Hoy es 6 de octubre
VALÈNCIA. Que levante la mano quien no haya se haya sorprendido un domingo por la tarde viendo uno de esos telefilmes alemanes plácidos y amables en los que nunca es invierno. Das una cabezada, abres el ojo y allí está la heroína de turno abrazando su destino, que no es otro que encontrar su lugar en el mundo al lado de un hombre que al principio le parecía totalmente inadecuado. No se avergüence, no es un caso aislado, le acompañan millones de espectadores. Más de cuatro fueron las audiencias del pasado domingo 11 de marzo, cuando TVE emitió tres de estas producciones, una detrás de otra, entre las 16 y las 21 horas, mientras Antena 3 ofrecía dos, entre las 16 y las 19:30 horas. En total, cinco películas alemanas en un solo día, así, sin anestesia.
¿Y de dónde salen todos estos telefilmes? Como recoge el periodista Toño Fraguas, que estudió este tema para este artículo de La Vanguardia, básicamente, de dos productoras alemanas que han encontrado el éxito en estas narraciones blancas, afables y rutinarias: Bavaria Film y Frankfurter Filmproduktion (FFP). Aquí nos llegan a través de la segunda cadena pública de Alemania, ZDF Enterprises, la distribuidora que inunda Europa, porque este es un fenómeno global, de estos telefilmes. La cosa se inició en 2013, cuando Antena 3 comenzó a emitirlos. En 2014 se sumó TVE que desde entonces cada año compra un lote. "Es un producto que, en relación calidad-precio, encaja a la perfección en una televisión pública. Buena producción, bonitos paisajes, historias amables, actores de calidad que se han hecho un hueco en las tardes de sábado y domingo", según explican fuentes de Televisión Española.
Lo de los bonitos paisajes no se puede negar, y bien que lo destacan con esos planos aéreos constantes (suele ser el plano de apertura) y la profusión de planos generales para que veamos bien el entorno. Las protagonistas, porque casi siempre son mujeres, acaban encontrando su lugar bajo el sol (de hecho, nunca está nublado) en cualquier lugar con tal de que sea verano, haya mucha luz y muchas flores y verde. Puede ser en Alemania, en cuyo caso será el campo si es que ella es de ciudad, o será el pueblo natal del que ha renegado toda su vida, o una pequeña y encantadora ciudad si es que viene de Berlín o Nueva York. Pero Alemania se queda muy pequeña para estas producciones que aspiran a que su falta de personalidad sea recibida como una señal de universalidad. Y así el lugar en el mundo puede ser Córcega, Praga, Marruecos o la India. “En este ciclo de películas de televisión, el verano es la estación en el amor, en la atmósfera de una ciudad, región o cultura nueva y desconocida. Puede ser una metrópolis palpitante como París o Marrakech, o una región espectacular como Nueva Inglaterra o Provenza. La heroína podría enamorarse o reavivar la antigua llama, ¡pero seguro que este verano cambiará su vida para siempre!”. Son palabras del catálogo de ZDF. En concreto, es la definición de la serie ‘Un verano en’ (todos los títulos comienzan así), un grupo de TV movies alemanas ambientadas por todo el mundo y siempre protagonizadas por mujeres, de una muy amplia gama de edad de los 20 a los 70, que ven ponerse su vida patas arriba y que, intentando mantener el orden en el caos, acaban encontrando su destino en un verano inolvidable.
O puede que sea en Cornualles, donde transcurren las historias basadas en las novelas románticas de la escritora inglesa Rosamunde Pilcher, donde ellos se llaman John y ellas Nancy, y viven en castillos y mansiones de la campiña inglesa por la que van a caballo (siempre hay caballos). Se trata de una de los ciclos de películas más exitosos de FFP, distribuido por ZDF. Se inició en ¡1993! y aún sigue, y ha llegado a reunir en Alemania más de seis millones de espectadores. Rosamunde Pilcher y el jefe de programación de la ZDF han sido galardonados con el premio British Tourism por la promoción que de las zonas de Cornualles y Devon han hecho estos films, convertidas en destino turístico de 250.000 alemanes al año.
Otro de los subconjuntos de esta producción alemana lo forman las películas inspiradas en otra escritora inglesa de novela romántica, Katie Fforde, ambientadas en este caso en Estados Unidos. Si no fuera porque están habladas en alemán, cosa que no apreciamos puesto que las vemos dobladas, nada las distingue de una producción televisiva estadounidense del montón.
