VALÈNCIA. En mitad de un polígono industrial flanqueado por naves. De una de ellas sale un camión de congelados que toma mal la rotonda y precisa detener durante un instante la fluidez del tráfico para que un aliado le dirija por su camino. En una calle con dos nombres: Fusters, la vigente hasta ahora, y Avinguda Andreu Alfaro, la que acaba de llegar. Según el navegador que se use, se está en una u otra calle.
Diing. Al timbrazo una puerta casi anónima se abre, como si uno estuviera a punto de colarse por una urbanización exclusiva. Es mejor. Pablo, del estudio Fran Silvestre, recibe como un cicerone. Al paso Andrés Alfaro Hofmann, hijo del memorable escultor Andreu Alfaro. De Alfaro Hofmann dijo Miguel Alberola que “no nació en Weimar sino en Valencia, aunque se inserta mejor en la doctrina de la Bauhaus que en la del Museo Fallero”. “¿Habías estado antes?”, pregunta él.
Aquel espacio, tan repentino, tan imprevisto, supone colarse en una rendija de un mundo que representa algunas de nuestras mejores cosas. En un patio inmenso algunas de las figuras de Andreu Alfaro crean ejes de ensueño. Un contenido para sobrecalentar Instagram Historias. “¿Dónde es eso?”, responde la comunidad. Es en Godella, en un polígono.