le prometí un aumento de sueldo. Aseguró que no era eso lo que buscaba. Le aconsejé, in extremis, que antes de marcharse y quedarse al relente, buscara algo que se amoldara más a sus gustos y que entonces y sólo entonces se fuera. Consejo, por cierto, que he repetido a algún que otro a lo largo de mi carrera con idéntico resultado. Y también lo rehusó. "Soy muy joven para atar mi vida a un ordenador". La respuesta también es literal porque no me la he podido quitar de la cabeza. No volví a saber nada de él hasta que un tiempo después me llamó su madre para informarme que ese chaval de 22 años que no quiso encauzar su vida pronto estaba encerrado en el penal del Puerto de Santa María. Se bajó al moro y lo pillaron.