Y luego está de lo de Suecia. La serie de telefilms 'Inga Lindstrom' nos muestra una Suecia florida y luminosa, donde siempre es primavera o verano y con protagonistas llamados Gunnar o Birgitta que viven al lado de calas maravillosas, lagos bellísimos y prados amenos. Que no les despiste lo de Inga Lindstrom, en realidad están escritas por la guionista Christiane Sadlo y se han filmado más de 65, según vemos en el catálogo de Bavaria Film, la productora de estos telefilmes. No se pierdan la descripción: “Desde 2003, producimos para la ZDF la exitosa serie de la tarde del domingo 'Inga Lindström'. Los largometrajes se filman exclusivamente en lugares originales de Suecia, especialmente en la región vacacional de Sörmland, en los alrededores de Estocolmo y en Öland. Los bellos paisajes del archipiélago, los lagos y los interminables campos y bosques prometen un valor de producción único y son una plataforma para nuestras historias de grandes emociones, destinos cambiantes, secretos familiares y dramas amorosos, que siempre encuentran un final feliz. Hablamos de las heroínas modernas, que están en el medio de la vida, con emocionantes constelaciones familiares y profesiones, y que están buscando su felicidad amorosa con un Happy end”.
Detengámonos un momento en ese concepto de heroínas modernas, que es una de las claves del éxito de estas películas, junto a su componente aspiracional. Frente a las heroínas de los truculentos y melodramáticos telefilmes americanos, esos que antes de la llegada de los alemanes y ahora solo de vez en cuando llenan las tarde de Antena 3, a las que vemos luchar contra el psicópata de turno, convertirse en sospechosas de asesinato, batallar por recuperar algún hijo (preferentemente hija) raptada por el padre o por alguna mafia y llevada a alguno de esos países que Estados Unidos considera hostiles (que son unos cuántos), ser consideradas locas o sobreponerse a la culpa por algún hijo muerto, aquí es todo mucho más sencillo. Mujeres profesionales como peluqueras, granjeras, médicas, maestras, ejecutivas o abogadas, más o menos satisfechas con su realidad, se ven enfrentadas a alguna encrucijada vital que les obliga a replantearse su vida, todo en clave muy superficial y muy de andar por casa. La identificación es fácil y no requiere el menor esfuerzo. Ayuda también que los personajes luzcan un físico bastante corriente, sin nada que les convierta en extraordinarios, además de un rango de edad muy amplio, y así, es habitual encontrarse con protagonistas, ellas y ellos, de más de 40 o de 50 años, incluso en la tercera edad. Y aunque la búsqueda del amor romántico centre gran parte de los relatos, cómo no, lo cierto es que, aunque en algunos de los telefilmes sigue siendo así, el personaje masculino no es exactamente un príncipe azul. En la mayoría de estas ficciones no es el hombre macho alfa que salva a la protagonista, más bien se salvan ellas solas o en compañía de otras mujeres y el hombre enamorado cumple una función de recompensa, algo que ha aparecido por el camino mientras la heroína intentaba encontrar su identidad.
Los conflictos, aunque en teoría profundos, son cotidianos y nada sublimes. Aquí nada es cuestión de vida o muerte. El tono se aleja completamente del melodrama, por más que la música esté presente y a veces omnipresente o que nos estén contando historias de separación de madres e hijos, de hijas que buscan a sus progenitores, de padres ausentes, de matrimonios que se rompen o de herencias complicadas. Todo se resuelve armónicamente, con una bonhomía envidiable. Claro que también hay grados de calidad. Las de Rosamunde Pilcher estarían en lo más bajo de la escala, con su tono empalagoso y sus guiones que encadenan cliché sobre cliché (aquí sí suele haber príncipe azul y damisela en apuros). Sin embargo, otras ofrecen puntos de interés. Una de ellas es Julia y el oficial, ambientada en los años sesenta en plena guerra fría, sin rehuir la realidad alemana del momento. Aunque hay una trama romántica, como el propio título desvela, en realidad es la historia de una mujer que ha de enfrentarse a una localidad en la que la historia reciente, esto es, el nazismo, sigue pesando como una losa. No es lo que se espera encontrar en un telefilm de este tipo.
En cualquier caso ahí están esos funcionales y planísimos telefilmes alemanes, alejados estética y narrativamente de la producción cinematográfica germana que llega a través de las salas de cine (muy parcialmente) y que, en su medianía y su fabricación en serie copan pantallas por toda Europa. Lo que daríamos en nuestra industria audiovisual por lograr un nicho de mercado como ese. O que las películas españolas ocuparan esa franja horaria, aunque sea la de siesta.
Mejor que cualquier serie de Netflix o HBO son las entregas del programa Imprescindibles de RTVE y, en su plataforma, hay como doscientos episodios listos para ser vistos. Uno de los últimos, sobre Carlos Tena, nos descubre a un periodista musical difícil de ver hoy. Enfrentado con y contrario a los dictados del mercado, abierto de mente y ecléctico, con interés en lo antiguo tanto como en lo moderno. Un personaje singular que puso su granito de arena para que la explosión musical española de finales de los 70 fuese como fue